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Inicio / Cuenteros Locales / saturnino / Esa naturaleza que gusta de ocultarse

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El Oscuro ha decidido, tras un tiempo indefinido, dejar las montañas y retornar a la ciudad, entre los hombres. No fue una decisión que tuviera meditada con tiento, simplemente ése día se le ocurrió hacerlo, todo el tiempo anterior tal idea no pasó por su mente. Su primer sorpresa consiste en vislumbrar la multiplicación humana y con ella, la de las casas y la del ruido. Gente por doquier caminando con inexplicable rapidez, quizás por la angostura del espacio, piensa el Oscuro. Alguien que cree reconocerlo se le acerca.
-Usted es Heráclito ¿no? Fulmina al inoportuno con su mirada taimada.
-Yo lo admiro mucho y sus ideas sobre el devenir, ¿era usted el que hablaba del devenir?
El Devenir. El Oscuro recuerda cosas vagas y difusas. Es posible que haya escrito un libro. Cree recordar que el libro lo dejó a la tutela de una hechicera muy famosa, consultada por grandes personalidades y por gente simple también. Ahora el libro está fragmentado, diseminado por el orbe. La hechizera murió de vejez y olvido, pero no faltaron los voraces que quisieron arrebatarle sus secretos, propiciando el extravío. Quienes tienen la fortuna de encontrar algún fragmento se lo apropian y fundan escuelas con él o componen hermosas e inescrutables poesías. Tuvo enemigos que lo difamaron y que lo necesitaron para validar su trabajo. Ahora están muertos o son muy jóvenes para comprender lo que están haciendo. Las ideas y los recuerdos se le agolpan, le van y le vienen como murciélagos chillando en busca de ubicación. Los pensamientos se le confunden con los dolores de cabeza y abdómen. Continúa caminando forastero con rumbo incierto. Retornar a la montaña le demoraría demasiado. Siente mareos. Cuánta rapidez en derredor, tantos rostros y tan semejantes entre sí, pero a su vez tan disímiles, tantas penas y dichas reciclándose, mezclándose, transfigurándose. Le extraña que la gente no se inquiete de ver a un hombre menesteroso y andar pausado, que en su rapidez de hormiga no lo noten, que hasta su habla haya cambiado para ser más expedita acorde con la velocidad, que sólo intercambien datos o fruslerías. Y él tiene las manos ásperas, la piel con tajos y mugre en las uñas.. Tiene mal aliento. Su cuerpo se duele. En una calleja con toneladas de basura apilada ve un montículo de excremento canino. Se recuesta a un lado y se unge con él. Se viste de mierda. A la sorpresa de varios perros, le sigue la curiosidad de uno famélico que valiente se acerca. Huele su pie descalzo y lo lame primero para comenzar a mordisquearlo tímidamente después. Los demás perros se acercan. Él cierra los ojos.

Texto agregado el 20-03-2006, y leído por 135 visitantes. (0 votos)


Lectores Opinan
17-04-2006 Desde luego, es un relato saturnino, oscuro, misterioso, pero muy bueno. margarita-zamudio
15-04-2006 Wow, que buena narración don saturno, bella prosa la de ud derian
20-03-2006 una gota corre fría por mi espalda, despacio, sin apuro. ccrroonnooppiioo
 
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