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Beatrix se sentía cansada, triste y deprimida en ese día tan lluvioso que mostraba la ciudad. Pero no tenía opción, su psicóloga la esperaba para otra sesión más de “torturas” como lo solía denominar, y justo hoy, con su pésimo humor tenia que soportarla. Era injusto.
“¿Para que rayos necesito yo una psicóloga?” se preguntaba una y otra vez a la llegada del lunes, su día de cita. La especialista que la atendía era una mujer regordeta, simpática y con mucha experiencia de vida, le gustaba hablar con ella, lo disfrutaba pero a su vez le cansaba que le repitieran una y otra vez que no debía drogarse, tener sexo sin amor ni fumar. Tonterías. Sabia que ella era una adolescente muy adulta para sus dieciséis años, que si bien ya conocía códigos ilegales, sabia muy bien que se hacia y que no. Cuando estaba por hacer algo indebido miraba el ejemplo de su mejor amiga, Magali, que ya llevaba dos meses de embarazo.
En fin, era hora de tomar ese pesado viaje de una hora para tener la misma charla semanal. Como pretenden que vaya feliz con semejante viaje...como si allí encontrara al amor de su vida, en un sucio colectivo...por favor, que necedad.
Cansinamente agarro su morral, se peino frente al espejo su flequillo recto y se acaricio suave pero firmemente su pelo negro y lacio. Se calzo una campera cualquiera que encontró a su paso y salio hacia el exterior.
A mitad de cuadra se dio cuenta que se olvido a su único amigo, el discman. Se maldijo entre dientes. Aminoraba el viaje un buen tema de La Renga.
Siempre que solía salir sola no podía evitar mirar los rostros de la gente que pasaba a su lado, dispersa y enojada para llegar a tiempo a sus citas, dispuesta a tirarte a los autos con tal de pasar ellos primero. Que feroz que era la ciudad, a veces se imagino vivir en el campo...pero la espantaba la idea de tener que lidiar con bichos de todo tipo.
Hoy en particular, camino a la parada del colectivo que la llevaba a su bendita psicóloga, se fijo en la cara de una mujer vieja, con arrugas pero que parecía tener muchos secretos por contar.... sin quererlo la siguió con su vista hasta que se perdió en la neblina de ese atardecer. Otra cara más, ahora era la de un niño que la miro también extrañado de la palidez de su piel. Ella le sonrió y el niño le devolvió la lengua...”Los jóvenes del mañana están cada día mas simpáticos” pensó en su interior.
Llego al colectivo, una larga fila se anteponía a ella y inconscientemente se sentó en el cantero de su izquierda y nuevamente se colgó con la mirada de una señora que retaba a su pequeño hijo por no prestar atención. Sonrió inconscientemente al acordarse de cómo su mama la retaba a ella también. La escena fue interrumpida por un hombre que cruzaba la calle muy apurado y con ocho bocinas aproximándosele, al pasar se escucho el insulto de un taxista muy malhumorado. En el fondo le dio lastima del hombre, el solo intentaba llegar temprano a su lugar, además dedujo que por sus anteojos no veía bien.
De nuevo volvió la depresión al ver a una pareja de la mano en la plaza de enfrente. Ella había cortado con su novio hace dos semanas y el peso de su familia para que lo haga fue brutal. Además se sentía atareada y con dolor de cabeza por la fiesta del fin de semana (“Que borrachera...”) sin contar los miles de trabajo para el colegio. Al fin y al cabo hablar con su psicóloga no le haría tan mal....pero estar sentada exactamente una hora, un día lluvioso que solo sirve para dormir, frente a un colectivo era letal.
Al fin llego el maldito colectivo, gracias a Dios estaba vació, aunque al subir la madre con el niño llorando, la mujer vieja y... ¿Quien era aquel chico?, su cabeza giro y sus ojos verdes brillante se abrieron como platos.
- Señorita...- escucho una voz lejana. Miro a su alrededor y se encontró con la cara del chofer esperando que dicte el valor de su boleto. Su vista seguía concentrada en aquel chico que, increíblemente, había pasado por alto en la fila.
- Ah si, disculpe...Ochenta- dijo con una débil voz. Siguió su camino y al tratar de poner la moneda le erró dos veces, la tercera, por fin, pudo encajarla. Saco su boleto rápidamente para que la mujer con el niño no le ganara el asiento de atrás, justo el de la ventana que a ella le encantaba. Sobre todo en un viaje tan largo que solía marearla y traerle nauseas.
Se sentó, y no pudo evitar desviar su vista de aquel chico que recién sacaba su boleto. Lo miro, de arriba abajo, pasando por su pelo delicadamente teñido de mechas rubias y ese mechón larguito que le colgaba atrás de sus alborotados cabellos, su rostro...blanco y suave del que sobresalían dos grandes e inmensos ojos celestes. Volvió a subir la mirada...en verdad era de altura normal para un niño que no aparentaba mas de diecisiete, aquella figura tan perfecta cubierta por una musculosa (¿Con esta lluvia?) y una gran bermuda. Magnificas zapatillas calzaba, eran súper deportivas. Pero lo que mas le gusto fue aquella gorrita que le daba un toque de picardía. ¡Que hombre! Pensó para si misma ¡Ahora si tendrá valor este viaje!
