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- Hola Solange - dijo un extraño ser que salió del suelo.
- Hola - respondió una extrañada Solange, con el rostro cubierto de lágrimas.
- No estés triste, ha llegado la alegría, mira al cielo, mira como se abre a ti - dijo el extraño ser.

El techo de su casa se comenzó a abrir de pronto, como si fuera una puerta, y en el cielo una cantidad inmensa de estrellas comenzaron a iluminar a Solange. Ella miró al suelo y ya no había nada. Se levantó de su cama y comenzó a volar hacia las estrellas feliz. Éstas se acercaban cada vez más y más y el rostro de la mujer comenzaba a cambiar, una gran y blanca sonrisa esbozaba mientras se acercaba a los brillantes astros que le llamaban. De pronto se detuvo a apreciar el cielo, cuando en sus pies sintió el suelo. Miró a los lados, y dos grandes paredes multicolores empezaban a girar, y todo se comenzó a llenar de gente que bailaba en un trance total. Todo brillaba, y las estrellas del cielo se convirtieron en luces de todos colores que formaban un ambiente completamente enceguededor. Solange al ver a todos en ese trance, comenzó a bailar locamente, se agitaba como nunca, movía la cabeza arriba y abajo gritando y riendo como nunca lo hacía en su vida. De pronto toda la gente comenzó a rodearla, ella se convirtió en el centro de aquella extraña fiesta, siguió su extraña danza gritando y desgarrando su ropa. Súbitamente todo el ambiente se volvió negro, las luces de todo el ambiente se apagaron, mientras la gente se comenzaba a alejar. Solange se sintió extraña, se comenzó a marear mientras veia como las paredes la comenzaban a encerrar más y más.

- ¡Saquenme de aquí! - gritaba histérica - ¡Saquenme de aquí! ¡Donde fueron todos!
- Ellos nunca estuvieron aquí - dijo una voz de la nada

Solange comenzó a llorar amargamente, desesperada se arrodilló y comenzó a gritar toda su rabia. La voz comenzaba a hacerse más grave, y las paredes comenzaban a achicarse cada vez más. La desesperada mujer, con un rostro que reflejaba pánico y nerviosismo, se paralizó y veía como iba siendo aplastada poco a poco. Llegó a un punto donde ya no era capaz de resistir la presión y se desmayó.

- ¿Dónde estoy? - dijo una exaltada Solange, despertando unas horas más tarde.

La joven miró su brazo, y vió una jeringa vacía enterrada allí. Suspiró, desenterró la aguja de su vena y, aferrándose a la sábana de su cama, comenzó a llorar amargamente en la soledad de su habitación.

Texto agregado el 18-02-2006, y leído por 97 visitantes. (1 voto)


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