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leobrizuela,20.07.2012
En este foro invito a publicar aquellos consejos que dejaron los maestros de la escritura a través de los años. Palabras que, en la medida que son aprehendidas, ayudan en la profesión y forjan el oficio de escritor.


Walter Benjamin.
LA TÉCNICA DEL ESCRITOR EN TRECE TESIS


I. Quien se proponga escribir una obra de gran envergadura, que se dé buena vida y, al terminar su tarea diaria, se conceda todo aquello que no perjudique la prosecución de la misma.
II. Habla de lo ya realizado, si quieres, pero en el curso de tu trabajo no leas ningún pasaje a nadie. Cada satisfacción que así te proporciones, amenguará tu ritmo. Siguiendo este régimen, el deseo cada vez mayor de comunicación acabará siendo un estímulo para concluirlo.
III. Mientras estés trabajando, intenta sustraerte a la medianía de la cotidianidad. Una quietud a medias, acompañada de ruidos triviales, degrada. En cambio, el acompañamiento de un estudio musical o de un murmullo de voces puede resultar tan significativo para el trabajo como el perceptible silencio de la noche. Si éste agudiza el oído interior, aquél se convierte en la piedra de toque de una dicción cuya plenitud sepulta en sí misma hasta los ruidos excéntricos.
IV. Evita emplear cualquier tipo de útiles. Aferrarse pedantemente a ciertos papeles, plumas, tintas, no es provechoso. No el lujo, pero sí la abundancia de estos materiales es imprescindible.
V. No dejes pasar de incógnito ningún pensamiento, y lleva tu cuaderno de notas con el mismo rigor con que las autoridades llevan el registro de extranjeros.
VI. Que tu pluma sea reacia a la inspiración; así la atraerá hacia ella con la fuerza del imán. Cuanto más cautela pongas al anotar una ocurrencia, más madura y plenamente se te entregará. La palabra conquista al pensamiento, pero la escritura lo domina.
VII. Nunca dejes de escribir porque ya no se te ocurra nada. Es un imperativo del honor literario interrumpirse solamente cuando haya que respetar algún plazo (una cena, una cita) o la obra esté ya concluida.
VIII. Ocupa las intermitencias de la inspiración pasando en limpio lo escrito. Al hacerlo se despertará la intuición.
IX. Nalia dies sine linea —pero sí semanas.
X. Nunca des por concluida una obra que no te haya retenido alguna vez desde el atardecer hasta el despuntar del día siguiente.
XI. No escribas la conclusión de la obra en tu cuarto de trabajo habitual. En él no encontrarías el valor para hacerlo.
XII. Fases de la composición: idea-estilo-escritura. El sentido de fijar un texto pasándolo en limpio es que la atención ya sólo se centra en la caligrafía. La idea mata la inspiración, el estilo encadena la idea, la escritura remunera al estilo.
XIII. La obra es la mascarilla funeraria de la concepción.
 
rhcastro,20.07.2012
Gracias leo... Prometo llevarme a casa cada palabra.
 
Shou,23.07.2012

Jorge Luis Borges
y sus 16 CONSEJOS PARA ESCRITORES


Adolfo Bioy Casares, en un numero especial de la revista francesa L’Herne, cuenta que, hace treinta años, Borges, él mismo y Silvina Ocampo proyectaron escribir a seis manos un relato ambientando en Francia y cuyo protagonista hubiera sido un joven escritor de provincias. El relato nunca fue escrito, pero de aquel esbozo ha quedado algo que pertenece al propio Borges: una irónica lista de dieciséis consejos acerca de lo que un escritor no debe poner nunca en sus libros.



En literatura es preciso evitar:

1- Las interpretaciones demasiado inconformistas de obras o de personajes famosos. Por ejemplo, describir la misoginia de Don Juan, etc.

2- Las parejas de personajes groseramente disímiles o contradictorios, como por ejemplo Don Quijote y Sancho Panza, Sherlock Holmes y Watson.

3- La costumbre de caracterizar a los personajes por sus manías, como hace, por ejemplo, Dickens.

4- En el desarrollo de la trama, el recurso a juegos extravagantes con el tiempo o con el espacio, como hacen Faulkner, Borges y Bioy Casares.

5- En las poesías, situaciones o personajes con los que pueda identificarse el lector

6- Los personajes susceptibles de convertirse en mitos.

7- Las frases, la escenas intencionadamente ligadas a determinado lugar o a determinada época; o sea, el ambiente local.

8- La enumeración caótica.

9- Las metáforas en general, y en particular las metáforas visuales. Más concretamente aún, las metáforas agrícolas, navales o bancarias. Ejemplo absolutamente desaconsejable: Proust.

