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Sentada en un rincón en el barrio viejo, pasaba las horas limpiando el arroz. Un grano blanco tras el otro bajo el sol ardiente de una mañana de verano. Los nietos corren por todos lados, jugando, derramando agua que en una larga corriente sigue por la avenida. Las nueras sentadas en otro rincón, lavando la ropa blanca en una cacerola grande, encima del fuego.

Es la rutina de siempre. Los días pasan así, sin sentido, sin vida, las horas pasan y las agujas del reloj hacen su trabajo fiel. Una hora tras la otra, y un gran vacío llena la vida de ésta familia. Era así la vida cuando hace veinte años pasó la desgracia. Raquel falleció unas horas después que dio a luz su primer hijo.
"Esto te pasa por pecadora." Dijo su abuela.
Los dolores del parto duraron unas horas largas. Sus lágrimas no se derramaron. Por el orgullo, decía, por el orgullo.
"¿Dónde está el padre?" preguntó la partera.
"¡Lejos!" dijo la abuela. "¡Muy lejos!"
Un grito rompió el silencio y la casa calló.

"Fue su culpa. No debió huir de la casa aquella noche. ¿Quién iba a creer que después de tantas horas de conversaciones seguiría con sus malditas rebeliones?" Dijo la abuela.
"deberías imaginarlo cuando la apartaste de ese chico para siempre."
"¡Silencio! No hables del tema. Ese tema se quedó en el pasado."
"Pues, el hijo de tu nieta no. ¿Qué piensas contestarle cuando te pregunte sobre su padre? No es hijo de un santo, ni es Dios. Algún padre debe tener éste bastardo."

Con sus tres semanas de vida y una nota en la mano, fue abandonado en el umbral de la iglesia. Una monja de veinte años lo encontró y lo cuidó hasta que una mañana fría murió de una enfermedad complicada. Aquella mañana ya no tenía Dios, ni casa, ni nombre. Era el niño del viento, vivió en donde le tocaba, comió lo que ganaba con esfuerzo. Era vagabundo de la vida. Sus ojos azules fueron los únicos testigos de su historia y hasta esos mismos ojos hundieron su pena en la desgracia. De par en par encerraba sus desgracias en su corazón. Transparentes ojos como el agua, pero opacos a los sentimientos. Nadie pudo leer sus pensamientos, él era la barrera hacia su corazón. Entre la magia y los secretos, era simplemente el niño del viento.

Los años pasaban y el niño, vagabundo en los caminos, sin norte, sin sur, sin vías por donde correr o por donde poner su cabeza pequeña para descansar. Recorrió las calles por voluntad de viento, le marcó el camino con leves empujones en verano y violentes en el invierno. Pasaba tormentas y fríos bajo las manos protegidas de los árboles, que lo refugiaban de todo mal. Y así creció, lleno de aventuras sin nombre y a la vez vacío de tantos momentos insignificantes. Las mañas de la naturaleza lo dejaron en vida, apoyando su cuerpo frágil con las fuerzas de una fuerza superior. Lo único que no pudo hacer la naturaleza es nombrarlo, así que tuvo que conformarse con lo que le brindaba la gente al nombrarlo de mil maneras y con lo que le susurró el viento en sus murmullos intendibles.

Cuando Alma lo encontró, estaba desmayado al lado del pozo. Sus labios se secaron por el calor, su piel traspiraba de fiebre, y su cuerpo temblaba. Durante días estaba delirando, parecía ser un niño frágil. El blindaje del hombre invencido cayó poco a poco, revelando una persona con la mirada sincera y el alma transparente.
"No soy una buena persona, no me cuides tanto."
"¿Por qué no? ¿A caso me has hecho daño, me lastimaste, corro peligro a tu lado?"
Su mirada traviesa y dulce le robó el corazón. No pudo pedirle que se vaya o que lo deje en paz. Aunque no supo como comportarse a su lado, era la única persona que le ofreció su cariño y un hombro para apoyarse en él.

Un amor nació dentro del corazón de éste niño. Un lazo fuerte a un ser humano, a otro corazón. No supo definir sus emociones, pero sus hechos revelaron sus sentimientos. No era por agradecimiento ni por obligación. Él sólo decidió quedarse en ese pueblito y encontrar un trabajo. Desvelando en las noches, trató de encontrar una explicación para ese fuego travieso que quema su cuerpo por dentro. Una razón por la que sufre en silencio cuando la ve a Alma desde lejos, cuando no viene a verlo.
La gente dice que es amor.
"¿Por qué mi miras así?"
"¿Así, como?" dijo Alma, un poco asustada por la mirada penetrante de Franco.
"Así… diferente, no sé."
"Estuve pensando. Te veo y no logro entender como puede una persona vivir veinte años sin un nombre, sin identidad, sin raíces…"
"No puede."
"¿Cómo así?"
"Es irónico, llamar a esa vivencia una vida…"
"Eres como un niño, Franco. Un niño que aún no ha encontrado su identidad, sus costumbres. Pareces ser un ave de paso que no tiene un lugar fijo. Hasta las aves vuelven al mismo lugar donde un día se anidaron."
La tomó de la mano y le beso la frente. "Sí alma, pero yo no soy un ave de paso, ni soy un animal. Soy una persona."

Así fue que durante el invierno frío habitó en el pueblo, trabajando en la carpintería de don Pepe. Su juventud y fuerza faltaban en aquel pueblo y sus manos obreras eran como un milagro para el negocio de don Pepe.

Don Pepe le puso de nombre "Franco". "Necesitas tener un nombre, no vas a explicarle a todo el mundo porque no tienes nombre. Además, a los veinte años ya deberías elegirte un nombre, ¿Quién se enteró de un hombre de veinte años sin nombre? ¡Por favor!"

