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Incesables sus pasos volaban, corrían a la nada, vestían de noche a cualquier extraño que su paso atravesara. La tierra aterrada golpeaba con truenos y tormentas, diluvios y ventiscas; Cualquier método servía para calmar esa alma intranquila, esos pasos tajantes, ese insulto al silencio.
Y yo, cuan adormecido miraba es estruendoso desastre. Sus pasos; sólo sus pasos me volvían esclavo de un aletargado venenosa presencia era antagónicamente cierta, por que en cada susurro que hacia mi dirigía, más vívida su presencia se volvía, aun que dentro de mi mismo, creía vehemente que aquel pensamiento no era mas que otra manifestación de mi propia locura.
La escena que vivíamos era clara; Yo postrado e inmóvil, encantado y a la vez atormentado por que para mi no vivía, sino solo tejía en mi confusión y locura. Sin embargo, al ser presa del sueño y el letargo pude encantarla sentada en mi ventana, como cual leve ventisca entra sin ser notada, como algo inmóvil y a la vez encantado.
Entonces, supe que volvía a mí después de tanto tiempo. Ese encuentro con aquella figura invisible que solo se encontraba en lo más lejano de mi mente cegadora. Ella solía vagar por sueños, por senderos fríos que congelaban hasta mis inconsistentes deseos. Era sorprendente como sus ojos calmaban el alma de cualquiera que cayera en su mundo sin vida, me relataba en cada visión, como añoraba ver la realidad con sus propios ojos, aquellos irreales, aquellos tan lejanos de mi realidad. Pero inocentemente no sabía que aquella realidad no era mas que algo efímero, una tragedia, tan sólo un desamparo y una verdad que para ella jamás seria revelada. Para mi, su relación con mi realidad no era mas que una bendición del cielo, quien fuera tan ciego para hundirse en aquel ensueño de días aciagos, en tanto que yo sólo podía sumergirme en algo tan estampado, en esta realidad tan encuadrada, aquella que inventaba mundos irreales, aquellos que la veían como musa.
Mire su rostro entonces, vi. Como sus ojos se encerraban en esa puerta, ese túnel que conectaba algo más que dos ojos luminosos, a través de ellos, veía sus anhelos, su belleza, su esplendor por su mundo, su necesidad de armonía.

He de vagar aquí incansablemente, hasta poder oír de tu boca palabras Latentes, no solo Susurros y señales invisibles. ¡Palabras latentes y reales me dirás! ¿No ansiabas con tanto fervor palpar aun que fuese sutilmente el sabor de la realidad? ¡Habla entonces!
Y mi voz se alzo con tanto ímpetu que pude ver como su rostro sorprendido me lanzaba una espada tan punzante que no tuve más opción que correr lejos de su presencia, aquel demonio que no se expresaba, que me atormentaba sin motivo alguno. Que me tomaba como presa de sus Innumerables desgracias. Corrí tan lejos que ni la más rápida de las estrellas Podría alguna vez alcanzarme. Pero ahí en medio de esa nada, mientras la tierra me tomaba por supresa con sus mil y un desastres, supe por fin que jamás me podría deshacer de aquella sombra, de aquella sin nombre.
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Jamás sabría por que su voz solo me pertenecía a mi mismo. Llego la noche entonces, y para mí también el cansancio y la espera, el frió, al angustia, las horas. Y soñé, como nunca antes había soñado, como si el soplo de la alusión me atrapara sin piedad. Y la vi., y me estremeció y soñé... como soñe. Y había susurros en mi cabeza, ciertas manos pálidas que corrían A alcanzarme con destreza. Insinuando caer libremente sobre Cualquier caminar, y así queriendo sostener una atmósfera de Un dulce despertar. Había heridas de un anochecer incansable que jamás Fue desterrado. Oyendo voces que solo pertenecían a ella, y los desolados Tiempos encerrados hacían caer recuerdos tortuosos de una vida pasada, dulcemente asechada y previste de eternos finales, susurros congelados en el tiempo, que anhelantes decaían en nuestros hallazgos.

Un episodio sin terminar que ha alcanzado volver a la vida, que sin sobrevivir a la caída del paso del tiempo, han caído sin nombre en mí pude decir entonces, que al final el episodio fue cerrado por aquellas manos frágiles, sin nombres. fueron cerrados sollozos por aquella alma atormentada, quizás por el miedo, por el odio o ciegamente distante, el paso del tiempo.




Texto agregado el 23-11-2005, y leído por 74 visitantes. (0 votos)


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