Había una vez una niña que quería soñar. El abuelo le había contado una cantidad de relatos, donde se mezclaban rostros, lugares, colores, detalles. Ella sabía que todo era producto de ensueños tenidos en largas noches interminables de tedio, en que el anciano no lograba dormir.
Buscaba desesperadamente imitar al viejo narrador ,pero lograba sólo permanecer despierta horas y horas imaginando escenarios, personajes, rostros, gestos, miradas, que ella esperaba con larga paciencia que aparecerían en un nuevo orden , apenas lograra conciliar el sueño.
"El pícaro sueño no quiere venir"........."Duérmete mi niña, duérmete mi sol".......
Concentraba su atención en aquella canción que venía del pasado, apretaba sus ojos muy fuertemente ,pero el milagro no se producía.
No dormía y por lo tanto no soñaba.
Intentó entonces recorrer con su imaginación los fragmentos preferidos de aquellos relatos que el abuelo había sido capaz de trasmitir con tanto realismo y que se habían apoderado de tal manera de su atención que se había olvidado de jugar.
Comenzó a pasar largas horas ensimismada tratando de recordar.
Cuando lo lograba, el placer se prolongaba por horas ,y saltaba de un relato a otro, como si jugara a la Rayuela.
Al Cielo....Al Infierno.....Adelante.....Atrás.....
El sueño preferido y en el que se sumergía a menudo, era aquel que el abuelo le había contado en una interminable tarde de lluvia, en que el arco iris, más brillante y hermoso que nunca, se negaba caprichosamente a desaparecer.
Comenzaba con una experiencia vertiginosa de descenso que transcurridos algunos minutos, se le hacía casi intolerable.
Una luz enceguecedora le impedía mirar a su alrededor y la experiencia se hacía real ,hasta el instante en que despertaba,
sin saber quién era ,ni dónde estaba.