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No es pesimismo ni ironía lo que le acompleja, no sé que es pero no es lo que parece. Siempre se anda moviendo, de aquí allá, como ente errante entre las multitudes vivas. No hay caso que se despierte un segundo su cuerpo, para avisarle que es hora de sentir... hay unas sonrisas disparejas, que se desbordan en esmeros fugaces, intentando, todos luchando, por mantener en su lugar las lágrimas, es decir dentro de los ojos grandes y cafés que esconden el otoño triste....
ellos se miran, cada uno inventando una historia, que se teje con hilos finos y confusos, sin colores claros ni brillos, como un cuento sin palabras, es una historia absurda. Ella piensa que lo quiere, a veces lo odia por pausas , eventualmente va refrescando su memoria y haciéndose pasar por doncella y por Quina de pica. Le gusta parecer ausente y presente a la vez. Le gusta mirarse dormida y salir a vagar sin rumbo en las noches, dejando el aroma a incertidumbre que siempre nubla las miradas.
Él la sueña, hay un beso dormido entre su cabeza y su almohada, hay una llamada olvidada en el eco del tiempo, hay una vida que le pasa la cuenta a cada minuto. ¡hacer, hacer! Siempre el hacer, ese maldito y sabido hacer se les escapa, se les esfuma y quedan en nada, en la totalidad de lo que han sido, lo que han podido ser.
No se aman, ella dice que no es amor, es cariño arropado, enredado, ese tejido nunca tuvo un punto, ni una dirección. Él, el habla de amor, de cambios, de una canción que le canta a sus ojos, de un oído que desea oír el sereno y su silencio eufórico. Las lenguas intentan moverse, evitando ser el fuego que les quema el alma, la ropa y los poemas, cartas, canciones... siempre que todo se desvanece.. ¡por qué razón tiene que volver a aparecer, como el sol en las mañanas o peor aún, como el hielo sobre el césped un dolor que quema tanto cariño, tanto arropo...
No es distinto a la rutina que se crearon que se miren y ninguno pueda ver que matan poco a poco un sueño... es como despertar, cada mañana con ese ruidito que le da el primer toque de locura a la semana.
Hay una carta que ambos han escrito y ninguno se ha entregado. Es como un papel insignificante que quiere alzarte entre la muchedumbre y gritar:¡soy más! Mírenme, no tengo manos, pero hago que tiemblen otros dedos, esos que hacen dejar al lápiz unas huellas de nerviosismo dulce en cada conciencia limpia de mí. Soy fuerte, porque resisto ese galope de sentimientos sin reclamar, y soy un amigo, sólo el amigo paciente, porque me entero de sus desdichas , sin reclamos, sin hablar...

Esperan, ansiosos que se les pase la vida, como volviendo al día en que a cada uno, por casualidad, causalidad, semejanza, adrede, se les pasó la infancia y llegaron a la vida que los unía en una salita. Ella, ella espera ese mensajito lindo, que al fin le diga que del otro lado, el que escribe, es feliz. Observa sus letras, las palabras, cada detalle que no dice nada, y que quiere repetirse como el coro en una orquesta que ya todos conocen. Aquí no hay alegría, bajo las cortinas que ese sub-mundo oculto, están las muecas de una amistad aislada, y unas flores marchitas, esperando un corte primaveral, un paseo del brazo y una carcajada que haga despertar los deseos de tanta ciudad que duerme y duerme todo a su paso... él espera, como uva que no será rico vino, si no pasa, espera su momento de refugio en la misma soledad, quizá termine sus días dentro de una botella, y desde el fondo de la copa grite un salud por tanta voz y tanta cobardía. Espera que ella lo llame, que le grite, que le abrace los dolores y las nostalgias, ese desahogo en ella espera, quiere sentirla, y tocarla, y ver que pasa luego... si acaso es ella la que fabrica sombras en sus sueños, o – mejor aún- si ella le hace despertar, vestirse, uniformarse, y caminar... se encuentran siempre bajo el contraste de la melancolía...


En las noches , el diálogo de las estrellas cuando se van a dar un baño de sol, es más fuerte que ese silencio vago que se establece en su llamada,... apoyados ambos en el piso, ella juega con su pelo, y él con su reloj, sin mirarla , ve la hora , como avanza una pobre línea, que en mas años, más años, se trasladará a su cara. Un diálogo monótono, como sacado de esas novelas largas, o esas canciones a dueto, les comprueba que ya no hay nada más que decir...
- hola
-¿como estás? – pregunta él.
- eh... bien, ¿y tu?
- ya sabes como estoy...
- ¿mal? – pregunta ella, oliendo una respuesta casi obvia
- sí, mal y sabes por qué...
Ella suspira como aumentando el tedio.
- ¿qué podemos hacer?- se decide a inquirir.
- no sé, no es primera vez que me lo preguntas...
- y no es primera vez que me dices que no sabes...
- no sé que decir...
- tengo que colgar, nos vemos.
No hay caso, si estas manchas no aclaran con el tiempo, bastará con dejar de lavar las ganas para creer que está renovadas, es que hasta las mismas ganas están confusas, no hay tiempo ni espacio...
Tal vez... ellos se miren, queriendo decirse lo que el viento no se atreve a llevar en su olor... pero no basta con eso, necesitan gritarse de una vez, o enmudecer para siempre. Al parecer el papel seguirá sometiéndose a su historia, a unas rayas extrañas en medio de la inmensidad de ese amor desquiciado, invalido y desvalido... tantas clases de amor, para un mismo sentir, todas se encuentran siempre bajo el contraste de la melancolía y las letras...

Texto agregado el 29-12-2004, y leído por 115 visitantes. (0 votos)


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