Poder sentir en el rostro las sensaciones del mundo.
Sentir la llovizna tenue en un Julio irreal.
Querer tocar las hojas de sueños ajenos.
Mirar caer esas gotas por todos los recovecos de aquí.
Expresar el miedo que uno atesora en su pecho
como si fuera un extraño en un mundo propio.
En que confiar, en quien sostenerse durante ese lapso.
Que nos deja inmoviles frente al avismo.
Poder desprenderse de las ataduras del pasado.
Saber recuperar los momentos vividos, pero sólo en forma de recuerdo.
Convencernos de que es posible el desafío que se presenta.
Animarse a más de lo que somos capaces.
Ser inconcientes en la razón de ser.
Añorar esas lluvias, esos grises, que tanto nos llenan.
Saber disfrutar de esos segundos tan efímeros en que afortunadamente suspiramos de satisfacción.
No impedir que el vacío se apodere de nosotros.
Dejar que fluya y nos empape la desesperación.
Encontrar la salida de nuestra mente.
Atravesar el infinito, llegar a ese sitio que nos llena de simple regocijo.
No cerrarnos a lo desconocido, poder evadirnos de la vergÜenza.
Estar a un paso de no dar más, y sim embargo llenos de intriga.
Correr a ese pequeño e inmenso horizonte, donde tu mente te transportó aquella vez que te creiste ave.
Saltar las piedras sin mirar abajo.
Tener valor para romper con todo.
Mirarte a vos y descubrir tus ojos.
Poder sentir la incertidumbre que nos rodea.
Y sin embargo tener presente hacia donde vamos.