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¿Podría usted sentirse identificado (a) por estas letras? Me imagino que en este cuento verá referentes que pueden coincidir con algo suyo, situaciones que pueden parecerse en cierto modo a alguna de su existencia. Hasta la descripción física de los personajes podría coincidir con alguno de sus rasgos. Por lo tanto, advierto y juro solemnemente que cualquier parecido con persona alguna es simple, pura y fatal casualidad y usted verá si mira este cuento como lo que es: un simple cuento o como lo que no es: un descarnado y cruel espejo...


¿Que se decía de ella? Que era una mujer trepadora, que pese a no tener prestancia alguna, se abría paso a codazos en los círculos intelectuales. Su imagen se imponía: De inmensa humanidad, llevaba con gracia un pequeño bigotito que le daba cierto aire de oficial de la GESTAPO. Gustaba de los abrigos de piel, los cuales exhibía sin importar la época y uno no sabía que pensar al verla pasearse por el malecón con un par de zorros sobre sus voluminosos hombros, cuyos ojos de vidrio brillaban falsamente ya que habían perdido su esencia en manos de una oficiosa taxidermista.

Tenía muchísimos enemigos, todos ellos ganados por culpa de su exagerada y desmedida locuacidad, era el sinónimo de una tumba abierta... en ella no se podía confiar. Poseía un cierto don, era la mejor si de sacar secretos se trataba, llegaba dándose aires de dama culta, se echaba aire con un abanico imitación marfil, pedía té de rosas y comenzaba a parlotear como loro contenido con quien tuviese la mala suerte de colocársele al frente. Un festival de cuidadosos halagos salía de su bocota y sin más ni más atraía a algún despistado y a varios vanidosos. Así poco a poco se iba enterando de cosas importantes y de otras no tanto, hasta que un día, por las circunstancias del destino, se enfrascó en una conversación que le complicaría su existencia...

Abordó a una pareja de afuerinos, nada bien agestados. El de mirada turbia, vestía completamente de negro, fumaba habanos y bebía compulsivamente licor de menta. Ella un tanto descocada, vestía de rosa y se empinaba de tanto en tanto rebalsadas copas de Late Harvest, un vino dulce un tanto chispeante. No se sabía bien si eran hermanos, primos o amigos, de lo que estaba claro que enamorados no eran. Se los veía discutir acaloradamente, medio en serio y medios ebrios y de esa ocasión se aprovechó para acercárseles con su sonrisa de marmota en celo.
-¿Que hay chicos?- La traspasaron con la mirada, hasta que ella insistentemente volvió a preguntar: -¿Qué hay chicos? No sabía el costo que tendría ese atrevimiento. La mujer la miró de arriba abajo con sus ojos medio turbios y no dijo nada. El tipo, posó sus ojos en ella con el entrecejo apretado y masticó el habano antes de preguntarle: -¿Se le ofrece algo señora? La mujer algo cortada ante la poco cálida recepción, retrocedió un paso y dijo con voz muy suave: -No…nada. Sólo deseaba ser…gentil… -¡Aaaaah! –exclamó el tipo. Y dirigiéndose a la mujer que le acompañaba, le apretó uno de sus brazos y le dijo: -Mira, Benedicta. La señora quiere ser gentil con nosotros. ¿Necesitas tú en estos momentos a alguien gentil? Porque a mi no me hace nada de falta. Con este habano y mi buen trago estoy perfectamente bien. Se quedó mirando fijo a la advenediza, asunto que incomodó de sobremanera a la mujer, quien, no acostumbrada a que la cuestionaran, hizo una especie de puchero, agachó su cabeza y se disponía a marcharse cuando la voz altisonante del tipo la hizo detenerse. -Por cierto, parece ser usted una dama de gran alcurnia. -Ssi… lo…soy… -Eso es lo que necesitamos entonces en nuestra mesa ¿no es cierto Benedicta? La acompañante del hombre movió su cabeza afirmando y una sonrisa de lobo asomó en sus labios delgados. –Es precisamente lo que discutíamos con mi amigo- dijo con su voz algo enrevesada, -necesitábamos alguien así en nuestra mesa. La mujer sonrió complacida y le tendió su mano enjoyada al tipo. Este, en un alarde de cortesía, se la besó y se presentó. –Mi nombre es Pancracio Veracruz y ella es mi amiga del alma, Benedicta Guadalajara. Ambos quedamos a sus pies para servirle. La mujer sonrió complacida y se acomodó en su mesa, ya que le fascinaba tener a su disposición a cualquier persona a la cual embaucar con sus erróneos conocimientos que cobraban verosimilitud cuando ella los sazonaba con su amplio vocabulario de mujer enredosa. –Soy Eumínedes Rosal –se presentó con una fingida sonrisa de hiena que dejó al descubierto una hilera de blancos dientes de porcelana. Acá soy conocida como La Divina y –perdonando mi falta de modestia- creo que es el distintivo de mi personalidad. -Ahhh- exclamó una vez más Pancracio y se empinó la copita de menta para bebérsela de un sorbo. –Salud por eso entonces. ¿Es usted artista? -por supuesto, pinto, escribo, también canto ya que soy soprano lírica y he viajado por varios países dando a conocer mi arte. En rigor, la mujer no había abandonado jamás los límites de su comarca pero en su casa, que era ni más ni menos que un cuartucho modesto que le arrendaban en una mansión venida a menos, tenía su pequeña biblioteca con textos de algunos famosos y sobre todo guardaba con celo una completa enciclopedia ilustrada que era la puerta imaginaria por la que ingresaba a ese amplio mundo que desconocía del todo y que intuía grande y misterioso a juzgar por esas coloridas y fascinantes estampas. -Señora Divina- se dirigió a ella la sonriente Benedicta con su copa de vino a medio tomar. -¿Podría cantarnos usted alguna aria? -Este…en este preciso momento…hum…lo que pasa es que… -¿Puede o no puede? –vociferó el hombre mirándola con sus ojos de basilisco. -Lo lo que que quiero decir es que mi garganta esta algo…resentida. -Entonces no puede. -Nno, no puedo. -No importa. Usted debe ser una mujer muy acaudalada. ¿No es verdad? -Por supuesto. Esta comarca casi me pertenece por completo. Vivo en aquella inmensa mansión que usted podrá ver desde aquí. La mujer estiró su cuello a través de la ventana y le indicó con su dedo regordete un punto grisáceo que se destacaba en lontananza. -Es un verdadero palacio, que –es cierto- está algo descuidado, pero ha sido más por desidia que por falta de recursos. -Ahhh- exclamó Pancracio, mientras se empinaba su enésima copa de licor de menta. Me imagino que toda su fortuna la guarda usted en algún importante banco. -No. No lo hago y ¿sabe por qué? El tipo negó con su cabeza, su amiga contemplaba todo con expresión embobada. -Porque soy una mujer que desde siempre ha practicado la filantropía. -¿Qué diablos es eso? –preguntó con voz airada el tipo. -Es ayudar a nuestros semejantes sin afanes de lucro. Por ejemplo, entrego grandes cantidades de dinero a las instituciones benéficas y además soy mecenas de varios artistas jóvenes que necesitan dinero para desarrollar su arte. Pancracio le cerró un ojo a su amiga y esta sonrió con picardía. -Ahora entiendo porque siempre debe tener dinero a mano –dijo luego mirando a la mujer a través del humo de su habano. -Hum, si. Es menester que sea así. A cada momento tengo que estar entregando dinero a tal o cual entidad. Esta tarde por ejemplo, tengo comprometida la entrega de quinientos mil pesos a la Sociedad de Ciegos Polivalentes. El tipo abrió tamaños ojos. Su compinche, sonrió misteriosa detrás de su copa de vino. -Nos gustaría acompañarla a su magno palacio –dijo el hombre, apagando su habano en la mesa. -Este…hoy no podría ser, tengo muchos compromisos que me mantendrán ocupada toda la tarde. -Ah que pena. Nosotros también somos dos excéntricos millonarios que deseamos afincarnos en estos lares y necesitamos a alguien que nos asesore en la compra de una buena casa. Eumínedes no pudo disimular su sorpresa pero muy luego se repuso para ofrecerles su ayuda. Por supuesto que lo que esperaba era ganarse una generosa comisión y poder cancelar algunas pequeñas deudas que le quitaban el sueño.

