A través del aire, dispersados en el viento, arrastrados por las ráfagas se pierden.
Me gustaría aferrarme a sus vértebras para dejar de ver mi reflejo en sus pupilas, lo peor es que mis ojos ya no parecen míos. Mis manos y ese dedo corto y más ancho que los demás, conocido como dedo gordo, no para de recordarme que alguna vez quise protegerlo con los demás, estiraba los brazos, redondeados, levantaba la manos y lo protegía como si fuera un Dios, pero simplemente no es más que un dedo gordo....