I

El vientre clama presencia
y la respuesta
enmudece.
Hay llanto de niño
en el silencio maternal.

Tijeras suenan
que cortan el silencio,
el grito enmudecido
no sonó entonces.

Hundido en la garganta
quebró palabras
que no fueron dichas.

Un capullo que quiso florecer
para siempre esperó mudo
en la pared de piedra.
II
La tarde, larga e infructuosa
esperaba campanas
que no sonaban, ni sonaban
y huían despiadadas.

Al atardecer, un día
un vientre floreció,
corrieron ríos de miel
y el futuro tuvo sentido.

Profundas miradas vinieron del tiempo
y gestos familiares y manos cálidas.
Mi dorso doblegado
encontró sonrisas nuevas.

Entonces flores calcinadas
se tiñeron de color
y arrullos olvidados
volvieron a oírse.


Se prolongaron las sombras póstumas
cuando dedos regordetes
intentaron asirlas
y las campanas se lanzaron finalmente a vuelo.


III

Valerosa gacela que sale sola
al aire libre, bajo el cielo estrellado.
El grito se siente desde lejos
y tiemblan los silencios.

Se abre el abismo milagroso,
y se ilumina un rostro nuevo,
que trae recuerdos de antaño
y cantos de sirenas.

La isla se acerca a la orilla,
el agua sobrevuela su marea,
y el miedo de la tarde ya no existe,
porque la mañana se llena de perfumes y de esencias.

Cuando la tempestad se detiene,
el amanecer se inicia antes
y el Apocalipsis
se viste de vida.

IV
Llora mi niño ,llora hoy y no mañana
que el sauce llorón sí llora
y muge el cordero
mugidos de protesta.
El caballito relincha
relinchos frecuentes.
Canta el agua en la fuente
y sube y baja y sube
cuando llora y canta.
Y el campo todo verde espera
que mi niño corra y corra pronto,
pasitos de fiesta.

V
Príncipe de la luz,
fresca hierba nacida en la nieve.
Tú arrullas la noche de los tiempos
y renuevas la vida.

La profundidad de tu mirada
renueva antiguos sueños
y nacen versos libres
teñidos de perfumes.

Tu lejanía se hizo aquí y ahora
y lo imposible se hizo posible.
Esencia de mi esencia
te tengo en mis brazos.

Mi corazón late con locura
y no puede detenerse
Aquí y ahora
el Amor existe.