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oscaron,23.03.2007
Tributo





Sobre la hermandad, La Muerte y la Poesía
Por Oscar Portela

¿De la última década de mi vida, que puedo yo decir que no sea, milagrosamente estoy vivo? Tomo éste titulo de aquel poema con el cual francisco Madariaga prologó mis “Nuevos Asilos”. Para él la poesía era un puente de oro tendido sobre el abismo para dejar entrar en nosotros aquella infinitud del Otro, de lo Otro, de la Otredad. Su poesía era un duelo. Pero toda lucha contra por y en el lenguaje constituye un duelo: el sabía mucho de esto y también sabía que mi destino poético era saberlo todo o casi todo. Y me animaba a arrastrar el rostro por los arenales al borden del crimen de mi mismo. Pocos me conocieron como él – el hermano mayor y el menor que el no tuvo- así nos consagramos o así nos consagró el destino.

Fue pasando el tiempo- que no la amistad – y múltiples rostros familiares se diluyeron en pálidos fotogramas: yo mismo me convertí en un temprano sobreviviente de la memoria de los Otros. ¡Cuantos Dios Mío! Y que sería de uno, de cada uno de nosotros, pienso, si en los precisos momentos en los que nesecitabamos de ellos no hubieran estados – visibles o invisibles- junto a nosotros.

Las épocas doradas se fueron – las alegrías, fantasías deseos se hicieron delgas siluetas que huían en el crepúsculo. Y la poesía no constituye un refugio. Es más bien aprehender a vivir a la intemperie sin fin. Como lo señala Oscar Del Barco en su señera obra sobre Juan L. Ortiz.

Cuando ya un ciclo de mi vida – no de mi obra – porque así lo determinaban las picadas en el bosque que yo había señalado – sin atreverme a mirar el pasado, pero si hurgando en las cenizas que los nombres portaban como parte de ellas. La carne pasa, el nombre queda: siempre somos el nombre de un muerto: antes y después.

Y fue entonces – en medio de una pequeña jaula cerrada al mundo en la que envié un “chasqui”, una carta, un poema quizá primero a Ketty Lis y luego inmediatamente a José Dasilva Navía.

En un mundo que funciona en red- nada sabía, poco sé y lo necesario acerca de universal-singular y contingente Jol. ¿Para qué?

Una vez más lo angélico se loaba de mí. Encontré en el, no al lejano Director de un Portal Venezolano de la Red que obstinadamente se negaba a hablar de su bondad, de su gentileza, de su alma "machadianamente" buena: se negaba a conceder que no solo se trataba de si, sino de mi obra: más era fundamental su actitud ante ella .

En esto sabemos – existen competencias, celos torpes, rivalidades pueriles y aquellos que convierten el arte en harina para colorearse el rostro con ella. Los monederos falsos inundan hoy los templos de la gramática. Buhoneros de los cadáveres del arte.

Y de su pasado. Y fue el primero que arrojó al arco el balón como ahora se dice. José Dasilva y no otro. El más fiel amigo, el luchador innato que todos nesecitamos ayer y hoy en la Red.

Y nuevamente se instaló en mí la nesecidad de continuar contandome a mi mismo mi historia que es la de los otros, la de mi tiempo. Y todo iba a parar al campus de Poesite.

Después vivieron esos grandes y extraños amigos como Pepinike Alborés, como Pedrito Martínez, como Patrick Cyntas, como la Diosa de la Red Estela Guedes, Agostina Akemi y muchos más que hoy no citaré porque estas líneas solo son un pequeño homenaje a mi entrañable amigo José y no una guía telefónica.

Y a partir de él y sus hechicerías pude seguir teniendo motivos para volcar en la esterilidad de la gramática la sustancia de los sueños de la que estamos hechos como afirma Píndaro.

Son pocos, muy pocos los José Dasilva de la Red. Más allá de diferencias ideológicas u estéticas –muy por encima de ellas – el puente de oro de la poesía: la Confraternidad en el amor a la belleza que guía los pasos del hombre sobre la tierra y desafía al horror, a la desmemoria, a la intemperie sin fin, a la muerte como negación de la vida y hace de esta su plena afirmación.

Cuando mi libro "Claroscuro" estaba aún si nombre – era lo sin nombre- el comenzó a dar a luz sus excrecencias y cuando le pregunté acerca del orden en que debían ir los poemas me contestó: “el orden en el cual me los enviste”.

Así lo hice. Y no me arrepiento. El y su Mari Carmen están siempre conmigo y siempre lo estarán. Porque la poesía es solo eso que Francisco Madariaga me mandaba a decir con aquel titulo: “la muerte la hermandad la poesía”.

Y sobre todo la generosidad. De todas virtudes es esta la virtud que da y de todo lo que se escribió sobre mí o sobre mi obra hasta el momento me quedo con una frase de mi querido Ernesto Sábato con el cual pasara gratos momentos de mi vida:

“Querido Oscar….siempre recordado por su generosidad”. ¿No es la poesía la virtud que da, la que todo bendice? Y ese es el espíritu que anima, que sopla y arrastra el alma de José Luis Dasilva Navía. Hasta pronto querido amigo.

de Oscar Portela a mi amigo Francisco. T. Gonzáles Cabañas
y al equipo de La Lupe.




Oscar Portela
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