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Inicio / Cuenteros Locales / AngelNegro / La Leyenda de Adhara - Capítulo 3

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Llegaron a un río de aguas claras. En pocos minutos el amanecer daría paso a un nuevo día. Estaban cansados. Decidieron quedarse allí aquel día para descansar con el rumor del río y cobijarse bajo las sombras de los árboles. El calor que se aproximaba con el alba, se hacía latente en toda la tierra.
Pasaron dos días antes de hacer manifiesta su decisión.
Eligieron a Chirón como portavoz de la noticia. Era un hombre de mediana edad, de pelo blanco. Siempre había estado al lado de Sirio. Habían sido como hermanos desde que se conocieron una noche cuando huía del odio de Rigel. Chirón pertenecía al pueblo de Ara. Era un pueblo agricultor. Recorrían la tierra entera y plantaban semillas de todo tipo, que con el tiempo crecían y se convertían en comida para otros pueblos que por allí pasaran. Rigel dio con ellos un atardecer en que Chirón y su pueblo se habían demorado con una plantación que requería un trato especial.
Rigel creía que lo que nacía de la Tierra, crecía solo. Sin el trato de nadie, y por lo tanto le pertenecía. Cuando averiguó que era el pueblo de Chirón el que cultivaba todo aquello, le desterró de por vida.
Chirón sobrevivió a esa soledad puesto que era un hombre sabio que conocía todos los misterios de la tierra. Hasta que encontró a Sirio, el cual le brindó su amistad y su compañía, asumiendo cualquier problema que esto les pudiera ocasionar. Qué mas daba si él estaba siendo también perseguido por el odio aberrante de Rigel...
Chirón hablo con la amabilidad y la sabiduría de las que estaba impregnado su corazón:
-Sirio, hemos decidido quien será nuestro Guía. Todos, sin necesidad de llevar a discusión este dilema, hemos decidido que Adhara sería la mejor Reina que Can Mayor podría tener después de ti. Sus ojos desprenden alegría y compañía, sus gestos saben orientarnos en la más terrible de las oscuridades, sabe, con solo una palabra, tranquilizarnos, y seguro que con tu apoyo y tus consejos, sabrá conservar el poder de la Vida entre nosotros.
Sirio sonrió. Él sabía que la eligirían a ella como Reina. Miró a Adhara, y vio en ella algo parecido al desconcierto, pero sus ojos le indicaban que aceptaría la decisión de su pueblo.
Aquella noche, Sirio se pasó todo el tiempo enseñando a su hija cual sería su obligación como reina. Ella absorbía todos los conocimientos pero un poco de miedo se reflejaba en esos ojos verde mar. Ahora sentía que, a pesar de su corta edad, tenía la obligación y la responsabilidad de sacar a un pueblo adelante con su ingenio y su filosofía. Aun así, se sentía protegida por la compañía de su padre, y la constante presencia de su madre Polar. Al Alba, llegaron por la orilla de Erídano hasta su desembocadura, Archenar; un hermoso paisaje se contemplaba desde allí.

Texto agregado el 29-06-2003, y leído por 276 visitantes. (0 votos)


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