Con varias copas de aguardiente, en medio de los tumbos y manotadas fallidas para alcanzar un soporte fijo, Gustavo Jiménez ingresó al apartamento de soltero. Cualquiera hubiera podido decir que llegó de una gran fiesta, una celebración con amigos de trabajo. Nada mas lejos de la realidad. Iluminó la habitación, mientras, con lerdos movimientos, fue dejando a su paso la cómoda ropa informal. La especial para salir con la novia. Quería sentirse vivo; risas, euforia y canción ........- ”y machos hasta el fiiin!!!. Habría sido una noche fabulosa, casi perfecta, solo faltaba ella. Su deseo y su sexo crecieron con ansiedad por sentirla cerca. Solo faltaba ella........ y dormir.

Después de haber dejado a su novia en casa de los padres, Gustavo salió contrariado. La negativa de Marcela a no compartir sus horas mas intimas junto a él debido a las frecuentes salidas a bares con amigos de universidad, a los que ella consideraba extraños por sus alocadas vestimentas, habían hecho en él un mar de confusos pensamientos. El ávido amante sintió su orgullo de hombre, maltrecho. Disgustado, buscó un bar donde desahogar su furia, no cualquier bar. Uno donde solo los mas ruidosos, ásperos y agrestes hombres vociferaban, maldecían y daban rienda suelta a las toscas maneras masculinas. Pocas mujeres se atrevían a entrar en aquel lugar, so pena de convertirse en objeto de burlas, chistes vulgares y sexistas. Las pocas, las mas osadas, salieron mancilladas y ofendidas, conociendo el grado mas bajo de los llamados caballeros. Aquella canción, con su mal intencionado estribillo, y la visión de las grandes manos en los genitales, desesperaba a mas de una; - “con la verga en alto cual mástil, esa nena babeando vendrá a mi....... y machos hasta el fiiin”.

Sentado al borde de la cama, desnudo frente al gran espejo, contempló su bien formado cuerpo. Le faltaba algo a la noche, el toque final. Sin dudarlo, abrió su pequeña cajonera de secretas intimidades. Allí estaba....... un falo perfecto, recto, poderoso, recuerdo de sus solitarios e íntimos momentos. Con el apetito sexual reprimido por los largos días de abstinencia sexual con su novia, empezó a seducirse a si mismo en juegos de fantasías. Mientras aquel vaivén vigoroso y enérgico a dos manos estremecía sus entrañas, llegó a su máximo frenesí y placer, una descendencia fallida salió a borbotones inundándolo todo a su alrededor. Había sido una noche perfecta...........”y machos hasta el fin”.