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Inicio / Cuenteros Locales / Cchp / El lápiz canta hasta morir

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La vida es bella, pero no tanto, al menos no lo suficiente para él. Una corta pero tediosa vida de abusos, de trabajos forzados, de vivir bajo el implacable frío de invierno y los vapores infernales de roces que han tenido siempre un trágico final lo han llevado a la miseria.

- Tú- me dijo con voz llorosa.

- ¿Qué?- le pregunté, con la misma frialdad de siempre. Para mí el trabajo era lo más importante y los demás me daba exactamente lo mismo. Yo no dejaba de escribir mientras lo oía sollozar.

Su única pierna que le quedaba, vaciló, haciéndolo caer al suelo. Me dio lástima verlo, y lo ayudé a ponerse de pie

- No sabes cuánto te odio- me dijo y una lágrima cayó de sus ojos a su pecho - Siempre has pensado en ti.

- Sí, ya... - le dije, como pidiéndole que se callara.

- Mírame bien.- me dijo, con voz firme. Eso me llamó la atención y me enojé.

- Óyeme tú, ser miserable- exclamé.- El que da las órdenes aquí soy yo.

Él llorando, me dijo:

- La vida se me gasta y tú nunca has pensado si quiera en pensar, aunque sea un poquito en mí. He sido un esclavo fiel, te he obedecido en todo, siempre te he hecho lo que me has pedido y tú no me has dado siquiera las Gracias.

- Tú naciste para eso.

Él asintió, derramó otra lágrima y volvió a su labor, sin decir nada, pero sin dejar de llorar. Estaba quebrantado y sabía perfectamente que si él moría, lo iría a reemplazar otro. Era insignificante y su amo jamás lo recordaría en el momento de su fallecimiento.

Derramó otra lágrima y recordó cuando su amo le abría su corazón, contándole sus hazañas más increíbles, los poemas más románticos y los cuentos que lo hacían viajar donde estaban las islas que no han sido nunca visitada por los hombres y donde las sirenas peinaban sus largas cabelleras a la luz de la luna.

También recordó cuando él le mostró un retrato de su amada hecha por él, pero el amo fue creciendo y los retratos poco a poco desaparecieron y las sirenas morían, en los caminos de los recuerdos muertos y él pasó a ser parte de una infancia olvidada. El amo lo tomó y lo convirtió en un instrumento de innumerables castigos, de dolores de cabeza, de cálculos tortuosos, largos y sin sentido.

Sus ojos se fueron nublando y la tristeza aumentando, las lágrimas cayeron y cayeron. Quería morir, quería caer al suelo y no levantarse jamás. Cerró sus ojos y de su garganta salió un canto que recordaba las lluvias de primavera.

- ¡Cállate, deja de cantar!- le grité.

Sin embargo, él no me oía, y el canto seguía... la mente de él quedó en blanco y los recuerdos de su niñez se desvanecían junto con su vida, mi voz se convirtió en un eco que no llegó a sus oídos, pero yo no dejaba de gritarle que se callara.

Él cayó al suelo, le pegué una patada para que se levantase y siguiera trabajando, pero él no podía y seguía con su canto. Le pegué otra patada y él chocó contra la pared.

- Eres un débil.- le dije- No sirves para nada.

Lo agarré del cuello y vi espantado que mi mano estaba empapada con su sangre. Lo toqué nuevamente y acerqué mi oído a sus labios y pude oír cómo él terminaba la letra de su triste canto.






Texto agregado el 29-04-2005, y leído por 168 visitantes. (3 votos)


Lectores Opinan
19-04-2009 esta muy bien elaborada, me gusto demsaiado! princesadelaluna
27-01-2007 me gusta el dolor que un objeto inanimado puede ser... :) tristeza
27-09-2005 Nostálgico pero hermoso; además, es muy creativo. ***** fabiangs
29-04-2005 Una metáfora bien lograda, sólo releyendo lo que hemos escrito recordamos quienes hemos sido. cuantico
 
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