10- El antropomorfismo.

11- La confección de novelas cuya trama argumental recuerde la de otro libro. Por ejemplo, el Ulysses de Joyce y la Odisea de Homero.

12- Escribir libros que parezcan menús, álbumes, itinerarios o conciertos.

13- Todo aquello que pueda ser ilustrado. Todo lo que pueda sugerir la idea de ser convertido en una película.

14- En los ensayos críticos, toda referencia histórica o biográfica. Evitar siempre las alusiones a la personalidad o a la vida privada de los autores estudiados. Sobre todo, evitar el psicoanálisis.

15- Las escenas domésticas en las novelas policíacas; las escenas dramáticas en los diálogos filosóficos. Y, en fin:

16- Evitar la vanidad, la modestia, la pederastia, la ausencia de pederastia, el suicidio.

 
negroviejo,23.07.2012

Decálogo del perfecto cuentista

Horacio Quiroga

I

Cree en un maestro -Poe, Maupassant, Kipling, Chejov- como en Dios mismo.

II

Cree que su arte es una cima inaccesible. No sueñes en domarla. Cuando puedas hacerlo, lo conseguirás sin saberlo tú mismo.

III

Resiste cuanto puedas a la imitación, pero imita si el influjo es demasiado fuerte. Más que ninguna otra cosa, el desarrollo de la personalidad es una larga paciencia

IV

Ten fe ciega no en tu capacidad para el triunfo, sino en el ardor con que lo deseas. Ama a tu arte como a tu novia, dándole todo tu corazón.

V

No empieces a escribir sin saber desde la primera palabra adónde vas. En un cuento bien logrado, las tres primeras líneas tienen casi la importancia de las tres últimas.

VI

Si quieres expresar con exactitud esta circunstancia: "Desde el río soplaba el viento frío", no hay en lengua humana más palabras que las apuntadas para expresarla. Una vez dueño de tus palabras, no te preocupes de observar si son entre sí consonantes o asonantes.

VII

No adjetives sin necesidad. Inútiles serán cuantas colas de color adhieras a un sustantivo débil. Si hallas el que es preciso, él solo tendrá un color incomparable. Pero hay que hallarlo.

VIII

Toma a tus personajes de la mano y llévalos firmemente hasta el final, sin ver otra cosa que el camino que les trazaste. No te distraigas viendo tú lo que ellos no pueden o no les importa ver. No abuses del lector. Un cuento es una novela depurada de ripios. Ten esto por una verdad absoluta, aunque no lo sea.

IX

No escribas bajo el imperio de la emoción. Déjala morir, y evócala luego. Si eres capaz entonces de revivirla tal cual fue, has llegado en arte a la mitad del camino

X

No pienses en tus amigos al escribir, ni en la impresión que hará tu historia. Cuenta como si tu relato no tuviera interés más que para el pequeño ambiente de tus personajes, de los que pudiste haber sido uno. No de otro modo se obtiene la vida del cuento.

FIN
 
rhcastro,23.07.2012
Me gusta mucho esta última y es lo que trato de poner en práctica. Sigo anotanto.-
 
leobrizuela,24.07.2012
Yo creo que los 16 consejos borgianos no tienen desperdicio, aunque todos se hallan consagrados al mismo fin y, al parecer, se compendian en una frase: "Al carajo con todo lo que sean preconceptos al escribir" ¿Me equivoco? Opiniones, por favor. Salú.
 
negroviejo,24.07.2012
Lo que dice Borges es ironía pura y no tiene como destinatarios a principiantes. Los preceptos, para quienes no han transitado por un taller literario son necesarios y hasta un Roberto Arlt necesitó un Ricardo Güiraldes que lo guiara a través de la intrincada selva de la sintaxis, la correcta utilización de los verbos y los adjetivos. Tomado en serio, esto de escribir es una profesión y como tal precisa de una preparación adecuada.
 
leobrizuela,24.07.2012
Es muy cierto lo tuyo, negroviejo. En los talleres buenos se aprende la sintaxis y otras cosas. Y se puede dominar a fondo las reglas académicas de la escritura sin que ello signifique que el escritor sea bueno en la esencia de lo que pone desde adentro. Creo que lo de Borges es, como aseguras, irónico. Pero apunta a lo "ideico", es decir a los contenidos más que a las formas. En otras palabras: se puede escribir con corrección el idioma y ser una bestia en cuanto al mensaje que se pretende dar. Salú.
 
leobrizuela,24.07.2012
Bruce Sterling .


