TU COMUNIDAD DE CUENTOS EN INTERNET
Noticias Foro Mesa Azul

Inicio / Cuenteros Locales / cocho / LA TRAGEDIA

[C:156766]

LA TRAGEDIA

Eran las dos de la tarde, el calor era una bestia hambrienta devorando la alegría del pueblo, haciéndolo un lugar fantasmagórico donde perros y cerdos dormitaban en sana convivencia bajo la sombra de los mangos; el único refugio cuando el sol convertía las calles en un verdadero infierno donde el mismo diablo pedía clemencia a la naturaleza.

Marco Taliz era el único ser que desafiaba el sopor del día. Caminaba desesperadamente tratando de capturar la sombra que proyectaban los árboles desde los patios. Vivía en las afueras del pueblo en una casa de barro con techo de latas remendadas que le daban la apariencia de un chiquero de cerdos.

Cuando entró se sintió más sofocado que afuera, por dentro la casa parecía un horno crematorio, se sentía el resplandor directo del sol sobre el techo. Miró uno de los pollos de pelea parado en una silla de cuero y sonrió con cierta nostalgia; la imagen del animal le había ocasionado regresos repentinos a su infancia cuando había aprendido el oficio de gallero de manos de su padre. Ese día comprendió que los gallos conformaban la mejor parte de su alegría como hombre. Miriam, su delicada esposa, parecida a esas mariposas enormes que van soltando su color negro donde quiera que llegan, de inmediato, como por inercia, le sirvió el almuerzo y sentó a contemplarlo. Empezó a devorar todo lo que había en el plato.

Mientras comía, subió a la mesa uno de los gallos finos que estaba reservando para la pelea del domingo; el animal picoteaba los granos de arroz que volaban desde la boca del tragaldabas hacia un destino incierto. Todo sucedía con la rutina en su sitio de siempre, cuando el gallero en un gesto inusual abrió su enorme boca saturada de arroz y se desplomó. Miriam salió a la calle dando alaridos con una fuerza que sabe Dios de donde le salía.

En poco tiempo el pueblo cupo en la casa, una de las mujeres urgida de datos puso su afilada oreja sobre el tórax de Marco Taliz y sonrió concierto descaro – ¡está muerto! comunicó en susurro a la primera del eslabón de mujeres especializadas en el lleva y trae detallado como si fueran corresponsales de algún noticiario. Era costumbre apoderarse del dolor ajeno. Más que sufrimiento, un verdadero placer poder llorar a un muerto. En las noches, todas las mujeres planchaban amorosamente sus vestidos de luto, esperanzadas en que al día siguiente el destino les concediera el milagro de un velorio, que ese día por fin se veía cumplido. Los hombres se dedicaron a buscar un ataúd lo suficientemente cómodo para albergar al muerto.

Las más ancianas se encargaron en la tarea de hacer café y agua aromática para mantener a la gente en vigilia, aunque no era necesario ningún tipo de estimulante. A pesar de que todos los rostros lucían largos y petrificados, por dentro todos estaban felices en un llanto compacto al lado del muerto. En pocas horas el pueblo había desarrollado un ritmo sorprendente y ajeno para sus pocos habitantes.

Ya entrada la noche, cuando el doble seis marcaba el inicio de una nueva partida y las mujeres rezaban el rosario, el ritual se vio interrumpido por un fuerte estremezón que provenía del féretro. Todo el mundo corrió aterrorizado menos Miriam quien comunicó a los demás que su esposo había regresado de los reinos de la muerte. De inmediato la casa volvió a asemejarse a un hormiguero. Ninguno podía creerlo. Todos estaban impresionados ante la burla del destino y con sonrisas fingidas ayudaron a sacar al resucitado. Marco Taliz jamás experimentó tanto odio, llegó a sentirse desdichado, un canalla quien jugaba con las ilusiones de un pueblo que soñaba con el festejo de su muerte. Cada mirada era una pedrada a su integridad. Era como si tiraran constantemente fósforos encendidos a su ropa. Entonces pensó en morirse en serio, en acabar de una vez por todas con ese sufrimiento que carcomía su alma. El canto de un gallo lo sacó de su meditación, de inmediato volvió a pensar que ellos eran lo primero. Más tarde intentaría reponer el daño. Antes de salir tomó su revólver, un gallo blanco bajo el brazo, el otro en un maletín y se dirigió a su carnaval; ya habría tiempo para aquellos asuntos mortuorios.


Texto agregado el 12-11-2005, y leído por 114 visitantes. (2 votos)


Lectores Opinan
24-12-2005 Muy bien, buen texto. ULEIRU
12-11-2005 Bien narrado el trocito de historia de ese pueblo. El lector se mete en el relato pq es ameno y se lee bastante bien. Me gustó. Efecto_Placebo
 
Para escribir comentarios debes ingresar a la Comunidad: Login


[ Privacidad | Términos y Condiciones | Reglamento | Contacto | Equipo | Preguntas Frecuentes | Haz tu aporte! ]