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COMERCIAL NO AUTORIZADO DE VISA


Pensé que lo había logrado. Pensé que ahora sí lo tenía todo solucionado. Esta era la idea que me sacaría de esta miserableza, mitad miseria, mitad pobreza. Era la idea perfecta para un comercial de Visa. Por alguna razón, que desconozco, tenía que ser de Visa; de otra tarjeta de crédito me parecía inadmisible. Así que preparé mis cosas: días enteros dedicado a la labor de dejar todo listo; preparé el fondo musical que le daría el ambiente que buscaba, hice miles de repeticiones de la voz en off hasta que quedara perfecta, me amanecía dibujando y coloreando las tarjetas del screenplay para la presentación que –en mi cabeza– sería todo un éxito. Los ejecutivos se quedarían impresionados con el comercial, me iban a adorar; tenía todo los requisitos para salir triunfante: innovador, realista, controversial, con contenido social, y, por si fuera poco, tenía hasta moraleja. Lo tenía decidido: no les vendería mi comercial por menos de doscientos mil dólares. Y si no aceptan, lo siento mucho por ustedes. Tendré que llevarlo a Diners.

Y, créanme, que me llené de emoción y entusiasmo. Así es como transcurriría el día que cambiaría mi vida por completo: Me levantaría una hora antes de que sonara el despertador. Ustedes saben que con esto de los nervios... “Muy bien, Luis Eduardo. Este es tu día”. Luego de la ducha, escogería el mejor terno que tengo (que casualmente es el único que tengo), aquél que me regaló mi primo, por quedarle chico. Uy, estoy muy nervioso –pensaría–, mejor no desayuno, no vaya a ser que luego se me afloje el estómago. Bueno, a pasar lista: tarjetas del screenplay, ¡listas!; cassette de audio, ¡listo!; tarjetas de presentación, ¡no tengo, pero no importa!, ¡muy bien, ésa es la actitud, la actitud de un winner!; pañuelos (es que cuando me pongo nervioso sudo mucho), ¡listos! Ok. ¿Qué hora es? Apenas las cinco y media. Faltan todavía dos horas y media para que abran la oficina. Saldría temprano, para dar buena impresión. Llegaría al gran edificio azul con gris a las siete y media...

–Buenos días, señor. ¿Falta mucho para que abran?– pregunto un poco ansioso.
–Buenas. Una media horita– me responde el guardia.

Entonces espero pacientemente. A las ocho en punto se abren las puertas e ingreso junto con algunos empleados.
–Buenos días. ¿Puedo ayudarlo en algo?– pregunta un hombre alto, enternado.
–Sí, por favor. Soy el Dr. (en verdad no soy doctor, pero eso ayuda a la imagen) Luis Eduardo Angulo. Deseo hablar con alguien encargado. Un ejecutivo, alguien importante, usted me comprende...
–La verdad que no, doctor (me dijo doctor... ¡qué gracioso!). ¿Encargado de qué?
(En casos así, es mejor no revelar mucha información. Tratar de estar calmado, ligeramente jovial, sin parecer neurótico. Total no es culpa del pobre hombre.)
–El ejecutivo de recursos humanos, por ejemplo. No, no. Mejor el de marketing.
–Y, ¿acerca de qué asunto sería?– veo que se empieza a poner un poco suspicaz.
–Negocios. Negocios que a la empresa le interesan.
–¿Tiene cita con el máster?
–No. Pero es un asunto urgente. No se puede perder tiempo en formalidades. Usted comprende. ¿Me indica, por favor, cómo llego a la oficina del máster?– le digo, mientras me empiezo a dirigir hacia los elevadores, a través del largo pasillo.

Camino lentamente. Él hombre de terno, por su parte, hace lo mismo. Escucho que me dice algo así como que no entiendo los procedimientos, que no puedo subir sin autorización, que me detenga, pero yo no me detengo, me dirijo gallardamente hacia mi meta, hacia mi nueva vida, ¡hacia el éxito!

Veo que el hombre del terno se dirige hacia el oficial de seguridad, tratando de no llamar la atención de los clientes que han empezado a entrar. “Maldición” pienso. Ya es demasiado tarde para echarme atrás, así que aprovecho el descuido y apresuro el paso, casi corriendo como si fuera uno de los atletas de caminata olímpica. No miro hacia atrás, sólo hacia delante, hacia el ascensor que está por cerrarse. Siento que la adrenalina estalla en mi interior. Ahora estoy a pasos del elevador. Finalmente me impelo hacia el ascensor y presiono rápidamente cualquier botón. Ya luego, más calmado, podré explicarle al máster lo sucedido, y, obviamente él lo entenderá y reiremos mientras tomamos un café. Pero por el momento esta maldita puerta tiene que cerrarse, y el hombre del terno junto al guardia están tan cerca. “Maldición” pienso nuevamente. Creo que no lo lograré...

