Estuvimos sentados en posiciones diagonales, ella vestía una belleza triste y yo trajeaba una impotencia enternecida. Nos regalamos un silencio amatorio dispuesto a dejarse intuir pero no a revelarse. Le dije algo profundo y desnudista para que lo amontonase con nuestros recuerdos enfermos. No conseguí otro tema distinto a la melancolía y ella no halló otro gesto que el del llanto, el dolor sobrevive al amor desde el amor mismo; hasta que ambas partes de transforman en polos de piedra. Quise besarle pero no lo hice, ella quería llevarse mi beso a los labios pero no lo pidió… Es una puerta que estará abierta eternamente, y ella me observará cabizbaja desde dentro, y yo estaré fuera, mojándome.