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Pasa papeles antiguos y fotos pasadas, algunas en sepia y otras en blanco y negro. Lo veo ahí, echado, como si no fuera él. Casi no lo reconozco, moviendo el único brazo que contesta a sus deseos. Sus ojos sinceros antes encendidos, los veo decaídos, sin ganas de luchar. Es como si una máscara se hubiera apoderado de su cara. Aquella llama flameante como la bandera de su patria la cual lleva tan clavada en el fondo, ya no danza, ya no arde. El verde, el rojo y el blanco que siempre han resplandecido, parecen casi efímeros. Veo a un rey nadando al pasado, posando la vista en manuscritos que relatan su origen y sus momentos de gloria. Comandante de pelotón, aviador y guerrero de la Segunda Guerra, fueron sus mejores papeles protagónicos, lo cuales lo llenaron de anécdotas y experiencias que lo forjaron y moldearon de por vida; que lo cicatrizaron; que lo alegraron; y que lo volvieron el más completo diccionario ilustrado que este planeta pueda haber visto.
Tiene a sus musas más presentes que nunca, y, mientras las contempla y les habla con brillo escéptico en el iris, puedo darme cuenta de la verdad: el hoyo negro en el cual se sumerge por decisión propia, la rejilla en la cual se filtra, son más notorios que su majestuosidad. Las admira como siempre ha hecho, pero de todos modos nada es como antes. No es él. Las cantidades de sensaciones que me envuelven son tan distintas. Tan extrañas. Y hacen darme cuenta que se esta preparando para el viaje. Ahora es claro…no las está recordando, las esta saludando. Me hace pensar que ya se siente detrás de la cascada, sin embargo, le duele dejar su estado físico y dejar lo que más le gusta: disfrutar la vida y hacer que el resto la disfrute.
Lo veo caer como las hojas en otoño. Como diciéndole ¡Basta! al clima, al tiempo, a la vida. Se deja caer aceptando su hora final….tan lentamente. Es un guerrero aceptando el fin de sus días. Con gracia y dignidad quiere tomarla, pero un pesar sobrenatural se ha apoderado de su alma. Trato de buscar algún tema de conversación por más estúpido que sea, teniendo la esperanza que alguna palabra suba el interruptor de su fuerza, y nuevamente se convierta en el guerrero que amo y conozco…pero nada sucede. Todo continúa igual. No es un mal sueño. El presente me está disparando por todos lados, incluyendo desde adentro. Simplemente, no puedo. El fatalismo se vuelve el protagonista del momento otra vez. Prefiero hacerme la peor idea y aceptarla desde ahora. Obviamente se que algún día sus poderes van a agotarse. Se que ese día va a llegar, pero…jamás he querido aceptar la maldita idea…hasta hoy. Es tan injusto. Los semidioses gozan de inmortalidad, los guerreros míticos que sobresalen en obra y gracia son premiados con tan preciada cualidad y ahora se olvidaron de uno de los más valiosos. Si existe una persona a la cual me he querido parecer en toda facultad y defecto…es él. Y él es aquello en lo que me quiero convertir. Agarrando la rabia y la tristeza con ambas manos y alejándolas de mí ser lo más que pueda, empiezo a comprender porque se dan las cosas. En toda historia de superhéroes, grandes peleadores y artistas de la vida, siempre hay un discípulo el cual cargará con la maldición y el don de su maestro. Siempre hay un muchacho que aprenderá todo lo que su mentor sabe. Creo que esta historia ya la estoy descifrando. Yo soy ese discípulo.
Pero al fin y al cabo, continúo viendo al mitológico guerrero de inmortal acento.

Texto agregado el 14-11-2005, y leído por 90 visitantes. (0 votos)


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