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dreamcatcher,06.05.2007
Hacemos un retrato de cualquier estilo, simplemente describe y escribe.

todos invitados
 
LAMADONNA,07.05.2007
Es tan extraño verlo, tan carente de asco da su imagen que me provoca saber como es en la cama.
El pobre viejo esta ahi, en su silla, juntando y mostrando sus dias con mucho orgullo.
Se ve que es un ser limpio, pulcro, hombre.
Solo bebe su cafe dispersandose de la mirada trivial de los otros rostros. Rostros que manejan mecanicamente los movimientos de sus codos y manos hacia su cafe revuelto y mal hecho de aquel bodegon, rostros que rivalizan en competir sobre sus verdades moralistas que sus bocas proclaman con autoestima y honestidad.
El caballero siguio alli. Termino su cafe y se fue.
Lo segui con los ojos hasta que se perdio entre las calles dejandome la duda sobre sus movimientos en la cama
 
margarita-zamudio,07.05.2007


EL VIEJO GUITARRISTA


La guitarra tiene un cuerpo viejo y gastado y un alma joven de mujer en su interior, como su dueño. La guitarra es políglota, libre, cantarina y habladora porque sólo él, su fiel dueño, sabe sacarle sonidos increíbles. La guitarra a veces arrastra una voz cascada y rugosa como la voz de su dueño, y es su amiga, su única compañía y su consuelo en la soledad que lleva con elegancia ese viejo poeta, cantor de tangos, boleros, poemas de Lorca y de Rafael de León.

Él, su guitarra y su esposa llegaron en un barco de nombre extranjero nadie sabe cuándo y desde entonces los tres han vivido de sus canciones, sus chistes y sus poemas. Durante años, y a trancas y barrancas, fueron felices hasta que ella, su esposa y compañera dejó de susurrar sus canciones mientras él cantaba. Ahora, este viejo cantor y poeta sobrevive gracias a su guitarra. Su gran estatura de buen mozo empieza a curvarse hacia el suelo, sus antaño rubios cabellos empiezan a clarear. Sólo sus ojos azul mar conservan la viveza y hermosura de su juventud perdida.

Cuando su voz enronquece, la guitarra lanza su voz dulce y joven. Cuando su cuerpo vacila, es ella la que lo sostiene como un báculo, y es ella, y gracias a ella que puede vivir y sustentarse. Canta, recita versos y cuenta sus famosos chistes por los tablados, bares y cafeterías de la ciudad, y algún día, lejano, espero, se le dedicará un homenaje, se le pondrá su nombre a una calle y, quizás, hasta se levante un monumento a su persona, pero mientras tanto, él seguirá arrastrando su gran humanidad mientras abraza a la guitarra como si fuera su amante fiel.
 
mangolia,13.05.2007
Juan Perez no pudo soportarlo se añadió nombres y apellidos hasta que le sonó bien.
Camina en puntas de pie y rebotando por el asco que le da pisar el mismo suelo que muchas gentes.
Mira desde arriba, allá donde su pedestal parece izarlo.
Habla poco, despacio, susurrante y de costado para que lo entiendan sólo aquellos elegidos.
Amigos, no gracias, recién tiró.
Se casó grande y se separó chico.
Una madre encantadora, un gato siamés bizco y la piel siempre tostada.
Alto elegante vanidoso ácido distante.
No sé por qué lo recuerdo ahora.
 
mangolia,13.05.2007
Es una persona oscura, de baja estatura, flaco y huesudo.
La cara asalta desde el cuerpo, de facciones grandes y rígidas, los ojos están algo hundidos pero no tiene ojeras. La boca enmarcada por grandes surcos laterales de mucho tiempo de enojo. Una arruga profunda y vertical en la frente muestra la ira o la miopía.
Los brazos no acompañan sus pasos sino que los obstruyen. Siempre contraídos, cuando camina, cuando sostiene algo, cuando no hace nada.
Las piernas se mueven torpemente, inquietas, inseguras. Camina muy rápido, con pasos cortos.
Al verlo de lejos parece una marioneta.
Tiene una extraña mezcla de orgullo, sumisión, ira, envidia y necedad.
 
galadrielle,13.05.2007
Bruno hablaba con fluidez seis idiomas. Trabajaba como intérprete en una de las cortes de justicia de Los Angeles. Allí sólo se ventilaban casos civiles, lo cual a él lo aburría un poco. Hubiera preferido la sordidez de los casos criminales, pero allí es donde había encontrado trabajo, y a sus setenta años estaba agradecido de haber hallado esa ocupación. Vestía impecablemente todos los días. Traje obscuro, excepto en el verano, camisa blanca, y cada día una corbata distinta, pues poseía más de ciento cincuenta.
El cabello blanco, abundante, era su orgullo, pues ninguno de sus compañeros en la Corte lo tenía tan espeso. La frente amplia, la nariz noble y los ojos, aunque rodeados de párpados cansados, miraban al mundo con expresión juguetona y divertida. Se percibía, sin embargo, una tristeza profunda cuando recordaba otros tiempos.
Con su estatura de un metro ochenta y cinco y su andar rápido y elástico, parecía más jóven de lo que en realidad era, por eso sorprendía enterarse de que era un sobreviviente de los campos de concentración nazis. En efecto, era el unico de su familia que había sobrevivido. Con 16 años, pasó un poco menos de veinticuatro meses en Buchenwald y pudo resistir el hambre porque aprendió a comer grillos, ciempiés y otros bichos. Por esa razón, porque decía que los insectos le habían salvado la vida, era incapaz de aplastar una cucaracha o matar de un manotazo a un zancudo. Cuando llegó el invierno y escasearon los insectos, un prisionero murió de frío y por decisión unánime los demàs lo abrieron en canal y comieron su hígado. El explicaba que lo habían hecho así pues el hígado es el órgano más suave del cuerpo humano. Sin embargo, no contaba esa experiencia a muchas personas, pues pensaba, talvez acertadamente, que no todos comprenderìan.
No le temía casi a nada y caminaba con tranquilidad por lugares que se consideraban peligrosos por los pandilleros y delincuentes. En los diez años que vivió en Los Angeles nunca le ocurrió nada malo. Decía que si los nazis no habían podido acabarlo, nadie más podría.
Cuando cumplió los ochenta volvió a vivir a su casa en Israel y actualmente está dedicado a escribir sus memorias. Cree que va a vivir varios años aún pues afirma que ni Dios ni el diablo lo quieren.

