La luna no precisa de ti
La noche no te necesita
Las aves que flotan sobre el mar no saben de ti
Cuando el cielo parió tu nombre
Entre las nubes, en un amanecer
El minucioso rocío siguió cayendo
Aunque quizás el viento se detuvo
Los niños se desperezaron bostezando
Las madres se afanaban cocinando
Y el pescador regresaba de altamar

Yo desperté con un presentimiento
Miré al horizonte y te vi nacer
Sellé un secreto pacto entre los dos
De servirte, amarte, quizás odiarte
Pero nunca pronunciar tu nombre real
Guardarlo en un bolsillo del recuerdo
Y vivir y palpitar al mediodía,
En los extendidos campos del mar
Sabiéndote presente, siempre a la par
Existiendo anónima, entre la espuma y la sal
La luna no precisa de ti, ni la noche, ni los acantilados
Ni la gente ni las aves sabe de ti
Solo mis madrugadas abiertas al cielo
Y mi atardeceres sangrantes,
Que calmadamente se elevan y caen
Atentos a mi secreto pecado
De haberte presenciado nacer.

Cuando sangres por primera vez
Transfigurarás en mujer
Pelo suelto a la brisa del mar
Blanca mejilla de sal y labios perfectamente rojos
Desnuda con tus manos abiertas y tus ojos cerrados
Con tu cara al horizonte, rodeada de espuma
Te llamaré entonces por tu verdadero nombre
Ya no serás obsesión, ni cuidaré mas nuestro pacto
No precisaré mas de ti, sabido tu nombre
Vagarás por las playas, dejando una estela desolada
Hasta que alguien descubra tu muda presencia y te bese
Y selle la maldición de tu destino y te ame, te sirva
Y tal vez te odie. Yo ya no estaré allí.