Una noche tibia de verano, como diablos la voy olvidar. Tocaban la puerta con desesperación.
Zam, despierte, despierte.
Con trabajos pude abrir los ojos, más la sirena de la ambulancia me despertó completamente o tal vez ¿sería la voz autoritaria de mi padre? que me grito..hay un servicio, levántate rápido.
¿Y no tienen ambulancias los del hospital del seguro?
Le preguntaba yo al querido maestro Pánfilo, quien me despertara con tremendos golpes en la puerta de la casa y sonando la sirena de la ambulancia.
Dicen qué no; me contestó con su simple pero peculiar manera de hablar.
Y la tenemos que llevar urgente, pero muy urgente, hasta la “central” pues el parto dice el medico del hospital, que viene difícil y no se animo a atenderlo aquí. Continuo explicándome, mientras me ponía yo el casco y arrancaba la ambulancia con destino al hospital central de la Cruz Roja en la ciudad de México.
Como era de madrugada, no había mucho trafico y pudimos avanzar sin grandes dificultades hasta pasar por Chalco, población distante de nuestra base unos 22 kilómetros.
Oiga maestro ¿tiene usted cigarros? Por qué en la fiesta se me acabaron. Si joven me dijo, al mismo tiempo que se buscaba en su chamarra y después me extendía una cajetilla de cigarros “del prado”
¿Así que estaba en una fiesta? me pregunto en tono desconfiado, ¿no se siente muy cansado? No maestro, apenas me estaba durmiendo, así que vamos bien, no se preocupe y prendí el cigarro que me diera, ¡vaya golpe de nicotina! Sabia horrible, pero con lagrimas en los ojos y haciendo esfuerzos por no toser, casi me acabe el tizón del diablo ese, pero se logro el objetivo, se me quito el sueño.

Ya entramos a la autopista, en 20 minutos estamos en la central, le comente a Don Pánfilo, hombre bueno y entregado a su trabajo de limpiador de zapatos y que con toda tranquilidad abandonaba por atender un servicio de la Cruz Roja, y qué apenas estábamos enseñando a manejar. No me pudo contestar, ya que nuestra paciente lanzo un grito que nos puso los pelos de punta.

¿Que paso? le pregunte a su hija de 13 años que la acompañaba...que ya viene me contesto la mujer parturienta...ya viene..me insistió gritando en forma desgarradora.
¿Ya viene? Y el medico de guardia no quiso atenderla por parto difícil...esos pensamientos hicieron que apretara hasta el fondo el acelerador y la maquina respondió instantáneamente y también instantáneamente la mujer me volvió a gritar...¡pendejo no me mueva tanto!...que duele.

Bueno peores cosas me han dicho, le comente haciéndome el gracioso, al maestro, pero la verdad sentí un tremendo frió que me corría por la espalda y más cuando el me contesto, bueno ¿usted sabe atender un parto verdad?

Mire no tardamos en llegar, tenga paciencia, aguante un poco, fueron mis palabras con que trataba de consolarla y tratando de ganar un tiempo, qué yo presentía ya no tenia a mi favor.
No puedo más, ayúdeme..eran gritos en verdad espeluznantes, y yo por el espejo panorámico observaba los movimientos de la mujer, así como la angustiada y espantada cara de su pequeña hija de no más de trece años.
Claro en teoría y con muñecos yo había practicado en los cursos de socorrista, pero ahí era de verdad y además el parto era ...¡comprometido!

Ayúdenme...por favor...y ya no tuve más remedio...pare la ambulancia, y le dije al maestro, maneje usted y yo la atiendo en lo que pueda.

Prenda todas las luces de atrás, le pedí a mi novato chofer, aparentando una calma, que estaba bien, pero bien lejos de sentir.

Me ponía los guantes, cuando la mujer grito nuevamente y me dijo, deje eso y ayúdeme... ¡ya esta aquí!

Efectivamente al retirar la sabana con la que venia cubierta la señora, note con gran espanto que una cosa negra ¡inmensa! Pero en verdad ¡inmensa! ...Esta saliendo.
La tome con cuidado, y le pedí... puje...juro que yo puje mas fuerte.

