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- Cerré los ojos tan fuerte como pude y coloqué mi cabeza entre mis rodillas. Estaba sentado en una esquina de la habitación, llorando. Cuando los abrí me quedé un momento mirando al suelo. Era una moqueta roja granate, me pareció asquerosa así que escupí.

Luego me levanté, a duras penas pues tenía las piernas medio dormidas. Observé por enésima vez la habitación: era un cuarto sencillo y pequeño pero estaba totalmente vació. Lo único significativo era la moqueta roja, el papel a rayas marrones y naranjas con que estaba forrada la pared y un par de soportes de cuadros sin cuadro. Por no haber no había ni bombilla y la única luz que entraba era la que podía traspasar el sucio vidrio de la ventana que daba a la calle. Me acerqué a ella y la abrí.

Miré por momentos la calle, estaba en plena hora punta, personas andando, cruzando, hablando, gritando, riendo o tiradas por el suelo eran las que daban vida a aquel cuadro tecnológico surrealista que parecía la calle, situada en una ciudad de rascacielos brillantes que hacían que la ciudad pareciese viva de noche.

?Y esto es todo lo que me queda? pensé. ?Una .. ¿bonita? Bah, una asquerosa vista en un piso tétrico y vacío si no contamos las cucarachas. ¿Qué me retiene aquí? No tengo familia ni amigos y no tengo trabajo. Cinco años, cinco años en esa puta universidad estudiando una carrera y, ¿ahora qué, eh? No ha servido de nada?-

Encendí un cigarro, el paquete se quedó vacío así que lo tiré por la ventana. Cayó justo al lado de una persona. ?Lástima? pensé.

Me giré y mire la pared desnuda y la puerta marrón con las esquinas carcomidas por las termitas.?¿Esto es lo que el mundo me da? ¿Una puerta medio rota y una habitación vacía? Soy más listo que cualquier ingenuo que anda por ahí fuera baboseando a su novia y actuando delante de sus amigos para luego criticarles hasta la saciedad por la espalda. Viven en una completa falsedad, sin ninguna sensibilidad. ¿Hambre en el tercer mundo? ¿Qué coño es el tercer mundo? Es lo único que dicen ¡Idiotas! No pueden distinguir su mano derecha de la izquierda pero conducen coches caros y viven en chalets adosados en la playa?.

Me volví hacia la ventana y otra vez esa pregunta recorrió mi cabeza. ?¿Qué me retiene aquí? ¡Nada! Podría tirarme desde este octavo piso y nada ocurriría. Saldría en los noticiarios y los periódicos, la gente hablaría de mí en las comidas para no quedarse callados y tener que escuchar un silencio inaguantable. Tener que escuchar un silencio, escucharse a ellos mismos. ¡Eso es lo que temen! Leer en su corazón que eso no es lo que quieren, que no tienen que ser así. Viviendo sin esfuerzos, peleando tan sólo por dinero y muriéndose cuando éste se va. Pero yo soy mejor que ellos. ¡Sí! ¡YO SOY MEJOR QUE ELLOS! ¿ME OYE?

Pero sólo me quedaba eso por hacer en esta vida, manchar todo lo que ellos han pintado, recorrer sus conciencias y dejar un regalito: un remordimiento. Me acerqué a la ventana, saqué una pierna, luego el torso y luego la otra. Estuve unos segundos mirando el suelo desde allí arriba, me quedaría allí hasta que se juntara mucha gente y luego marcaría sus mentes con mi muerte. ¡Sí! Eso haría.

¡PERO VINISTEIS VOSOTROS, HIJOS DE PUTA! Y me impedisteis cumplir mi deseo.
- ¡Basta!
- ¡No me harás callar!
- ¡Cogedlo! ¡Sacadlo de aquí!

Dos guardias entraron por la puerta y se llevaron al detenido a rastras mientras gritaba. El agente Thompson salió de aquella habitación de la comisaría y se encontró con James.
- ¿Cómo ha ido, David? ¿Otro loco suicida, no?
- Si, supongo, lo que me ha extrañado son las llamas que brillaban en sus ojos.
- No te dejes impresionar. Está loco y estará donde debe estar.
- Pero, ¿quién somos nosotros para evitar que haga lo que quiere? ¿Es que no vivimos en un país libre? ¿No crees que lo que deseaba era morir? Ahora le haremos sufrir.
- Estás hablando como uno de ellos David. ¡Venga, te invito a un café a ver si se te pasa! Recuerda, somos polis, nosotros somos los buenos.

Texto agregado el 18-10-2003, y leído por 149 visitantes. (0 votos)


Lectores Opinan
18-10-2003 Estimado amigo, tiene fuerza su escrito es muy real y la depresion en las grances ciudades sigue en aumento. el cuento, incita, pero despues cae en lo que sabemos y el final es debil. Sin embargo, es de reconocer que hay fuerza en lo que escribe. adelante pues ruben sendero
 
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