Hola, soy Abraham, un pequeño de mirada larga y de sonrisa poco satisfecha, si, no me logro reír cuando siento calor entre mi ombligo, ni mucho menos acuso el ahorco cuando mis poros asombran o simplemente no hablo y me trago la sal entre la orquídea espinada, esa misma que en los segundos de poca gloria asustan mi piel y la transforman o cuando ya la abeja que en mi conciencia se arrima puede dejar la lanceta infiel mientras lloro recordando aquellos golpes de ineficacia y lamento, y ya no puedo llorar, y por eso mis hombros calman el cuerpo y se arriscan como mi nariz cuando ya no esta entre mi aliento y claro, reemplazo tantos húmedos abrazos desde que era mas niño y dejaban mis aires solos cuidándose entre tantos malos prójimos que agachaban el Chuzo y la pala y acudían aun que hombres fueran, pero ya no, ahora sufro este infiel sollozo sin lagrimas, ahora camino sin sentir los pies y soy mirado fijamente entre tantos movimientos sin rumbo y clavo la cepa sin querer hacerlo y me acuesto en la sinfonía que ya tengo, que supero mi honor, que mientras la cascada junto a mi bajaba se serraban mis ojos en un acto de pavor, y me afligía y orante sufría y no creía y ahora asiento y me maldigo y hasta el abrigo que no puedo sembrar me denigro.