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La primera vez que vi una gasolinera Texaco, leí, un tanto alejado de ella desde el asfalto, es cierto: tetacas. Me imaginé que era un club de carretera, máxime que no tenía el voladizo para proteger de la lluvia que hoy tanto prolifera en todo tipo de gasolineras, semejando una construcción en general que bien podía ser un restaurante o cualquier otra cosa parecida.
De no haber ido acompañado por mi suegra, hubiera parado.
- Qué indecencia- comenté.
" No tienen la menor consideración"- proseguí. Pero no logré provocar la menor reacción de aquella mujer sobre el asunto en todo el trayecto. Llegué a creer que me odiaba.

Texas company, había operado en uno el mismo efecto que al demente las manchas rojas sobre un papel, sólo que en lugar de sangre por doquier yo había visto "tetacas". No sé qué información hubiera sacado un psiquiatra sobre aquella traslación semántica, pero es fácil suponer que habría tomado buena nota sobre mis motivos últimos y mis aspiraciones en la vida.
Al mes o por ahí supe que los americanos- como en la película de Berlanga-, habían echado pie a tierra en nuestro querido solar patrio, de la mano de aquella compañía petrolífera. Impresionaba aquel letrero en rojo con fondo negro, hasta tal punto que me hice cliente cada vez que el azar nos juntaba. Se lo comentaba a los gasolineros. Entonces se hablaba mucho en las estaciones de servicio. Se hablaba, se bebía agua de una botija y se compraban cintas de El Fary- que se extraían, estas últimas, de unos expositores que servían también para que los niños les anduvieran dando vueltas. Y les hacía bastante gracia- a los gasolineros el chiste, y a los niños el aparato expositor, respectivamente. Ojalá -decían algunos- que esto fuera un lupanar en lugar de tanto olor a aceite y gasolina. Entonces era que- también-, en las gasolineras había menos asepsia. De resultas de todo ello, fue, que la anécdota llegó a un gerifalte de la compañía, y una noche me llamaron a casa.
- Está ahí el señor tetacas- le dijeron a mi mujer con ese gracejo americano típico.
Me querían hacer una entrevista para una revista interna de la compañía, que se vendía en los Estados Unidos solamente.
Desde entonces cada vez que voy de viaje con ella- con mi mujer-, en lugar de advertirme de la proximidad de una gasolinera cada vez que se enciende el chivato del vehículo, se desabrocha un botón de la camisa. Y es que- me parece-, que ni le hizo demasiada gracia aquello del señor tetacas , ni que considere oportuno gastar saliva en ello, ahorrándola para otras cosas.

Texto agregado el 26-09-2018, y leído por 67 visitantes. (0 votos)


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