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EL SUICIDIO

“Ya me cansé de todo, creo que no soportaré un día más. La presión es demasiada y estoy a punto de explotar. Mí problemática más que externa, es interna. Se podría decir que lo tengo todo, pero no es cierto. Reconozco que no carezco de amor, ni sufro hambre, aunque éste sea otro. Cada día me cuesta levantarme, y ponerme un atuendo nuevo para sonreírle al mundo. No sé que exista después de esto, pero pienso que será mejor que seguir con esta enfermedad.

Esto no es nuevo, aunque hay temporadas en las que el dolor crece, el peso es inaguantable. La motivación de querer ver un nuevo amanecer ha desaparecido. Camino por caminar entre una infinidad de caras, que no provocan ninguna sensación en mí. Sé que mi familia y amigos deambulan entre ellos, sólo espero no decepcionarlos, por no seguir su destino.

Sé que mañana llegará el dolor, sin embargo no supera éste sentimiento lleno de vacío. No puede haber despedida, ni arrepentimiento, sólo queda aceptar el final y nacimiento de algo nuevo...”

Verano del 96. Pedro y Juan saldrían al parque. Motivo: jugar fútbol.

—¡Doña, doña!
—¿Qué escándalo traes?
—¿Pedro?
—Como siempre, encerrado en su cuarto. Pero, pásale y háblale.
—Gracias Doña.
—¡Ah! Muchachos estos.

Instantes después, Juan toca varias veces en la puerta del cuarto de Pedro. No obtiene respuesta alguna.

—¡Ya no mames güey! Vámonos al juego.

Juan decide entrar al cuarto. Al ver aquella imagen... Cae, y desde muy en el fondo, de su garganta, sólo logra emitir un pequeño gemido antes de perder el conocimiento. Mientras tanto, en la habitación se escucha el zumbido de una mosca, que en su viaje va describiendo el paisaje inhóspito y desolado, que examina en cada rincón. Pedro, cuerpo inerte, sigue colgado en el ventilador del techo, reflejando en su rostro pálido la muerte.

El verano hermoso. Unos ojos se han escapado de la terrible oscuridad. La realidad se manifiesta a cada segundo. La desgracia habita en la soledad. La pugna de vivir o morir sigue constante. Y la máscara, la máscara no para.

Entre la obscura inconsciencia, una débil luz entra en la mente. La vida como en cualquier película, se describe de principio a fin: risas, la levedad, la inmortalidad, el olvido, los recuerdos de la vida.

En la niñez, la más grande tragedia, donde el absurdo se disfraza. El eco, la repetición de palabras, mal comprendidas. El fanatismo. La muerte

Juan entre dormido y despierto, languideciendo. Gente extraña, entre penumbras, veía trasladarse de un lado a otro. Gritos. Llanto. Locura. Desesperación. Todos como locos preguntándose ¿porqué lo había hecho? ¿Cuáles eran sus motivos? O ¿Qué lo llevó a esa decisión? Juan en los brazos de sus padres. A lo lejos se escuchan palabras, palabras y más palabras. La tranquilidad ha llegado. Y jamás se ira.

Texto agregado el 12-05-2005, y leído por 157 visitantes. (2 votos)


Lectores Opinan
13-05-2005 q es muy triste su vida y no pueden mas...quizas nirva79
12-05-2005 Qué triste,pero profundo.¿Que se le pasará por la mente de verdad a un suicida? ROSADELJARDIN
 
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