Lo que sucedió luego me resulta un poco embarazoso. Gracias a Dios no habían muchos testigos. El bendito ascensor nunca logró cerrarse completamente... Fui expulsado humillantemente del edificio ante el asombro de algunos espectadores y la sonrisa de otros...
Y yo en ese momento pensando que el máster estaría esperándome preocupado, extrañándose por mi ausencia... ¡Tanto esfuerzo inútil! ¡Qué lástima!, ¿no?
Antes de que me arrojaran a la calle, escuché que me decían algo así como que ni se me ocurra regresar...

Pero mis esfuerzos no quedarían allí. Traté de vender mi comercial a todas las empresas de tarjetas de crédito que encontré. Esta vez tratando de sacar cita. En muchas no me recibieron, y en las pocas que lo hicieron las respuestas que me dieron fueron similares: el comercial no refleja la política de esta empresa, esta empresa no utiliza ese tipo de publicidad, en este momento no estamos interesados en publicitar, y hasta hubo una dama que me atendió que me bramó: “¡Que no sabe que hay niños viendo la televisión, animal!”

De tal manera que he venido a probar suerte al internet. Uno nunca sabe...

Eternamente agradecido,

Doctor Luis Eduardo Angulo.
Tlfn: 2995114

PRIMERA ESCENA (A colores)
(Se ve a una pareja de jóvenes de unos 18-19 años. Están sentados en el carro que está estacionado en un mirador. La muchacha se voltea hacia él, le toma las manos y le dice:)
MUCHACHA: Estoy embarazada.
(El novio se echa para atrás con cara de susto)

SEGUNDA ESCENA (En blanco y negro)
(Se ve a otra pareja de jóvenes de unos 18-19 años. Están sentados en el sillón de la sala de la casa de ella. No hay nadie más en la habitación. A la izquierda de la muchacha hay una pequeña repisa, en donde se ven muchos portaretratos. La muchacha se voltea hacia él, le toma las manos y le dice:)
MUCHACHA: Estoy embarazada.
(El novio se echa para atrás con cara de susto)

TERCERA ESCENA (A colores primaverales y pasteles)
(Se escucha unas melodías de música clásica, sobre la cual resalta la voz en off del narrador mientras se ve a la primera pareja en una juguetería tomados de la mano, felices, escogiendo la cuna para el bebé. La muchacha señala unos peluches , el novio unos juguetes. Se los nota emocionados)
NARRADOR EN OFF: Para todos esos momentos especiales de la vida en los que tienes con quién compartir, siempre podrás contar con VISA ... Porque en la vida hay cosas que NO VALEN LA PENA COMPRAR...

CUARTA ESCENA (En blanco y negro)
(Al mismo tiempo en que el narrador termina de decir “no vale la pena comprar...”, se detiene bruscamente la música, se escucha únicamente el murmullo de la lluvia y se ve a la segunda pareja corriendo hacia la puerta de un edificio donde en grandes letras rojas se lee “CLÍNICA DE ABORTOS”).
(Luego se ve al novio firmando un voucher con su MASTER CARD)

FIN



Guayaquil, noviembre del 2002.

Texto agregado el 16-11-2002, y leído por 1720 visitantes. (3 votos)


Lectores Opinan
25-03-2009 Hola, se que esto es del 2002 y que la introduccion es solo a fin de presentar el cuento, respetuosamente no creo que a ninguna firma comercial le interese esto, es similar a decir...compra esta marca de MOTOCICLETA en la cual solo perdieron la vida 100 personas en cambio la competencia mato a 1000. Nadie quiere relacionar su marca con este tipo de temas. Recomendacion si queres vender alguna idea...BUSCA SUEÑOS... alexiskingchile
27-05-2003 Fuerte el contenido pero bastante real. Me gustó lo que dijiste de que en la vida hay cosas que no valen la pena comprar... cenicienta
27-05-2003 Fuerte el contenido pero bastante real. Me gustó lo que dijiste de que en la vida hay cosas que no valen la pena comprar... cenicienta
04-12-2002 flojo y lo comico no es lo mio al menos que me saque una carcajada que me haga feliz, mas no reir ( el escribidor de "la tia Julia") gabby
22-11-2002 Es voucher, no boucher. Por lo demás, guión cruel pero ingenioso. En general, bien escrito barucho
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