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Junto a la alberca solía pasar, aquella camioneta de los años 60. Aquella que chirriaba en cada bache. Creo que lo único que no chirriaba en la camioneta era el conductor; a pesar de ir silbando. Pero los gritos de dolor del coche no dejaban oír los silbidos, solo podía verlo por como ponía los labios.
Era de color verde agua, pero la pintura, cansada de adornar, con los años se había caído casi por completo, y dejaba ver el triste color de su armazón.
Los observo cada día, desde la alberca, al coche y a su conductor; un hombre, que a pesar de no conocerlo de nada, me suena. Pasaban dos veces al día, una por la mañana temprano; iva cargado con algo tapado con una manta. Nunca llegue a verlo, pero el simple hecho de estar oculto me servía para entretenerme un rato y darle rienda suelta a la imaginación. La segunda vez pasaba casi por la noche; se adentraba en unas tierras que no eran de nadie, pues nadie las quería; no servían para cultivar.
Pero el peor día de mi vida llego algo mas tarde.
Me levante con la impresión de que todo estaba en su sitio, desayune con lo poco que tenia de comida, y como cada día, me fui a la alberca a esperar a que los peces, bajo un ataque de estupidez, picaran mi cebo; estos peces parecían ser muy listos, nunca picaban. Y también estaba deseando ver la camioneta. Mi camioneta.
Aquel día la camioneta paso algo mas tarde, pero tan normal como siempre. Pero descubriría después que no era todo tan normal.
La bolla empezó a hundirse, primero poco a poco y luego fue aumentando la intensidad. ¡Aleluya! Han picado. Lo saqué sin ningún esfuerzo; y no me extraña, pues estaba casi muerto. Pero lo mas extraño era el color rojizo que tenía desde lejos, pero al tocar y oler el pez vi que lo que envolvía al pez era sangre. Mire hacia la derecha, el lugar de donde venía el agua hacia la alberca. Estaba toda roja, totalmente roja.
De repente escuche a la camioneta volver a toda prisa, mucho antes de lo previsto y con una velocidad que me sorprendía en algo tan viejo.
Decidí ir a mirar la razón de que estubiera así el agua, y daba la casualidad de que el agua provenía de la zona de nadie a la que iva la camioneta.
Junto al pequeño riachuelo, a lo lejos, había una cabaña muy grande, que me resultaba muy muy familiar, pero no conseguía recordar por que. Empecé a escuchar de fondo algún triste sonido de sirenas, pensé que ocurría algo en la ciudad, ya que desde allí siempre se escuchaban las sirenas de policía.
Fui hacia la cabaña, cada vez veía mas claro de donde provenía la sangre; de la cabaña. Algo me decía que no fuera pero necesitaba saber que pasaba allí. Las sirenas sonaban cada vez mas cerca. Y mientras habría la puerta de la sucia cabaña las sirenas parecían estar muy cerca.
No lo parecían, lo estaban, estaban llegando a la zona de la cabaña, y cuando yo justo cerré la puerta porque ya estaba dentro, llegaron los coches a la cabaña, y pararon en seco.
Me quede totalmente congelado, nada podía asustarme mas que aquello. A pesar de la fuerza y contundencia con la que abrieron la puerta los policías; ni me inmute, ni siquiera parpadeaba. En la cabaña había decenas de cadáveres amontonados por todas partes, metidos en bolsas de plástico transparentes y perfectamente ordenados para que cupieran todos. Pero había uno que estaba encima de la mesa junto a la puerta. La causa de la sangre era que algunos cadáveres, no bien cerrados, habían echo llegar la sangre al riachuelo. Parecía que al asesino no le habría dado tiempo a guardar el cadáver de la mesa. La razón era evidente, habían descubierto su cabaña.
En un instante me encontraba en comisaría, esposado y totalmente asustado. Las luces, que me iluminaban excesivamente, me ponían nervioso. Me pidieron explicaciones, pero yo solo podía decir que era inocente; lo sigo diciendo. Pero todo cambio cuando llegó el comisario de policía con unos papeles que creía recordar, llevaban mucho tiempo en un mueble de mi casa.
Los papeles decían que las tierras en las que se encontraban la cabaña eran mías. Y cuando vi al comisario montarse en una camioneta de los años 60 color verde agua, note algo raro dentro de mi, me quede pensando un instante, y me volví a sentar. Yo sabía que yo no había sido, pero las pruebas eran contundentes, no había más sospechosos, me toco pagarlo a mí.
Aun lo estoy pagando, y lo único que recuerdo de ese día, aparte de la terrible historia que me ocurrió, es una palabra. Una palabra que no se que es y que ponía en un informe mío de la policía: alceimer

Texto agregado el 18-04-2005, y leído por 118 visitantes. (0 votos)


Lectores Opinan
18-04-2005 Está bueno, pero creo que debes trabajarlo un poco más... katya
 
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