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Milagrosa revolución

Aquí me lanzo de letras me arranco
con una cinta de tiempo enredada en palabras
de punta a punta del globo redondo como el abecedario
de punta a punta de mi piel
punta a punta de la mesa circular como los revolcones en tu cama
de extremo a extremo de las realidades anchas
brazos abiertos sin alcanzar a contener a la vez
a todas, las mujeres que amo

Palabras infinitas como números reales
como llantos, infinitas lagrimas
infinitas caricias, consuelo

me enfrento al barranco espeso
aire asfixiado de noticiarios grotescos
ensangrentados monitores
cadenas bien pagadas, grilletes a sueldo,
libertad de mercado, vendida a sueldos mínimos

Valiente me enfrento, inseguro de mi
ausente de letras, falto de verbo
falto de acentos, de comas
de lecturas y razones

Aquí me dejo caer al avismo espeso
de aire enredado a pensamientos rencorosos
resentidos
odios y clases
clases obreras
clases vendidas
algunas compradas a contra natura
clases sociales, esclavitud a buen precio pagada

Aquí desde mi rincón levanto la trinchera cobarde
pero trinchera al fin
cobarde de tu ausencia amada
cobarde de la muerte, la maldita muerte
trinchera de papel amarrada con tinta
balas de palabras
directas al corazón certero de la bestia gigante

Mis ideas sólidas son agua ingolpeable, invaleable
inapaleable, agua
escurridiza
que moja los uniformes
penetra los cascos, se anida en las neuronas
se agarra cual bacteria en sus corazones
para recalcarles la idea hermosa, de los pueblo libres
amados y amantes de alegrías en paz

Las ideas son agua, inesquivable
-Ven, zambullete en la piscina oceánica
de las ideas puras, amorosas y libertarias-
trincheras de papel
pistolas de agua
uniformes empapados, de libertad que se niegan a recoger

Me enfrento!
¿Me enfrento?
Parado en la cúspide de mi cabeza
donde aunque lo evite, llega el hedor
de los bajos rincones
el mareo vertiginoso envuelve mi garganta
y ya me asusta enfrentarme, y grito
¡Aquí no me lanzo, no!
Tengo miedo del caer confuso,
del golpe ácido seco y sangriento.
Aunque pequeñas miradas de niños
hambrientos de bajos rincones, me sostengan
vigilen mi caída y amortigüen el golpe
¿Creeré en ellos? son tan pequeños
¿Cómo me pides confiar en sus delgados huesos, sus panzas vacías?
¿En sus miradas tiernas dices?
¡de miradas tiernas no se ganan batallas!

perdonadme utopistas, pero
pienso que ya es demasiado tarde
esos niños ¿Qué fuerza tendrán para sostenerme en pié?
perdonadme hermosísimos poetas, benditos soñadores, pero
ya es demasiado tarde
¡No me enfrento, no!

Pero...

...soy poeta…

¡Convoco entonces al carpintero!
¡que nos amoneste poderosamente!

-¡Levántate y anda!-

para que resucite los huesos muertos, la carne putrefacta
nos diga que sólo dormimos
y en gloriosa resurrección se levante mi esperanza, nuestra esperanza
¡nuestra bendita fe!

¡Te convoco ahora Maestro!
¡Y el que quiera desafiar el Levántate y anda,
que caiga de rodillas si intenta negar la bendita revolución milagrosa!

Pablo Fredes

Texto agregado el 04-09-2005, y leído por 186 visitantes. (0 votos)


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