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EL BALCON
No pude ir a la escuela porque tenía fiebre Ella dijo que mejor me quedaba. Que podía dormir un poco más.
Pero me cansaba estar en la cama. Así que me levanté y fui a su dormitorio. Ella estaba con Alex. Un médico de un hospital cercano que la visitaba hacía tiempo.
Sabía que no quería que entrase cuando estaba con él. Pero estaba enfermo y me sentía con ciertos derechos. Golpeé la puerta con los nudillos y después de lo que me pareció una eternidad, la abrió.
Preguntó con voz ronca qué quería y dije que me aburría solo. Dijo que ya jugaríamos en la sala. No muy convencido me volví a mi alcoba.
Media hora después, me llamó para que conversara con Alex.
No me agradaba. No sabía por qué. Quizás porque siempre me tomaba de los hombros o me tocara la cara o las manos. No me gustaba el contacto de su piel.
El balcón dejaba entrar una tímida claridad por las cortinas transparentes.
Me sonrió con una sonrisa de conejo. Preguntó si quería oír un cuento y contesté que sí. Ella dijo que prepararía el desayuno en menos de diez minutos y yo me dispuse a oír el relato. Comenzó con voz falsa uno muy aburrido, pero al rato me tocó los brazos apretándolos. Odiaba que lo hiciera. Así que me levanté de la silla y me acerqué al balcón para poner distancia. Pero él también lo hizo y me preguntó por qué me alejaba. Tengo calor, dije y abrí la ventana. Eso pareció enojarlo. Trató de cerrarla, pero yo se lo impedí. No sé si lo empujé, o simplemente quiso mirar la ciudad que se extendía a lo lejos, cinco pisos más abajo. No recuerdo si gritó él o fui yo mientras señalaba con ademanes absurdos el bulto oscuro desparramado sobre la vereda.
El balcón se clausuró después del accidente, en vez de arreglarlo, como estaba previsto. Ella murió a los cinco años del suceso y yo me volví muy taciturno.
Muchas veces soñaba que impedía a Alex llegar al balcón y entonces él me contaba un cuento, hasta el final, sin tratar de tocarme la cara ni el cabello.
En la escuela fui un niño solitario. En la secundaria, algo tímido. Y en la Facultad de Medicina decían que era muy serio para mi edad.
Cuando terminé la carrera me especialicé en Pediatría.
Una tarde triste de otoño fui a la casa de Sara. Su hijo se encontraba con una fuerte bronquitis. Me llevó a su dormitorio, pero estaba vacío.
-Estará en la sala, dijo y fue a preparar café.
Una ráfaga de viento frío entró por el balcón. Era como tantos otros, pero al mismo tiempo tan familiar. Me atraía. Y el niño en el balcón. Mirándome fijamente. Y yo acercándome a él y tocándole el brazo y los cabellos.
Y la acera con la escarcha helada viniendo a mi encuentro, allá abajo.

Texto agregado el 21-03-2005, y leído por 546 visitantes. (19 votos)


Lectores Opinan
20-09-2009 Muy bueno amiga. Sencillo de leer y el terror lo imaginámos. Felicitaciones. Un abrazo palujo
15-05-2008 jajaja ala gran... buenisimo efecto...5* ilov
14-12-2007 inteligente, pesimista, y fatalista, pero efectivo. pablobusa
03-11-2007 Me ha gustado el cuento...y me sigue gustando tu estilo. rovete1
01-05-2007 Me gusto, esta bonito, tiene un estilo personal, me gusto eso de volver a contar lo sucedido, eso de volver a la memoria, es algo propio de Prust...Animo, doctora lekbir
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