El seis de abril de 2003, el Congreso aprobó el Estatuto. La ciudad de Phoenix se trasladaba, por entero, a la realidad virtual. Una semana después todo estaba listo y comenzó el proceso de transferencia de datos.
Los habitantes de la antigua ciudad en Arizona conquistaron todo un planeta del que ahora eran los dueños absolutos e indiscutibles, apenas unos años después estaban colonizando planetas de otras estrellas, aunque ésto sólo como preludio al Imperio Galáctico que constituirían trillones de seres humanos en millones de sistemas planetarios. Viajaron fuera de su Vía Láctea original, en naves acondicionadas para que nacieran, vivieran, procrearan y murieran innumerables generaciones descendientes de los Primeros Padres, o Fundadores Constituyentes, como se les nombraba en los libros de historia. Llegaron al límite físico del Cosmos y descifraron todos sus secretos, dominaron todas sus leyes y organizaron los principios de termodinámica y física cuántica en una forma más lógica y fácil de entender. Alcanzaron la excelsa cúspide de la Evolución Animal, tanto con los planes corporales más prácticos como con los más hermosos y originales. Junto a ellos evolucionaron millones de especies de seres vivos y también se re-crearon los dinosaurios, los mastodontes, el hombre de Neanderthal y las trilobitas. Pelearon guerras —algunas terriblemente sangrientas y que duraron milenios enteros— hubo verdaderas epopeyas y famosos héroes mitológicos. Cada siglo tuvo miles de intrigas románticas, misterios insolutos y vidas ejemplares. Hubo de todo: traiciones, virtud, grandes obras de la literatura, rumores, mártires,... maravillosas aventuras. Casi todo sucedió... en el más remoto y olvidado puñado de polvo cósmico estamparon su huella —las Crónicas de Phoenix tienen más volúmenes que quarks hay en todas las Dimensiones Posibles— probaron todas las combinaciones sociales que se les ocurrieron. Muchas veces llegaron al borde de la extinción y un día se extinguieron por completo, mientras que su Universo moría de muerte térmica. El diecisiete de mayo de 2003, en una breve nota periodística, los medios informaron que, con toda seguridad, la porción de la realidad virtual correspondiente a Phoenix estaba completamente inutilizada. Desde entonces interesa muy poco el tema y únicamente algunos turistas visitan "ese lugar" en medio del desierto. El viejo señor Cappeletti, que no pudo irse al ciberespacio con el resto de los ciudadanos de la capital de Arizona —estuvo ausente ese día— murió el pasado septiembre a los noventa y ocho años.
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