Ella obedeció y la cosa negra creció..hasta hacerse más grande que mi mano. Y al fin, estaba entre mis manos, se movía, péguele.. péguele para que llore me gritaba el maestro...¿yo debía que?.. ¿Que me enseñaron en el curso?..¿donde pegarle?...¡una nalgada!....¡si una nalgada!...¡donde están sus nalgas? Y ahí ocurrió el milagro...el solito..solito lloro..si lloro....y yo también.

¿Que es? Me pregunto con insistentemente la nueva madre...yo con lagrimas mezcladas con el sudor que me bajaba a raudales por la frente, no atinaba contestar, hasta que la nueva hermanita le decía, es niño mamá..es niño

Niño... ¿como sabia ella?...entonces lo sentí y pensé...que niño tan bien dotado va ser este...hasta que me di cuenta que estaba agarrando junto con el bebe el cordón umbilical.. Y ahí otro problema..¿se lo corto? O mejor...si mejor...

El maestro que había manejado rápido, según él, pero no había levantado la ambulancia a mas de 50 kilómetros por hora, se detuvo y volviendo al volante, recorrimos lo que nos faltaba con el acelerador hasta el fondo y mi angustia creciendo, ¿lo había hecho yo bien?..¿hecho?...pues si solo puse las manos...yo realmente no hice nada...pero ese nada...¿lo hice bien?

La antigua calzada de Puebla se me hizo eterna, yo sentía que la ambulancia no avanzaba, la sirena nos abría paso entre el trafico de esa mañana. Recuerdo vagamente la mandíbula apretada de mi copiloto pero no me comento nada.


Viaducto lo pasamos por un imaginario, en aquel entonces. carril de en medio...reconozco qué en aquellos tiempos los automovilistas eran mucho más respetuosos del paso libre a una vehículo de emergencia.

Por fin llegamos a periférico, volteaba ligeramente a ver a la familia atrás y las veía inmóviles...¿se habrá desmayado?..¿estará conmocionada? Y el niño o lo que fuera ¿por que no llora?

Ejercito Nacional, entre como exhalación en la avenida, una cuantas calles más..por favor Dios ayúdanos.

Ahí estaba la central, llegamos y como siempre varios socorristas nos ayudaron a bajar a nuestra paciente y la metieron a emergencia sin mas tramite.

¿Viene vivo? Le pregunte temeroso al maestro y la madre ¿como la vio? Claro que viene vivo, me contestó el maestro...entonces ¿por que no lloraba? Se me quedo viendo...¿no lloraba? ..claro que lloraba... y se fue a entregar el parte a la comandancia.

¿Que paso?...¿como están?...bien todo bien...me dijo el medico...atendiste bien el parto...

Entonces le comente...pero en el hospital decían que era un parto de alto riesgo...Te tomaron el pelo, venia todo bien y ahí esta la prueba la madre y el niño están perfectos, deben haber tenido flojera de atenderla y como siempre ...les pasaron el problema.

¿Pero todo esta bien? insistí, si..la placenta salió limpia, ¿como la sacaste así? Placenta..¿que era placenta,... ¡pero yo no saque nada!..bueno..me dijo el doctor...me saludas a tu padre y a don Hipólito...gracias doctor...pero oiga lo detuve..¿si?...no tiene algo para mi..me siento..y las piernas simplemente se me doblaron.

¿Como te sientes?...yo...pues bien...algo mareado todavía...pero bien...tuviste una desmayo nervioso me dijo el doctor...pero nada que no se cure con un buen café. Me levante lentamente y vi que en la otra cama, estaba mi “paciente” tranquilamente viéndome, ¡ella tenia mejor cara que yo! Gracias me dijo...y yo solo le señale hacia arriba...a el..solo a el dele las gracias ..y en verdad..gracias dios mío..por el suceso maravilloso en el que me toco participar.

¿Pues que le paso joven? me decía un maestro Pánfilo, en tono qué todavía recuerdo medio irónico. Bueno, que bueno que no le paso nada, por que usted si casi me provoca un infarto, venia manejando como loco y después se desmaya...¿no cree que mi silencio vale un desayuno?

Así desayunamos yo una taza de te, pues cualquier otra cosa me hubiera caído muy mal y Don Pánfilo desayuno como si se hubiera escapado de un hospicio y lo peor es que me tuve que fumar otro de sus cigarros “del prado” sin hacer ningún gesto o comentario.

Por cierto el niño se llama Humberto.