“El fin del mundo” no es una fecha predeterminada de un día, sino, los minutos y las horas en que vamos acumulando destrozos, en todos los sentidos. Los visionarios, nos han marcado solo las tendencias, en que pasarán los acontecimientos, que desde hace tiempo, venimos acumulando. Planeamos una vida, que no impartimos, desde las guerras de poder, hasta las vejaciones más recónditas; odios; muertes; abusos a menores; coimas; robos; secuestros; tala de árboles; represión; derrame de petróleo; aniquilación de las especies; inseguridad; basureros nucleares; impunidad; hambre; dolor. Y las lluvias torrenciales, no caen por derecho divino, sino por nuestras propias, manos castigando a la ecología; al igual que las inundaciones; o el calor extremo. Somos lo que hacemos; por nuestras venas corre la misma sangre que donamos, y la tranquilidad de conciencia, concordante a nuestros actos. No se puede descartar lo verdadero, ni eliminar lo real, el “fin del mundo” no está por llegar, se está llevando a cabo paralelamente a nuestras vidas; lo demás, es todo puro cuento.
Ana.
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