El duro (y arrogante) oficio de corregir

¿Por qué nos cuesta tanto corregir nuestros propios escritos y en cambio podemos hacerlo con total eficacia y celeridad si son ajenos? ¿Será por aquello de ver la paja en el ojo ajeno pero no la viga en el propio? El ojo corrector (o zahorí, como lo llamábamos en las épocas de La Granda Milito) se vuelve perezoso y retraído cuando la propia escritura está en juego. En cambio, se inviste de los poderes combinados y exaltados de la lupa, el microscopio y un gigantesco reflector cuando las letras escritas bajo él no nos pertenecen. ¿Ejercemos así nuestra soterrada voluntad nietszcheana de dominio sin sentirnos demasiado culpables? ¿Qué pasa que cuando se trata de nosotros mismos el ojo queda reducido a una pupila que se pasea -y peor, se complace, se enamora- por la página y no es capaz de ver lo evidente?

Estas preguntas me llevan a pensar en qué cantidad de arrogancia se necesita para convertirse en un corrector, quizá más tarde en un editor, en alguien que tenga la agradable-desagradable tarea de decirle a otro “lo tuyo no sirve… a menos que corrijas esto, aquello y lo otro” sin que la otra persona se sulfure y se vaya al grito de “Roberto Arlt no corregía sus textos, quién carajo sos vos para decirme a mí, etc.”. Por empezar, Roberto Arlt sí corregía sus textos, al igual que cualquier escritor que se precie de tal. Y aquí una aclaración: esta reflexión no es para los cultores del espontaneísmo, falacia literaria que consiste en escribir lo que se me dé la gana como se me dé la gana y publicarlo, al menos en la red, así, sin más. Sin corrección, sin mediación, sin filtro alguno. Voy a decirlo claramente: la espontaneidad no existe. Lo que existe es el trabajo, la labor limae, el obstinado rigor que permite que, algún día, un texto escrito de una sentada pueda ser publicado sin corrección alguna o con muy pocas correcciones. Algún día. Seguramente no hoy.

Los poetas novatos, los poetas del sentimiento como los llamo en ese viejo artículo (ver infra) se escandalizan ante esta cuestión y la suponen un denuesto para su noble labor. Por el contrario, si alguna vez se detuvieran a pensar en lo que significa corregir, volver y volver sobre un texto, si alguna vez repararan en la etimología de un verbo como leer (que metafóricamente significa cosechar, levantar, recoger con la vista), se darían cuenta del craso error que cometen al publicar sus trapacerías sin ningún tipo de cuidado.

Pero no era a esto a lo que quería referirme (la escritura siempre se/me ramifica, maldición). La reflexión inicial partió del hecho de que días pasados estuve ayudando a una amiga con un trabajo que está haciendo y le estuve, precisamente, corrigiendo sus textos. ¿Quién soy yo para corregir nada? sería la pregunta del millón. Apenas soy su amiga, ¿qué otra autoridad tengo para inmiscuirme? Pero eso no es cierto: tengo autoridad para hacerlo por el sencillo hecho de que yo también escribo y conozco las trampas a las que nos someten el texto y el lenguaje. Ambos, con sus marañas, nos enredan, nos enamoran como decía más arriba, nos envuelven con ligaduras tan sutiles que cuando queremos desprendernos de ellas ya es demasiado tarde, están pegadas a nuestra piel y si tiramos de ellas duele más que si las dejamos seguir apretándonos… No es una falta grave al decoro literario darle a leer nuestros textos a lectores calificados y competentes para que nos digan, con total sinceridad, qué fallos encuentran en nuestros escritos. No es una muestra de debilidad sino por el contrario una muestra de confianza y sobre todo de humildad el hacerlo. Si el lector que elegimos es un lector verdaderamente eficaz y competente, consciente de su tarea y de su participación en el acto creativo (otra cosa que muchos parecen olvidar), y a pesar de la aparente arrogancia que comporta su tarea, él nos señalará los puntos flojos, las muletillas, los lugares comunes y hasta nos mostrará salidas para esos laberintos insolubles en los que a veces nos sumen nuestras ideas y nuestras ansias por expresarlas lo más claramente posible.
 
negroviejo,24.07.2012
"En otras palabras: se puede escribir con corrección el idioma y ser una bestia en cuanto al mensaje que se pretende dar. Salú." (leobrizuela)

Totalmente de acuerdo, si todo se limitara a conocimientos gramaticales y de estilo cualquier profesor de idioma o literatura sería escritor y no es así. Lo que está también claro es que para ser un corredor de autos profesional lo primero es aprender a manejar bien.
 
leobrizuela,24.07.2012
Total coincidencia, negroviejo.
 



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