El fondo de la cueva está en el corazón. "Yo" habita allí, sin importar la apariencia de la montaña y sin importar en qué país (todo país es una impostura mental) o en qué zona geográfica esté. Doy uno, dos o tres pasos y siempre estoy en mí, sin importar donde estoy. Donde estoy estamos en invierno, un frío casi mortal. que exige la hipocrecía y que no tiene nieve.

La cuna es cómoda en el fondo de la cueva y ahí subsisto como en estado de hibernación. Mientras tanto, la montaña con su cara fría y su voz fingida o cavernosa se pasea, lee un libro, escribe dos o tres cosas, se baña, hablña o no hablña, saluda o no saluda, ve televisión o ve a un insecto voraz..., observa las nubes con quienes solía solo jugar y, mal acostumbrado, a veces se enoja al constatar que alguien más juega al mismo juego al cual él solo solía jugar.

El vampiro se sacude un poquito de la cuna, babeándose baboso por sueños de futuros días y futuras noches felices.