Me pregunto como estas llegando,
si llegas con la memoria cotidiana
o la respuesta herida del asombro.
Entre tantas cosas arribas
arribas cotidiana entre inventarios,
con la sonrisa fiel de tu espejo
y tus rincones íntimos
en la sonoridad del silencio
irreducible de tus ojos
que pestañea
cual astro hilvanado de tiempo.

Vienes revoloteando,
dando piruetas,
dando besos como espectros de la aurora,
como trazos arqueados del firmazonte
embelezado por tu andar rustico,
Inmortal y rutilante.
Pero llegas y vienes,
y estas arribando a mi puerta
inquieta de noticias,
de saberte tendida sobre la noche
con tus escamas
como senderos abiertos en flor.

Me invades constantemente,
me invades desde las entrañas,
desde los terrenos ocultos del alma tacita.
Por eso tu llegada
se hace y se rehace
en el crepúsculo de nuestras constelaciones.
Se va haciendo como el mar
hace castillos de sal.

Llegas con la aurora a tus espaladas,
llegas con la noche clavada al pecho
como una bandera izada de promesas,
con la sorpresa de un saludo
y de un adiós casi instantáneos,
pues eres ese claro oscuro
conquistador de mundos.
Llegas con tus armas cargadas,
con tus manos cargadas
y tu corazón cargado de vida,
de eléctrica vida.

Estas llegando,
y yo temblando desde mí estrella
diseñé un canal para el equipaje.
Así me mudo a tu planeta,
a tu rincón sonoro por las noches,
ese espacio
que trazaste para abandonarnos.