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Inicio / Cuenteros Locales / elcorinto / Un pais que puede que ya no exista

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En un lugar que puede que ya no exista, no había ninguna razón para que la gente fuera extraña. Esas sutiles rarezas eran, precisamente, las que conferían entidad a esa tierra. Eran así, porque si no lo fueran, no existirían. Y en esa tierra había historias sobre la gente, había gente para las historias, y había gente sin historia e historias sin gente. Estas últimas eran las más peligrosas. Se llamaban “historias directas”, y las escribía Insólito Consuelo durante las largas noches invernales. Estos relatos eran interminablemente largos, y como no tenían personajes, se apoderaban del lector, se apropiaban de él y lo mantenían dentro de sí para siempre. Es por eso que Insólito Consuelo no dejaba que la gente leyera sus relatos, a pesar de que le pidieran insistentemente echarles tan solo una mirada. Ni siquiera él sabia de que trataban sus historias, pues ni el mismo se atrevía a leerlas. Se limitaba a atesorarlas en su desván y a impedir que nadie las leyera. A pesar de todo, Insolito seguía escribiendo en las largas noches invernales, por la sencilla razón de que tenia necesidad de hacerlo. El pobre hombre, sin saberlo, era el único escritor puro.

Pero había muchos mas escritores en esta tierra. A decir verdad, todos los que vivían en ella escribían en mayor o menor medida.

Uno de los más famosos era Inmolo Levanta, aunque ahora la gente no tiene ya interés en sus libros. Antiguamente, sin embargo, eran leídos con verdadero afán, y eran famosos en el mundo entero. La fama de estas historias radicaba en sus peculiares argumentos. En todas ellas, Inmolo Levanta presentaba quince o veinte personajes que se reunían en una casa y que eran brutalmente asesinados por un papagayo llamado Papapú. Tras escribir su primer libro, la gente acudía a él, y le daban su nombre para que en le próximo libro, Papapú les matara. Miles y miles de nombres y apellidos reales fueron descuartizados por el eminente ave, causando el orgullo de las víctimas, que se veían ennoblecidos al ser asesinados por tan famoso personaje. Sin embargo, un día la fama de Inmolo Levanta se eclipsó. En su último libro, Inmolo presentó a 756 personajes (todos ellos con nombres reales) como víctimas del papagayo, que acabó con ellos en dos capítulos. Sin embargo, por error o por olvido, hubo un nombre que no apareció en el recuento de cadáveres, y que sí había aparecido en la lista inicial de víctimas de Papapú. Era el nombre de una mujer, Pésima Oradora, una prima lejana de Inmolo. Esta mujer se ofendió tanto que divulgó este error por todo el mundo, e incluso llevo a Inmolo a los tribunales. Al final, el escritor fue condenado a no volver a publicar mas libros sobre Papapú, pues acusaron al papagayo de incompetencia criminal. Inmolo fue la primera víctima de una plaga que, posteriormente, se denominó como “orgullo del lector”.

Otro escritor muy fértil fue Esotérico Banal. Las historias de Esotérico trataban todas sobre fantasmas. En ellas, un fantasma llamado Fugaz Bandido, atravesaba muros, paredes y capítulos espantando doncellas y viudas. Cientos y cientos de libros escribía el autor, que eran consumidos con gran avidez por las gentes. Pero de pronto, el publico cayo en la cuenta de algo que hundió por completo la extensa fama de Esotérico: El publico empezó a darse cuenta de que no sabían que era un fantasma, ni una viuda. Y no es que fueran tontos. Es que en esa tierra, que puede que ya no exista, nadie moría, y por tanto, ni había fantasmas ni había viudas, ni persona alguna había iodo hablar de tales cosas antes de leer los libros del autor. Poco a poco, tales libros fueron perdiendo interés y el autor desapareció por completo. Algunos conjeturaron que fue atrapado por un Relato Directo, y otros piensan que se volvió normal. El caso es que jamás nadie lo volvió a ver.

Fue otra víctima mas de la “Razón”. Uno de los más férreos defensores de esta “Razón” era Bufón Rabietas. Era, de todo el mundo, el más ávido lector. Pero Bufón leía con esa increíble mala leche con que sólo los críticos son capaces de leer. Tenía un amplio repertorio de adjetivos, que iban desde “patético” hasta “incalificable”, y sabia impregnarlos de ese tono de voz que las hace tan ofensivamente terribles. Esotérico le llamo una vez, con cierto acierto, “el martillo de las brujas”. Pero como la gente no sabía lo que era una bruja...

