Otra vez tomo la navaja de afeitar. Como siempre ya mi cara está llena de esa espuma que nunca recuerdo salir pero que todas las mañanas está allí.
Y cada caricia de sus bordes afilados el mismo dolor me causa,
eramos muy jóvenes enseguida me digo. Y esa juventud se hace más evidente al descubrir como cada pincelada dibuja ese rostro gastado por el tiempo como las hojas color miel que sé que el viento tambien acaricia y maltrata mas allá.
Y lo imagino en mis hombros jugando con mis cabellos, como si lo conociera, como si el tiempo solo pasara para mí.
Y eso es lo que quiero, que el tiempo agrande más y más esa distancia entre nosotros. Esa distancia que hoy me vuelve a decir que eramos muy jóvenes y que tenía miedo, miedo de perder esa libertad que hoy me apresa en tu recuerdo.
Una y otra vez la caricia blanca se hace dolor, y con cada arruga que parece nacer, tus lagrimas vuelven a deslizarse sobre tus mejillas mientras tu sonrisa parece morir. Y yo que me apuro a decir que es imposible, que no puede ser mío. Y que me doy la vuelta e imagino tus manos llegando a tu rostro sin animarte a decir más. Así como también mis manos se llevan la caricia del recuerdo y me devuelven la imagen de quien aquel día creí que quise ser.