Y desembarca en puertos olvidados
la legión decrépita de remotos exángues.

Al insano son de tambores,
los remos acercan la negra nave
derramando, como sangre, una ignota sombra de podredumbre que mancha mis pies
a la espera de una procesión incesante
de maltrechos congéneres.

Como cegados por la luna,
los guío en pos de la cordura
para que con sus sonidos, acaben destrozando
aquello que la vida alguna vez albergó.

Seguidme onerosos hermanos pues nuestra felicidad es posible en la oscuridad que os sigue
tras eones de espanto.