Al día siguiente, se encontraron en pleno centro de la ciudad. La mujer lucía sus mejores galas, con su inseparable zorro sobre sus espaldas como magnífico trofeo de caza. Se había proveído de un portafolios para aparentar que dentro de el se guardaban importantes papeles. Al poco rato aparecieron Pancracio y Benedicta con un enorme maletín. Se saludaron con cortesía y buscaron un lugar poco concurrido para conversar. Un pequeño bar con salón privado les vino de perilla para la ocasión. Mientras bebían un refresco, Pancracio le hizo saber que ella se había hecho merecedora de toda su confianza y que querían hacerla socia en todo lo que emprendieran. La mujer se quedó fascinada pero lo disimuló con una fingida sonrisa. Interpretando su papel de mujer de mundo, dijo que ella a su vez confiaba en ellos y que estaba muy honrada por ese nombramiento. -Y para refrendarle nuestra confianza, le voy a dejar acá este maletín en el cual guardamos el dinero para la compra de la casa. Tenemos miedo que nos asalten y usted puede guardárnoslo hasta que hagamos la compra. Y abriendo el maletín, le mostró una enorme cantidad de fajos de billetes, que desencajaron el rostro de Eumínedes. Bueno, yo tampoco puedo ser menos y para rubricar este acto de confianzas compartidas, les entregaré este portafolios en el cual se guardan cheques y documentos de enorme valor. La mujer era muy amiga de un dueño de una modesta imprenta y que a cambio de los favores de la hembra, le confeccionaba cheques y documentos fraudulentos. -Quiero demostrarles también que confío plenamente en ustedes –les dijo con cara de inocencia. Se despidieron con grandes aspavientos pero no bien se hubieron alejado su buen trecho, la mujer se volvía para mirar nerviosamente a la pareja y estos, presurosos hacían exactamente lo mismo. Corolario. La mujer fue detenida por la policía cuando intentaba comprar unos hermosos cuadros de Chagall con dinero falsificado. Llorando a mares, fue llevada a la Cárcel de la ciudad, en donde la esperaba una larga condena, para regocijo de sus detractores que ese día hicieron un carnaval para celebrar la salida de circulación de la abominable mujer. La pareja no corrió mejor suerte, ya que intentaron cobrar un jugoso cheque en el principal banco de la ciudad y como era de esperar, este fue refutado de inmediato y ambos fueron a parar a la cárcel de Hombres y de Mujeres respectivamente.

Benedicta sueña con una copa de su vino preferido y en las tardes juraría que escucha a una mujer entonar una desafinada aria en una celda contigua…

Texto agregado el 15-02-2005, y leído por 398 visitantes. (3 votos)


Lectores Opinan
02-04-2005 Lo he sentido un poco largo, quizá convendría abreviarlo. tobegio
16-02-2005 Un acierto ese encabezado, no vaya a ser que generes un drama del tipo Shakesperearo, mis estrellas para esa genialidad tuya anemona
15-02-2005 Me ha encantado, no tengo palabras. Y, ante todo, nuestra amistad. Ruth
 
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