 
el_altazor,14.05.2007
Es un quijote contemporáneo, pero en vez de adarga y galgo corredor, viaja en una carroza por en medio de la avenida. Flaco, parece un conquistador triste por perder una guerra que ya no recuerda. Sus arrugas tienen frío, pero sigue recolectando baratijas y cartón. Sus harapos lo camuflan; su barba es un fantasma de otro tiempo, y sigue mirando al horizonte nocturno. A lo lejos el mar, que se confunde con el mar de sus ojos. Es un ciruja aventurero.

 
margarita-zamudio,14.05.2007
Muy buenos todos.
 
el_altazor,17.05.2007
Muy buenos todos. Cinco pelos de distinto color cada uno, le adornaban la cúspide de su cabeza. La cara arrugada del viejo artista plástico, sonreía. Un novato dibujante de plaza Italia le hacía un retrato.
 
vent,29.09.2007
LA CHICA DE LA ESQUINA

Morena, de rizos largos hasta la cintura. Su figura exuberante era motivo constante de miradas varoniles y envidias femeninas. Treinta años marcaba su calendario y un sin números de citas a ciegas. Cuando el sol despuntaba el alba ella recién regresaba a la pensión. Y salía a vivir su presente recién cuando la luna asomaba. Le gustaba recrearse por la esquina, con su paso lento y cadencioso, mostrando la voluptuosidad de sus formas, el brillo de su piel, los pendientes con brillitos, y sus legendaria botas de cuero marrón; para luego pispiar de reojo a algún oportunista, desprevenido y acaudalado, en busca de placeres fogosos y fugaces. Siempre había una mesa reservaba para ella en el bar. Siempre la misma mesa y el mismo bar. Nadie conocía su historia, ni a su familia. Fue en una navidad, a principios del dos mil, cuando se la vio por primera vez. Tenía entonces la mirada desencajada, y sus ojos hinchados mostraban el rastro del llanto, tal vez huella de algún desengaño. Se quedó en el barrio durante todo este tiempo. La chica de la esquina era codiciaba casi como un emblema. Misteriosa y volátil, rompía en llanto con la misma facilidad que reía. Hasta hoy. Chismean las vecinas, que luego de no verla varios días, allanaron su habitación y en encontraron su cama vacía y fría
 
margarita-zamudio,29.09.2007
Buenísimo.
 
Jhermz,29.09.2007
RETRATO DE UN ESCRITOR

Penumbras la mesa, de gastada vela!, inclinada la frente, iluminada como en su mano la pluma, cerca el tintero, retrato al maestro.

Julio Hermaz.


 
m_a_g_d_a2000,03.10.2007
Había pasado innumerables veces por aquellas salas del museo. Los retratos que cubrían las paredes no eran la clase de pintura que yo admiraba, siempre más dado al arte en el que yo pudiese interpretar. Pero esa vez fue distinto, de pronto allí estaba ese cuadro que me hizo detenerme frente a él. ¿Era una nueva adquisición del museo o simplemente no me había fijado antes en él? Esto último habría sido imposible.

Frente a mí se erguía una hermosa mujer rubia, joven, de piel perfecta, labios finos, cuello largo que incitaba a ser besado. Su vestido estaba sólo esbozado en un color indefinido entre el azul y el gris, unas manchas rojas parecían nacer de su escote, como adornos sólo sugeridos. Pero lo que realmente me llamó la atención fueron sus ojos, los más bellos ojos azules que hubiese contemplado nunca. Me quedé embobado mirándolos, sin embargo había algo que me desconcertaba, y era la frialdad de esa mirada que me traspasaba incluso desde el escorzo, y que parecía de cristal. Me era difícil aceptar que la frialdad y la belleza fueran compatibles hasta el extremo de subyugarme, de no dejarme apartar mi vista de la suya.

Me senté en un banco frente a la pintura, sin poder dejar de admirarla e intenté vislumbrar qué se le pasaría a aquella mujer por la imaginación mientras la pintaban, ¿sería una altiva dama de la alta sociedad? ¿una amante a la que el abandono de su amado producía aquella expresión? ¿una simple modelo haciendo un trabajo? Era más que todo eso, la hermosa mujer del cuadro no expresaba absolutamente nada, y sin embargo atraía como lo hace el abismo, el borde de un precipicio, el peligro inminente.

 
vent,25.10.2007

Se mueve dando tumbos. La columna le tiembla por las mordidas del tiempo. Está consciente que su vida oscureció, pero no le importa. Hace tiempo cambió amores crueles por la silente compañía de caña barata. Así esquiva los fantasmas del ayer. Y conquista del recuerdo corazones traicioneros haciéndolos tiritar en su loca fantasía, como si estuviese disparando azules hacia las hojas recién nacidas. Camina en la noche y sobre los suspiros retoza. El cielo contempla su paso bamboleando esquinas entre faroles sin candela. Imperceptible va, como una sombra rescatada. Y se disuelve al fumar su último cigarro bajo el aguacero.
 



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