Veo a cientos de Ángeles hablar junto a mi oído sin yo poder verlos, también consigo sin querer hacerlo, una cuota de sed al no poder tocarlos, pero la luz que deforme se abalanza sobre el césped y la ceniza maloliente, cubre mis pasos que no doy y cobija mis ganas de beber entre cada una de esas letras. Los otros que pasaban por sus invisibles frentes no escuchaban nada, mas bien reían y burlaban mis gestos al yo poder gritarlos, o bien el trovador que se apostaba hacia mis largos pasajes hacia el no saber, me fingía mistad sincera mientras meneaba su dedo en la cabeza, indicando mi locura entre los semejantes, pero claro, ya los espíritus del cielo caían entre el polvo mojado y el hambre de los tantos incrédulos vagantes, y no lograban ser felices al yo no poder enterrarlos, pero ya basta de mirar el piso malogrado y aun que no se puedan ver lo que solo es voz entre mis tímpanos ingenuos. No quiero ver esos hombres apodarme él indaga fantasmas, pues mejor prefiero arrancar hacia el rincón que no se comprende, hacia el miserable agujero De los cobardes, hacia el enterrar de los que brotan su cabeza estando fallecidos, esos que logran confiarme sus grandes ocultos y en mi ver lealtad, y bien, no seguiré intentando buscar entre el destierro lo que ya en mi esta y acongojados pueden existir, pero no los pueden ver ni mucho menos saber, que si existen.