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Ella hubiera matado a Beethoven

Me gustó cuando él se acerco a decirme que comenzaba a jugar con navajas
y qué una, muy parecida a la madre de esta cicatriz, le había rozado el pecho.
Es más, no era muy parecida. Era ella misma. El mismo filo femenino.
Si no habría estado tan aletargado me habría puesto a llorar o a golpearlo que es una forma de llanto seco y activo. Pero sólo me quedé callado. No se veía nada, nos encontrábamos sumergidos en aguas termales y él esperaba una respuesta. A favor o en contra. Me toqué la cara recordándola instantáneamente.
Siempre la comparé con una navaja, con algo afilado y peligroso pero con el misterio de la muerte (o destrucción) en su aserrado perfil espiritual. Es por eso que cuando la vi por primera vez temí acercarme; sin embargo, no sirvió de nada. La más grande, hasta hoy: diecisiete años después de un bello accidente, cicatriz de Eros.
Supuse entonces que debía decirle algo.
Algo tan típico y galán como: “Yo la quise y la quiero mucho. Cuídala bien por mi”
o algo egocéntrico e inmaduro: “Vete al demonio, déjala tranquila. Ella es mía”.
Lo que dije tenía algo de las dos. Pregunté primero si ella sabía de sus planes. Él no quiso aclararme las cosas. Succioné algo más de la chata que tenía en la mano. Hundí mi cabeza en el agua caliente sintiendo el sabor del sulfuro. Al sacarla aún reconocía su silueta. “Si la quieres, estarán bien”. “Pero, ¿dejarías de hablarme?”. Ahí fue donde me cogió. Sabía que las cosas no serían igual después de esa conversación; después de todo, ella había pisoteado mi cerebro a tal punto de querer ser escritor. “No te preocupes, ya vomité mucho por ella como para que aún me duela”. Fue una mentira saludable, blanca, como dirían algunos occidentales rubicundos. Él, sin quererlo, la había puesto de nuevo en mi mente. Bajo un cielo tan grandioso recordé su forma ácida de ser, su “filo” típico de niña de clase media alta. Renegué por segunda vez al recordar el día en que le hice el test de Beethoven. Le pregunté: “Imagina una vieja ramera sifilítica con muchos hijos que queda nuevamente embarazada. Son muy pobres con un padre músico que no gana mucho. ¿Si tendrías la potestad de aplicarle un aborto lo harías?”.
Ella, como yo y muchos, dijo absolutamente que sí.
Bueno, ese último niño fue Beethoven. ¿Habrías privado al mundo de tan maravilloso genio?
“Un músico más, un músico menos. Qué más da.”.
Esa tarde no pude contener mi ira y discutimos. Era tan materialista por ese entonces y yo un soñador con aspiraciones intelectuales. La maldición de Cervantes se aplicó a nosotros, luego.
También volví a reír como cuando rime su nombre con la palabra “vesania” y tuve que explicarle su significado. O a sentir incomodidad al recordar que por ella, y sólo por ella, fui a una discoteca. Entre la luz tenue, cargado de ropa punk, ella que se movía loca al ritmo de jamiroquai. Yo incómodo por ser inconsecuente con mis ideas, por rodearme de gente a la que repudio, gente a la que ella pertenece. I don´t speak english, baby; le decía en el idioma de sus sueños. Sin embargo, ella era diferente. Era el equilibrio que tanto había buscado. Volví a recorrer nuestro camino de apenas dos meses en los pocos segundos que él esperaba una respuesta más convincente que un simple: “No te preocupes…”.
La cicatriz, entonces, sangró una vez más. Para no contaminar el agua con mi sangre metafísica salí a secarme y beber más. No sé como lo interpretó. Volviendo al pueblo me emborraché con otros amigos; quizás más pensadores que él pero no tan sensibles. Es que me gustó mucho que acercara para comunicarme algo. Usualmente las cosas más importantes suceden en silencio. Lo suyo duró poco. Como una noche de baile en una discoteca burguesa. En las cloacas de mi ciudad una mariposa gris me esperaba para hablar de la poesía como quinta esencia del sexo.
No puedo quejarme. Le he sacado todo el pus posible a esa herida y espero que ésta sea la última gota de ese líquido poético. Vesania.

Texto agregado el 23-11-2005, y leído por 293 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
23-11-2005 ella hubiera matado a beethoven, quizas sea aun mas inutil sin pensar ojozdebruja
 
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