Pero no todas las historias están escritas. Hay algunas que no hace falta escribir porque se cuentan. Otras, porque no interesan. Estas son las “historias Vivas”. Son historias reales, vividas por alguien. Suelen ser meras anécdotas al principio, pero gracias al rumor, acaban convirtiéndose en enormes relatos. Por eso se llaman historias vivas, porque crecen en el viento, de boca en boca, exagerando detalles insignificantes y puliendo y desgastando las partes realmente dramáticas o dolorosas. Así, cualquier hecho acaba totalmente desvirtuado e irreconocible, y su contenido dramático se pierde, y es más fácil de olvidar, quedando tan solo lo anecdótico. Aunque a veces, estas historias crecen demasiado. El caso mas claro es la historia que se cuenta sobre Ofrenda Cumplidos. Al parecer, un día a su casa acudieron sus cuñados a comer, y como la visita era inesperada y no tenia en casa suficiente comida para ofrecer, por no quedar mal ante la familia les dió de comer al perro, eso sí, muy bien aliñado y cocinado. Esto ocurrió realmente, y los cuñados se dieron cuenta del guiso y salieron de allí, y ¡menudo disgusto que la dieron!. La historia empezó a crecer, y al final los cuñados se convirtieron en dos altísimos cargos del Estado, el perro se convirtió en el suegro de Ofrenda, y la reacción de los cuñados se exageró, y todo acabó en matanza.

Pero no todo en esta tierra eran desgracias. Todos los años, al comenzar la primavera, celebraban una gran fiesta en la que participaba todo el mundo. Esta fiesta databa de tiempos muy antiguos, y era costumbre entre los ciudadanos el regalarse unos a otros pequeñas bolas de nieve que compraban a unos indios que las traían de las montañas. Evidentemente, dichas bolas al poco tiempo se derretían y de nada servían a su propietario, por lo que puede parecer estúpido hacer este tipo de regalo. Pero no es así, pues lo que realmente se demostraba con este acto, era la estima que se sentía por las demás personas y la amistad que los unía, y que llegaba hasta el punto de gastarse el dinero en comprar algo que ni tenía utilidad, ni perduraba ni poseía valor alguno.

También eran muy sonadas las bodas. Ese día se invitaba a mucha gente y había copiosas cenas y bailes hasta la madrugada, y las enormes familias se reunían con gran gozo para hacerse gran número de fotografías. Lo curioso de las bodas es que a todas ellas acudía un hombre llamado Inerme Vestigio, que se colaba entre los familiares para fotografiarse con ellos.

La gente le dejaba porque sabían perfectamente que Inerme padecía una gravísima enfermedad que le impedía salir en las fotos. siempre, al revelarlas, se veían un pequeño hueco en el retrato que correspodía a la posición que ocupaba Inerme, el cual jamás se desesperaba y, en cualquier boda, se le seguía viendo posar, esforzándose en una exagerada sonrisa a la cámara, o en alguna estrafalaria pose.

Y así podría seguir contando cientos de pequeñas historias, como la de Sinfin Partidas, que se pasaba el día saliendo de su casa, o la de Telón Gangrenas, que andaba siempre empapado en sangre, pero creo que he de contar la historia de cómo le llegó el fin a esta extraña tierra y a sus gentes.

Todo comenzó un otoño en que, Febril Renuevos, famoso científico e inventor, comenzó a madurar la idea de que el hombre podía caminar sobre las nubes. La gente, como es normal, le tomó por loco y no le hizo mucho caso. Pero Febril, como buen científico que era, hizo caso omiso de tales comentarios y, tras dos años de pruebas e investigaciones, creó su prototipo de Andanubes (que no era otra cosa que unas sencillas botas de piel). Con ellas caminó hasta las montañas y, lanzándose sobre las nubes, anduvo sobre ellas cuanto quiso, para sorpresa de todo aquel que oía sus gritos de alegría y júbilo.

Alentado por tal invento, se dedicó a comercializarlo de forma masiva y, en poco tiempo, no había nadie sobre esta tierra que no tuviera su propio Andanubes y que no se pasara los días enteros caminando sobre ellas.

Así, llegó un momento en que la gente dejó de bajar al suelo, prefiriendo hacer la vida en las nubes. Este tipo de vida fue provocando que su cuerpo se fuera haciendo cada vez más etéreo hasta que, al final, sencillamente desaparecieron, fundiendose con las nubes, con su nuevo hogar.

Y así terminaron sus historias, sus desgracias y sus alegrías. Nadie supo ya nada más de ellos, y lo poco que sabemos, unos pocos como yo, lo hemos aprendido en esos tristes días de lluvia.

Texto agregado el 23-03-2005, y leído por 419 visitantes. (4 votos)


Lectores Opinan
01-10-2005 los hombres sabios buscan ya algún rayo de luz. loselefantessoncontagiosos
31-03-2005 el mago de la ironía, y tú me lo preguntas?.Un beso de Castiza Lozana iolanthe
30-03-2005 A quién no le gusta que le regalen una bola de nieve. Poniendo voz de crítico bueno, si los hay, diría que el relato te atrapa con una candidez fingida que el autor utiliza con maestría para acercarse sin levantar sospechas a los sentimientos e¡ del lector, que instantáneamente se convierte en cazador cazado. No sé quien dijo que la literatura es eso: hacer creer al lector que es más listo que el que escribe. Mi enhorabuena. larsencito
30-03-2005 Amigo, amigo... esto es lo mejor que te he leído, o mejor dicho, de lo mejor que he leído en esta página. Me lo recomendó un tipo llamado Intrínseco Mostrenco. Sigue así camarada. Desdentado_Daroca
24-03-2005 Que buen país... espero que por aqui no venga el "orgullo del lector". Me ha gustado mucho, tiene magia, ironía y -cosa muy buena- sencillez. Aniuxa
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