Fue mucho más fácil ahora cuando tenía un nombre y al parecer le gustaba el nombre. Las señoras ancianas del pueblo le tenían confianza. "Le queda bien ese nombre, Franco es como su nombre…"

El amor de repente fue algo mágico. Un sentimiento que nunca conoció se hizo uno de los más importantes para él. Don Pepe le enseñó a tocar la guitarra y a partir de este momento, pasaba su tiempo libre tocando las cuerdas para su amada.
"¡Ay! Ya basta con ese ruido, Franco. Vas a espantar a los clientes." Le decía siempre don Pepe cuando se sentaba en la esquina de la carpintería para tocar unas notas. Pero a las jovencitas del pueblo, no les pareció nada ruidosa la melodía de Franco. Es más, pasaban horas observándolo, hablando entre ellas de cosas que ni ellas entendían.

Pero, la alegría duró poco y el invierno pasó. En el primer día del verano, al amanecer recogió sus cosas y se fue de la casa. Sin despedirse de nadie y sin disculparse, dejando una nota "me fui".

Está en búsqueda de sus raíces. Una tarde escuchó la gente en el bar comentando que se parece mucho a uno tal Franco Montenegro, un hombre joven que fue asesinado por cuestiones del corazón.
"Se enamoró de una niña del pueblo. Él tenía unos diecinueve años y ella unos diecisiete. Por lo visto, lo mató la familia de ella, unos pobres campesinos a quienes mataba el orgullo. Era un niño de bien, hijo de una rica familia que poseían un terreno enorme en el valle, y que tenían una casona en lo alto de la colina. Al parecer la niña quedó embarazada y atentaron a huir una noche, pero los agarraron los hermanos de ella. A él lo mataron y a ella se la llevaron a la casa, escondiéndola de todos. Pues, el niño nació y ella murió unas horas después."
"¿Y que fue lo que pasó con el niño?"
"Por ahí dicen que el niño fue entregado por la abuela, una vieja bruja, amargada de la vida, quiso deshacerse del niño cuando descubrió que su nieta quedó embarazada, pero la niña se negaba a comer o a tomar por temor que la abuela le envenenara."

Y así fue que Franco empezó de nuevo a errar por las calles, los valles, los pueblos, entre un mar de gente, acompañado de todos pero solo, siempre solo. Sólo sus ojos claros le ayudaron a no caerse en la trampa de la vida, en las mentiras de la gente, en los cuentos e infamias de las personas.

Aquel día llegó a la casa que era de su padre, a enfrentarse con su supuesta familia. Al llegar a éste lugar, no quiso hacer más que reclamarles a todos. Allí se enteró que toda la familia abandono el lugar después de la muerte de su hijo y la de Raquel. La única esperanza era el niño de Raquel y Franco, pero al creer que estaba muerto, abandonaron la casa y nadie volvió a saber más nada de ellos.

El tiempo también ha dejado su marco en las vidas de sus otros familiares, la familia que le condenó a una vida de andanzas infinitas y de desolación. Todos murieron en un incendio hace unos diez años. Los únicos sobrevivientes fueron los dos nietos que trabajaron fuera del pueblo. Los asesinos de su padre recibieron su castigo y no queda nada que lo pueda definir a él o a lo que una vez solía ser su vida, sus raíces, su identidad.

Una lucha vana en contra de la vida. El pasado debió quedarse atrás y lis diablos no deberían salir. La duda. Esa misma duda que nunca existió en su vida, de repente lo tortura y le hace la vida insoportable.

Meses de migración de un lugar a otro, cien noches de insomnio. Tiempos que el viento fue la madre de éste niño que aún no ha encontrado la felicidad. Días de vagabundería infinita, de un alma anhelante a encontrar un lugar fijo. Cien mañanas de recuerdos, cuando el sol quema la piel y garba en ella sus marcos de dolor.

Fueron meses de libertad. Se ha liberado el pájaro de su alma estrangulada. Ya nunca más volverá a contemplar el pasado, para siempre ser el niño del viento. El niño que ha dejado de creer en los mitos de un mundo sin un nido, sin un lugar para permanecer para siempre. El niño que hace mucho tiempo ha dejado de ser un niño, debe dejar de lado su pasado y encontrar una razón para vivir. Esa razón existió en aquel bendito pueblo, el amor. Después de todo, Alma tenía razón, hasta las aves vuelven al lugar donde un día se anidaron.



© Natalie Najshomov, marzo de 2005.


Texto agregado el 01-04-2005, y leído por 274 visitantes. (4 votos)


Lectores Opinan
10-04-2005 totalmente atrapado, asi me tenias mientras lo leia. sabes que me encanta tu estilo de escribir, le pones esas figuras q transportan. muy bueno eh. FELICIDADES!!!!!!!!! angelcaido
04-04-2005 como siempre muy grato leer tus escritos.. este cuento poetico..hermosa historia. minina
04-04-2005 Me parece que quieres recrear una metáfora a través de El niño del viento, una metáfora de libertad y de soledad. Gusta, pero serían convenientes unos pequeños ajustes. tobegio
03-04-2005 Mis felicitaciones, escribes muy bien y si como presumo no es el español tu primer idioma no me queda más que decirte KOL HAKAVOD Yvette NINIVE
02-04-2005 Nati: Hoy me senté bien tranquilo a leerlo. Lo leí, lo releí, lo disfruté. "Se ha liberado el pájaro de su alma estrangulada", esa entre otras bellísimas frases. Una historia que llega... y se queda. Es de no creer que una chica tan joven como vos escriba de una forma tan madura. En vista de esto,tu futuro es enorme. Cuando seas mas famosa, no te olvides de este, tu humilde lector y amigo. Saludos, *****. Santiago. dehumanizer
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