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Desde aquí arriba todo se ve estupendamente. Pero no sé exactamente hacia donde voy. El camino es largo y dudo que mis alas sean capaces de batirse eternamente. Ahora no puedo parar, cruzando el Pacífico es imposible detenerse, caer al agua es como suicidarse. Se baten lentamente, de vez en cuando aprovecho la condición del aire y planeo cuando me encuentro a suficiente altura, con cuidado de no estrellarme contra la superficie acuosa. Remonto y vuelvo a planear, un gran ahorro de energía significativo en el proceso de este viaje. Cuando salí del Edén hace tres días, no podía imaginar el descomunal esfuerzo que me iba a costar llegar a mi destino. Desde que salí de allí no he dejado de volar, parando únicamente para reponerme y descansar escasos minutos mis alas. Llevo un mensaje de importante valor y no sé quien es el destinatario. Sé que es de relevante importancia y no sé qué es realmente relevante. Sé que el mensaje ha de ser entregado de manos de un ángel a un mortal humano que me espera y no sé cómo será el encuentro si ambos jamás hemos cruzado nuestras vidas ni nuestros sueños. Se supone que un ángel ha de saber muchas cosas que el resto de seres que moran en vecindad y carecen de inmortalidad desconocen, pero quien domina esas reglas a veces desconoce su propia historia, su propio origen es una incógnita para él. En numerosas ocasiones él mismo habla y cuenta de cómo cree que no existe más que en el corazón o la mente de algunos seres mortales y en aquel sitio que llaman Paraíso. Él sabe que no es así. Sabe que está presente en cada lugar y momento, incluso aquel que niega su existencia la confirma con el sólo hecho de negarla. Aquel que no cree y sin embargo adora al Diablo también hace implícita su existencia, ya que sin el Mal no existiría el Bien. No obstante, esta es una visión muy humana y como tal errónea. Del Paraíso al Infierno solamente hay una delgada puerta que los separa, yo he visto a Dios y a Satanás tomarse las copas juntos en el bar del Purgatorio. Y charlan y deciden quien irá a cada lugar en la próxima recogida. Hablan con la Muerte y divagan, a veces se juegan a las cartas el destino de cada humano. Realmente les importa poco allá cuanto duremos acá. Yo antes de ser Ángel fui humano, tuve suerte de poder elegir, pero no por ello dejé de formar parte de ese juego. Mi ocupación ahora es la de mensajero de Dios, pero quién necesita comunicarse con él lo ignoro, cada día que pasa pierde un punto de credibilidad en este mundo y nacen diez mil nuevos oponentes aspirantes a dioses o demonios, ninguna fuerza es capaz de imbuirles a creer lo contrario, ellos son los que libremente pueden decidir su propia vida en la medida en que sus limitaciones se lo permiten, pero al fin y al cabo son ellos los dirigentes de sus propios actos y son ellos mismos los que acatan dolidos o agraciados sus consecuencias. Y allí están los dos, en el Purgatorio, fumando y bebiendo, riendo y charlando, bromeando... No tiene gracia, de verdad que no la tiene.
Pero en fin, aquí estoy, rumbo a un destino desconocido. No sé que puede ser tan importante como para que Dios huya de ser presentado ante un humano. Ya diviso el lugar de mi aterrizaje final, pronto quitaré de mi espalda el peso de este pergamino y volveré a batir mis alas al abrigo de las estrellas. Creo que ya veo al tipo que debe leer la palabra de Dios, es un hombre de unos treinta años, la edad que tenía yo cuando abandoné el mundo de los mortales, era esbelto, guapo, con una vida estupenda y adorado por las mujeres. Ahora todo eso se acabó, pero vive en mi memoria y eso es lo que me consume, Dios estaba tan ocupado con sus cosas que ni siquiera se dignó a eliminar la memoria que me atormenta del mundo que habitaba antaño. Me siento culpable por haber muerto tan joven, sin haber vivido lo suficiente, sin haber encontrado el amor, sin haber hecho nada de provecho, sólo pudrirme de dinero, un dinero que tampoco era mío por mi esfuerzo y mi sudor sino por mi herencia de hijo único de familia rica. No he podido darme cuenta de nada, ni de lo que merece la pena, ni de lo que no, he estado nadando treinta años ahí abajo en la mierda y ahora, desde aquí arriba nada es como lo veía, mis ojos de ángel han abierto mi mente y todo es tan claro que soy prisionero de mis remordimientos.
Desciendo poco a poco, el personaje está distraído y no se ha percatado aún de mi presencia. Está de espaldas, una gabardina negra le cubre hasta las rodillas y un sombrero oculta su cara a medias, antes de volverse al escuchar los pies del ángel enfrentándose al suelo tras de sí, tira la colilla de un cigarro y la apaga con la bota. Hay algo que le resulta familiar, no consigue adivinar qué es. Ahora los dos, hombre y ángel, se encuentran con las miradas enfrentadas y, en silencio, el hombre alarga la mano y recibe el mensaje. Desliza la cinta y estira el papel. Lee. Ángel espera el fin de la lectura y la confirmación del mensaje. El hombre termina y mira sonriente al ser alado. Le tiende el papel viejo y ángel lee:
Feliz cumpleaños Ángel de mi vida, disfruta de una nueva estancia en el mundo que antaño abandonaste sin voluntad en este cuerpo que yo, tu Dios, te ofrezco. Haz un buen uso de él, pues no habrá otra oportunidad. Has sido un buen mensajero, cuando vuelvas ya hablaremos.
Dios


Extraído del libro "El Lado Oscuro del Cuento" de Víctor Morata Cortado

Texto agregado el 12-11-2005, y leído por 97 visitantes. (0 votos)


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