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Yo conocí un hombre extraño. A veces se ponía serio y me confesaba que era un coleccionista de sueños; que conocía el lugar exacto del tesoro perdido en las islas Alborales, en el último rincón del Universo; que había navegado por mares vírgenes y conocido a hombres de rasgos nuevos.

Un día cuando el sol estaba en su apogeo le vi amarse con Dulcinea, mientras le contaba sus historias increíbles y le regalaba sus bellas promesas. Ella le sonreía siempre y era feliz porque amaba sus ojos húmedos y sus labios con sabor a menta; porque él era su caballero con brazos de Apolo y ella la dueña de sus besos de tormenta, la señora de todos los paisajes de ensueño y de las islas en lejanas tierras.

Él la amaba en las tardes con sus manos grandes y cálidas, tatuándole su nombre en la piel y abriendo las puertas a un ciclón de amor que construyó para ella, que giraba y giraba anunciando en las paredes que aquél sería un camino sin regreso para Dulcinea.

Y él, que era el más intrépido de los hacedores de fortunas, se lanzó a buscarlas un día cualquiera. Se fue con la mochila llena de besos de fresa y a ella le dejó en las manos un racimo de palabras dulces de cantos abismales. Le prometió que volvería pronto a buscarla y le traería regalos de flores valiosas, palacios y caballos blancos para cabalgar juntos en las noches de luna llena. Volvería con sus manos grandes llenas de amor para la Dulcinea de los cabellos de oro y olor a menta. Pronto, muy pronto regresaría y no se separaría de ella.

Pero los días pasaron lentamente hasta que ya dejaron de tener importancia. Tampoco importaban ya los olores de las esencias, ni la espera. Dulcinea sólo conjuraba para apartar de su casa aquel torbellino que se relamía entre las paredes, en la cama, por la mesa; el que secaba todas sus flores y se bebía su menta.

isa (21-04-03)

Texto agregado el 11-10-2004, y leído por 456 visitantes. (3 votos)


Lectores Opinan
12-11-2004 Que lindo... Dulcinea. Saitek
23-10-2004 bellas imágenes para un texto que no debe llamarse cuento (tampoco poema, tampoco narración, tampoco reflexión). Bellas imágenes desde el comienzo hasta al final. La única crítica será al modo de entrar en la historia: el primer párrafo, y las primeras líneas del segundo no tienen relación directa con el desarrollo, con el final. Es decir: no importa que vos hayas conocido, si no aparecerás. La historia debería ser contada por él, de acuerdo al primer párrafo (pues cuando se ponía serio contaba sus pasados). Tampoco hay conexión entre el segundo párrafo y el resto, pues hablás de "un día (...) lo vi...", mientras que pasás en el tercer párrafo a un uso más extenso del tiempo ("Él la amaba en las tardes"). He ahí otro punto inconexo. Y si bien la elección del nombre Dulcinea abre incontestablemente la idea de locura (Dulcinea fue creada por un loco), no creo que esta locura habilite el marcado uso temporal. EL último párrafo me parece muy bello, de un uso muy sabio del lenguaje y las ideas. En general, y más allá de lo marcado, he disfrutado este texto. primo
22-10-2004 Delicioso Isa. Un gran descubrimiento que aumenta mi admiración por tu forma de narrar, de escribir. Besos. Monelle
14-10-2004 Las manos de ese hombre eran como las colas de las sirenas, ¿verdad? Y las historias que explicaba, como sus cantos... Creas siempre imágenes bellas. En esta ocasión, envueltas en un sueño. Y ese párrafo final, que leo y releo, hasta llegar a sentir ese torbellino que acabará con todo. Enhorabuena. Un beso, akim
14-10-2004 Muy buen texto, muy nítidas descripciones, algo de desasosiego en el texto, algo me falta aprehender aquí, lo releeré. orlandoteran
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