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La luz blanca, tenue, que entra por la ventana le da en la cara. Suficiente para despertar, desperezar y sentada en la cama, bosteza. Está en una habitación de color beige, mira a su alrededor, con la puerta cerrada y las sábanas del hospital.
-¿Qué hago yo en el hospital?- Se preguntó Sonia en voz alta. - ¿Qué me ha pasado?
Se pone en pie y va a la puerta, que abre lentamente. Una actividad frenética la sorprende, que asustada vuelve a cerrarla. La abre de nuevo, y armada de valor sale al pasillo. Observa el final del pasillo, a lo lejos, una figura inquietante, que se mueve en zig-zag.
Esta figura es una sábana negra de raso, brillante, que impune, nadie nota su presencia, pasea por los pasillos del hospital. Para en alguna habitación, mete un poco su cabeza para ver, y pasa a la siguiente habitación. Se acerca poco a poco a su habitación, y justo la anterior a la suya, la figura pasa, atravesando la puerta. Al instante sale, quedando detrás solo llanto y dolor.
Un escalofrío recorre su cuerpo, mientras la figura se dirige a la habitación que tiene en frente, ella quiere huir. Salir corriendo, pero el miedo no la deja.
-Mujer, no te muevas, de mi no puedes huir.-dijo la muerte continuando su peculiar visita a los enfermos.
-¡No quiero morir!-sollozando Sonia-¡No!
Pero nadie la hizo caso.
Ya en mitad del pasillo, un valor no habitual en ella la hizo pensar en intentar superar a la muerte, luchar contra ella.
-Por lo menos creo que a uno lo podré liberar de la muerte,-dudando-o demorársela.
Ella, que siempre pasaba desapercibida a los demás, ahora, improvista, tiene la capacidad de ver como la Muerte, aquel ser que muchos temen y otros ignoran, se mueve con total libertad, y escogiendo al azar a sus inocentes víctimas. Con la ilusa ilusión de creerse capaz de detener lo inevitable, se dispuso a seguir a la muerte, y detenerla en los casos que ella, en su humilde juicio, considerara injusta su actuación.
Después de pasar varios días siguiendo al nefasto personaje, ella comprobaba que la Muerte no era tan mala como ella se imaginaba anteriormente. La Muerte no se alegra ni se ensaña en su tarea, más bien al contrario, hace su ejercicio con sumo silencio, y con amor infinito hacia la Creación, ya que forma parte de ella, aunque sabe que su función es odiada y malinterpretada. Como comentaba anteriormente, se paso varios días y Sonia ya se mostraba impaciente para enseñar sus poderes, y librar a alguien de la muerte, pero no podía hacerlo, ya que la Muerte se encargaba de personas ya bastante mayor, aunque nunca es demasiado temprano para morir, pero a juicio de ella, esas muertes eran justas e, incluso, necesarias. Pero, al final, la Muerte se equivoca de persona, un chico de unos 20 años, postrado en la cama por un accidente de motocicleta, aparentemente se recupera y está feliz al lado de su madre. La Muerte, en estas ocasiones, parece un poco caprichosa, se acerca con levedad al muchacho, alza su guadaña, que nunca la arrastra, y decidida está dispuesta a cortar el delgado hilo que es la vida, que de un golpe seco lo corta. Sonia no ha llegado a tiempo, y horrorizada ve como el chico se va y ella sin hacer nada, se retira llorando e ignorada por la gente.
-Como siempre, no valgo para nada, soy una tonta ilusa. ¿Creerme una heroína, a mis años?
Cuando en la salida del hospital, ya en la calle, de nuevo ve como la muerte pasea libre por la calle, y se dirige a un anciano de 70 años. Ella se anima, y se acerca al hombre corriendo, pero la Muerte es más rápida que ella.
-Caballero, cuidado-grita Sonia-Detrás suyo, agáchese.
El caballero se agacha, librándose sin saberlo del primer zarpazo de la guadaña. La Muerte, indignada, clava su mirada oscura en Sonia, que lejos de amedrentarse, continúa gritando. La Muerte al final, segura se su victoria, corta el hilo, y acercándose a Sonia dice:
-Pronto será tu turno.
La Muerte nunca descansa, y seguirla a todas partes es un ejercicio agotador, y más para esta chica de consistencia débil, blanquecina de piel y pusilánime en su habla, a pesar de estos factores en contra de Sonia, siempre llegaba a tiempo, y podía observar la belleza de la ejecución. En esta ocasión una pareja joven, alrededor de 18 años los dos, estaban paseando por el parque muy enamorados. La Muerte se acerca con rapidez a los dos, y trazando una perpendicular a los dos con la guadaña los sesga, gritando:
-¡Nascitor!
A Sonia le extraña esta palabra, pero más aun que los dos siguen paseando, tan enamorados.
-¿”Nascitor”, qué significa “nascitor”? –intrigada.
Y se fue a una biblioteca, que a la entrada, en una placa, está el siguiente lema: “Intra muros poeta nascitor, imperpetuum ultra vires. In terrorem, facilis decenus Averno, sic ituar ad astra.” Entra para preguntar a la bibliotecaria, pero no hace falta, está colocada en otra entrada una traducción que lee, y se fija en el principio:
-En el interior de estos muros el poeta será nacido, nunca con la violencia de más allá…
-Comprendes ahora mi trabajo.- Dijo la Muerte detrás de Sonia, que asustada, lentamente se gira.
-¿Ya es mi turno?- preguntó Sonia.
-Ya lo fue, no sobreviviste al accidente.-Explica la Muerte.- Tu turno es para sucederme, y cuidar de que la vida continue.
Se fue la sombra, quedándose Sonia parada, y empuñando la guadaña.

Texto agregado el 28-09-2004, y leído por 374 visitantes. (2 votos)


Lectores Opinan
25-06-2005 Muy buena la intención y la narración .me gustó ***** compa
30-01-2005 demasiado largo ..aunque la idea me gusta..sobra mucha paja..un saludo... kasiquenoquiero
29-01-2005 Original cuento ágil dinámico.No comprendí el final pero no es culpa tuya es que soy un poco obtusa NINIVE
29-09-2004 Curiosa la historia. No me esperaba el final, me ha sorprendido. Has elegido un tema muy peculiar y no se me ha hecho pesado para nada. Te seguiré leyendo. Saludos... claraluz
 
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