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Inicio / Cuenteros Locales / DesRentor / Relato ficticio #11, año 2067

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Hundiendo la mano en la tierra y enterrando la rabia. Así parte esta historia que cuenta los días donde te busqué y donde no pude hallarte. Fingiendo una felicidad y una despreocupación como excusa. Como si fuera valiente. Como si fuera realmente alguien que se las sabe todas. Inteligente, me decían. Pero fui tonto.

Fui tonto porque me dejé llevar. Me dejé ir con el tormento y la pena de ver un país cayéndose a pedazos y haberte prometido que estaría ahí, contigo. Y no pude ni cumplir conmigo la palabra promesa. Me rendí de buscarte y ya no sé si es porque quiero negarme a encontrar tu cuerpo en quizás qué parte o reconocer también que buscarte es buscar la muerte, y en eso, no soy valiente. Me gustaría que dejarán de decirme valiente por el simple hecho de estar vivo. Los valientes están todos muertos, con balas en la cabeza y en el pecho. Tirados en pozos sépticos y tapados con cal como si sus cuerpos fueran ladrillos entre cemento. Valientes son los que van buscando la muerte por tratar de defender un pensamiento, una ideología, un concepto errado de libertad, pero que existe intrínseco en el espíritu de esos rebeldes. Y yo no soy un rebelde, soy un cabro que ama a una persona que lo es, o en volada lo era. Mis ganas de basan en verla a ella una vez más y cumplir con esa promesa de estar ahí, para esa mujer y para nadie más.

Me gustaría armarme de valor. Pero estoy cagado de miedo. Tirito en las noches viendo las balizas encendidas, me cuesta dormir y despierto con pesadillas. De esas donde entran a mi casa preguntando por ti y yo nervioso digo que no sé dónde estás. Qué te he buscado y que te perdí el rastro y ahí cuando me comienzan a golpear, abro los ojos suspirando de un salto en la cama para volver a escuchar las camionetas y las botas que pasan por fuera durante la madrugada.

Parecen cazadores. Y nos enseñaron de niños que ellos eran nuestros protectores. Escucho balas danzando entre los árboles. Gritos ahogados llenos de culatazos en las nucas. Caídas amortiguadas de patadas en las costillas. Peinados a la moda dotados de tijeretazos de la milicia. Canciones afinadas a la nota del metal de las armas. Y pensar que todo eso en suma podría ser una orquesta de matanza. De violaciones. De amenaza. De oscuridad que nubla los ojos de lágrimas.

Quiero encontrarte y no sé cómo.
Quiero correr pero estoy rodeado.
Quiero vivir pero necesito un descanso.
Quiero cumplir con mi palabra pero solamente he encontrado municiones usadas.
Quiero verte a la cara en persona, pero hoy solamente existes en las pancartas.

No hay forma de acabar con esto sin perder las ganas. Me detesto por no ser ese valiente. Me detesto por haberme ido ese día.

Alguien golpea la puerta y es el momento del ahora o nunca. Saco el arma guardada. Estoy listo para iniciar el resto de mi vida de esta forma. Abro la puerta y es tu cuerpo el que me abraza.

No puedo creerlo. Veo a lo lejos una pequeña caravana. Son los valientes llenos de alegría. Avanzan sin dudar que desde hoy, la historia cambia. Estás más flaca. Pero igual de bella. No puedo ni besarte sin antes revisar que estás entera. Me tocas la cara. Te ríes. Lloras.

Estoy vivo y dos segundos después la casa explota.
Todo era una joda.
Una trampa.
Pero por lo menos pude cumplir mi palabra.

Desapareciste y no quise buscarte más.

Perdí un ojo, el oído izquierdo y un par de dedos, pero aún puedo escribir. Espero que estés bien ahora que ya pasó todo y el país está tranquilo de nuevo. Si esta carta llega a ti, quiero decirte que te amo y te quiero. Pero no voy a estar vivo cuando me encuentres de nuevo. Porque valiente no soy ni fui. Pero me atreví a morir como yo quise. Lo siento mucho, pero tampoco me quedan tantos días y prefiero terminarlo así. Dame por muerto y llórame en el cementerio si quieres. Nunca me olvidaré de ti.

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Una bala atraviesa la sien de un hombre acostado en su cama, moribundo producto de las quemaduras y la fiebre de las infecciones que brotaron en su piel. Una mujer recibe su carta de suicidio y se la leen, ya que ella no puede leer. La sorpresa y la pena le genera una descompensación general en otro hospital donde la trataban. Muere a las pocas horas después de entender que los valientes prefieren la muerte y que de ella no se debe temer.

Texto agregado el 06-12-2018, y leído por 36 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
06-12-2018 Tremenda historia que me hizo recordar épocas negras de mi país que al igual que el tuyo fue castigado por los que nos tenían que cuidar. Una broma dolorosa de la historia que lamentablemente es ciclotimica y cada tanto se repite. Saludos. Magda gmmagdalena
 
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