El chico avanzo y se sentó dos asientos mas adelante que ella, sin girar ni desviar su mirada. Beatrix no perdió esperanza y siguió mirando. Nada. Ni una señal. De nuevo le volvió la depresión, ahora que corto con su novio nadie mas le llevaría la corriente ni la miraría. Sus ojos se volvieron a alinear y fijo su vista en la ventana, que salpicaba molestas gotitas. A través de sus vidrios se veía luces rojas de los autos, ruidos de bocinas y muchas voces de gente que hablaba, hablaba y lo único que hacia era hablar.
¡Una hora acá dentro!, que insoportable ¿Por qué su psicóloga no queda a la vuelta de su casa? Encima el chico ni la registraba.... a veces se preguntaba para que vivir.
Rastreo a todo el colectivo, nadie interesante...nadie a quien ver por horas sin pestañar, nadie a quien molestar, nadie...absolutamente nadie. Ella sola sentada en aquel frió asiento de aquel lluvioso día. Aunque en realidad no estaba sola...había alguien dos asientos mas adelante que le llamaba mucho la atención, si...aquel que la hizo sentir en las nubes sin siquiera decirle como se llama...pero que no la miraba. Seguía sin mirarla. Mentalmente se acordó de una famosa propaganda y empezó a pronunciar “Mírame, mírame, mírame” pero nada....solo aquella nuca rapada con aquel mechón largo teñido de rubio.
Se acurruco en su asiento y apoyo su cabeza en la ventana, miro al chofer que parecía mas concentrado en las piernas de una señorita que acababa de subir que en los autos que tenia por delante...”Pensar que le pagan por eso... ” Pensó y sin querer sus ojos se fueron entornando poco a poco hasta semicerrarse. De repente se despertó sobresaltada...”no debo pasarme” se repitió a si misma al ver que ya había pasado casi media hora de aquel pesado viaje.
¿Y el niño?...¿Donde esta?, rápidamente miro a su asiento...¡Ya no estaba!, que desastre el día de hoy, se maldijo una y mil veces. Pero para su fortuna el chico este... ¡Estaba sentado al lado de ella!. Nervios. Muchos nervios. Se trato de relajar a si misma pero no podía al verlo tan cerca y mas ternura le dio cuando lo vio profundamente dormido casi cayendo en su hombro. Y ella que pensaba que al dormirse, el pensaría que era tonta. Se rió para si misma por pensarlo.
Llego a preocuparse por si el se pasaría de su viaje, pero se desconcentro cuando su cabeza rozo fugazmente su hombro izquierdo. Los colores subieron a su cara “No puedo ser tan infantil” se reprendió.
De nuevo la cabeza de aquel hermoso chico, esta vez fue pesadamente la caida, tanto que hasta Beatrix misma se asusto.
- Discúlpame- dijo en voz totalmente gangosa producto del sueño. Beatrix se sintió en una nube.
- No todo bien, te estaba por llamar porque capaz te pasabas- inquirió ella.
- ¿Por? ¿Dónde estamos?- dijo bostezando.
- Ehm...- “Dios, donde estoy...”- ah si, estamos por Lugano, en veinte minutos llegamos a Celina.
- Ah buenísimo, me bajo ahí- respondió el.
- ¿De veras? Yo también – dijo pensando que quedaba muy “casualidad” que pase eso. Pero era verdad, su psicóloga quedaba en Villa Celina.
- Ah bueno, entonces puedo dormir otros minutos mas- se acomodo el de nuevo.
- Yo no te pienso llamar eh- le salio del alma, arrepintiéndose de meter cada vez mas la pata.
- Que buena persona, igualmente....que me espere mi psicóloga- susurro el.
- ¿Vas a la psicóloga?, no me vas a creer...pero yo también- se sorprendió ella.
- Si, se llama Maria Inés, es buenísima- dijo el cada vez mas despierto.
- Ah entonces nos bajamos juntos....copado!- se alegro Beatrix.
- ¿Cómo te llamas?- pregunto el.
- Beatrix, vos?
- Federico
- Mucho gusto, Fede- trato de ser cortes.
Sin quererlo, Beatrix se dio cuenta que Federico, aquel chico que no podía dejar de mirar era mas lindo de lo que pensaba, era hermoso, único. Le gustaba mucho y solamente sabia que se llamaba Federico y lo había visto esa vez sola en su vida....¿Esto es el amor? Si lo es, bienvenido sea.
- ¿Por qué estas deprimida?- pregunto Fede.
- ¿Cómo sabes?- se sorprendió ella.
- Si vas al psicólogo, un día de lluvia como este, es porque tenes un grave problema- relaciono el.
- Si, me levante de mal humor...todo me sale mal, no tengo ganas de vivir...- sin quererlo se le escapo una lagrima.
- No llores, yo tampoco tengo ganas de vivir pero para eso voy a Maria Inés, para que me ayude...vos tenes que hacer lo mismo, Beatrix- ella se sorprendió al escuchar su nombre.
- Gracias, aunque no te conozco...gracias- se excuso ella.
El le devolvió una sonrisa. Ella también. La hora de bajarse llego.
Sin quererlo ella se acordó de una frase “como si allí conociera al amor de mi vida, que necedad.” Tonterías. Estupideces. El amor de tu vida puede estar a la vuelta de tu esquina.

Texto agregado el 28-03-2005, y leído por 110 visitantes. (0 votos)


Lectores Opinan
01-05-2005 Muy bien narradas, y especificadas las vivencias, ilusiones adolescentes... elkore
28-03-2005 Sencillamente estupendo!!! Me trajo algunos recuerdos de mi adolescencia. kone
 
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