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La carne debe ser remojada un buen par de días sobre una tina repleta de vinagre, je, je, de vinagre puro que la haga hervir, si es preciso. Recuerdo cuando la conocí. Era tan bella, tan angelical, tan suprema, ahhh, como la perseguí, como la acosé, yo parecía no gustarle mucho, pero fue tanta mi perseverancia que al final ella cayó rendida a mis pies. Entonces ocurrió el suceso inverso, de acosada se transformó en acosadora. Y allí fue que…

Luego que hayan transcurrido dos días, comienza el proceso de descuartizamiento, separar cabeza, tronco y extremidades y a ese hatijo sanguinolento, brindarle una sagrada extremaunción de sal, especias varias, orégano, pimienta y ajo, hum, je, que delicia, jejeje.

Decía que ella se obsesionó conmigo, llamados telefónicos a las cuatro de la mañana, visitas intempestivas a mi oficina, persecución implacable, incluido detectives y cámaras fotográficas. Muy luego me desengañé con ella, tras su apariencia de modelo no había nada más que una niñita caprichosa y malévola que se ensañaba conmigo. La intenté abandonar muchas veces, pero… La carne queda blanca, suave, parecida al pollo ¿Por qué casi todas las carnes se parecen al pollo?

Tras varias horas de maceración, se trozan las presas y deshuesadas y aderezadas con cebolla, papas, verduras a gusto, sal y una pizca de aceite y vinagre, se coloca todo en el horno para que se cocine a fuego lento.

Je, ella decía que yo era un pésimo cocinero, que jamás sería capaz de preparar algo decente. Pero no contaba con que yo iba a realizar un cursillo intensivo de cocina en donde sería introducido en los secretos mejor guardados del arte culinario, aprendería el punto exacto en el cual una corvina se transforma en un poema, un suflé en una caricia y un asado de costilla en una sonata. Jejeje. Comienzan a escapar por las rendijas del horno los reclamos de la carne y sus efluvios fragantes son para mí, el alma que comienza a evaporarse en volutas deliciosas.

Ella era una desalmada, una chantajista de marca mayor que hizo de mi vida un guiñapo aborrecible, nunca, nunca más pudimos conversar hasta que sucedió aquello, mi salvación, mi alivio… Pronto llegarán todos, no saben la sorpresa que les tengo preparada.

Era una fiera entre las sábanas, su solo roce parecía trastornarla. Y siempre pidiendo más y más y más. Me dormía fatigado y si por algún motivo despertaba, allí estaba ella remeciéndome para que le entregara más y más y mucho más. Una verdadera pesadilla.

En un cuarto de hora la carne estará lista, sonrosada, apetitosa y los jugos bañarán tenuemente las papas cocidas como si estas fuesen glamorosos islotes de sabor. La cebolla habrá perdido su intensidad para prosternarse ante esa carne deliciosa.

Era tan bella cuando usaba esos vestidos tan escotados, un poco vulgares para mi gusto pero que en ella lucían como prendas diseñadas por el mejor de los modistos. Más vale que no recuerde aquello, hasta siento remordimiento. Pero para resarcirme de todo, en esta nota está mi confesión, acaso no se me enaltezca por ello pero da el caso que no sé guardar secretos, es parte de mi ser, soy así, ¿que puedo hacer?

Apagado el horno, mantengo el guiso dentro de ese catafalco de aromas sublimes. Pronto llegaran, la mesa está servida, la cuchillería, los platos, las copas, el vino, todo.

Suena el timbre ¡Allí están! Vienen mis padres, algunos amigos, Elena y Sebastián.
Sentados todos a la mesa, aparezco con la bandeja y la concurrencia la contempla con expectación y varios oohh de sorpresa se escapan de sus bocas asombradas.

La cena ha sido deliciosa, según ellos, todos han pedido repetición. Je, no me contengo. Alzo mi copa y pido un brindis por Elena y por su novio… Abrazo a ambos y la beso a ella. Un gran alivio me embarga, su beso ha sido de una frialdad absoluta. Me acerco a Sebastián y le digo al oído: -Cuídala. Es una joya. Y me río para mis adentros. Luego les muestro a los comensales ese papel en el cual lo coloqué todo. Elena se abalanza y me lo arrebata. Luego sonríe y en sus mejillas se forman dos deliciosos hoyuelos. Y me dice al oído: -Debo reconocer cabrón que por fin aprendiste a cocinar algo decente. Yo la observo con detención. Parece feliz y eso para mí es importantísimo. Ojalá que Sebastián logre domarla, yo no pude, lo confieso.

Más tarde se retiran todos, satisfechos y contentos, Elena atesora aún entre sus manos ese papel algo arrugado que contiene la deliciosa receta del conejo estofado que les preparé. Y antes que desciendan los últimos escalones, prometo cocinarles cordero para la próxima ocasión. Ellos se despiden felices, con sus estómagos ahítos…





















Texto agregado el 19-11-2004, y leído por 658 visitantes. (4 votos)


Lectores Opinan
20-11-2004 Si es conejo ?hmmm, Yoria duda, Marìa duda, y Neus dice horroroso. Mira, no te habrà sobrado una porciòn de pizza frìa en el refrigerador? Muy bien narrado, mis estrellas. carloel22
20-11-2004 Ummnhh, hasta aquí llega el aroma de ese delicioso conejo asado (por qué es conejo, ¿verdad?) no se, no se, igual me quedo con la duda. De todas formas como buena carnivora que soy lo devoraria en un santiamén, igual que este cuento que se lee en un plis plas y deja un saborcillo de lo mas agradable, jejjeje, no me importaría repetir... yoria
19-11-2004 Guacala!!!! me recuerda a un cuento de Yoria y en esa oportunidad, como ahora, les digo a ambos NUNCA me inviten a cenar anemona
19-11-2004 Horroroso!!! no me invites a cenar... Un abrazo * neusdejuan
 
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