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La muerte de su padre lo tomó por sorpresa. Comenzó con una serie de dolores abdominales una mañana y después de automedicarse confundiendo su dolor con una indigestión en tres horas estaba en un quirófano,pálido,con el miedo lógico de quien no se atreve a reconocer que no había vuelta atrás posible.Cáncer.Inoperable.
Fue una semana de noches en vela y en las cuales él,como hijo único recibió innumerables recomendaciones sobre como llevar el negocio familiar,la realidad aunque absurda lo golpeaba,su padre de labios propios le dejaba su trabajo de treinta años en una cama del hospital.
No había diregido aún su nueva responsabilidad,cuando la noticia lo golpeó,y aunque lo trágico de la situación lo quería convencer de sufrir el dolor,una satisfacción extraña al momento de saberlo le inundó su mente ambiciosa.Soy el dueño.
Los empleados de la cafetería sufrieron a su manera la súbita partida de su jefe,una persona que admiraban por su manera cordial de tratarlos;no eran empleados,eran familia,y eso se siente,se palpa, se corresponde.Cuando alguien trabaja en un ambiente donde se respira respeto trabaja a gusto, y las horas pasan desafiando relojes que reflejan horas de trabajo duro,así se vivía el día a día al lado de ese hombre que ahora ya no estaría más.
Su hijo siempre estaba,desde niño su padre había tomado su compañía como algo natural, haciendo desde los trabajos más rudimentarios hasta la contabilidad del negocio años más tarde; pero no era lo mismo.No era aquel niño que volvía corriendo del colegio y que barría con la pasión lógica de alguien al que se le confía una tarea de adultos,se había paulatinamente convirtiendo en un adulto celoso de su padre, una persona que no entendía la extrema familiaridad con la que trataba a sus empleados.
El primer día alcanzó para conocerlo de verdad.Luego de reiterados saludos y condolencias hizo una reunión con sus empleados,y digo bien,empleados,a los que les pasó a contar cual sería el nuevo rumbo a tomar en el trabajo.
La conversación más fría no podía haber sido,con gesto serio comenzó a hacerles ver que lo pasado no era lo que iba a seguir,sepultando con su padre todo rastro de buen ambiente, matando lo construido en años de relación.
Aunque no los tomó por sorpresa, sus rostros denotaban la típica expresión del ya lo sabíamos que iba a suceder.Pero el trabajo se necesita y tan malo no podía ser.
Sus amigos semanas después comenzaron a venir, gente que no solía parar a tomarse una copa pasaron a ser incondicionales de la bebida gratis del amigo empresario que luchaba sin muchas ganas con un ego que lo desbordaba.De ese momento a las faltas de respeto con el personal no pasó mucho tiempo.Una cosa era trabajar y otra muy distinta era ser humillado por gente desconocida con más alcohol de la cuenta.
De nada valieron las protestas.Todo terminaba con la respuesta fácil de un jefe sin tacto y sin otro recurso que el si no le sirve el trabajo ahí está la puerta.
Cierta noche el nuevo jefe encontró lo que nunca imaginó.El humo de tabacos eternos inundaba el local,risas,vasos rotos y una música que sorprendía a un barrio tranquilo.
Solo estaban ellos.Los amigotes,el jefecito y botellas vacías.Yo estaba en la barra, mirando el reloj que me devolvía las tres de la madrugada; una hora que si me lo permiten, es excesiva para regresar al hogar.Me había quedado solo,normalmente cerraba yo luego de limpiar y guardar el dinero.
Estaba pensando en cosas que no recuerdo cuando me sorprendió su grito.No era la primera vez que lo hacía,pero si hay algo que me han enseñado en cincuenta y cuatro años es a tenerle paciencia a la gente que uno quiere. En esos momentos siempre optaba por recordarlo de niño, preguntando entre sorprendido y ansioso cual era la mejor manera de cortar un buen jamón,con su rostro pícaro y una vida por descubrir, y esta vez era una de ellas.O al menos eso creí.Pero detrás del grito vinieron las carcajadas embebidas en alcohol de sus amigos que festejaban todas sus prepotencias,y más insultos.Quiero recordarlos a todos y aunque lo intento solo recuerdo uno en particular : me cago en tu puta madre.
Luego la oscuridad.El olvido. Y el darme cuenta en un hospital que tenía la mano esposada a la cama. Voces.
Según el dictamen del forense fueron diez puñaladas con un arma blanca de grandes dimensiones. Según los testigos me volví loco. Según los médicos que me atendieron sufrí una crisis de nervios.Según mis hijos se quedaron sin padre.

Texto agregado el 24-09-2005, y leído por 85 visitantes. (0 votos)


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