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Papeles y documentos habían logrado hacer correr a muchos de los encargados en las oficinas de administración y documentación de la naviera. Ya todo estaba listo, “La porteña” zarparía, sin siquiera imaginar, lo que sucedería.

Francisca, que llena de lujos y riquezas siempre había logrado conseguir todo, se acercó a un negocio que estaba abierto a pesar de lo tarde de aquella noche y compró una bebida. Estaba frente al muelle y un niño pasó corriendo junto a ella, la miró y le dijo: “No te embarques en La Porteña”.

- ¡Francisca! – Gritó la voz de Andrés, padre de Francisca haciendo que esta volteara a verlo. Le hizo señas para que la esperara. Volvió a mirar al niño, pero el pequeño ya no estaba. Parecía que el mar había enviado un mensajero. Sin embargo, Francisca estaba convencida. La Porteña zarparía con ella arriba, y de paso daría inicio a esta historia...


LA PORTEÑA
CAPITULO 1º

Cada mujer es como el pétalo de una rosa, todas pertenecen a la misma flor, aquella que les da ese aroma inigualable, aquella que les da esa sonrisa envidiable y esa fuerza para ser cautivantes, hermosas y valientes al mismo tiempo. Con esas cualidades es imposible que el corazón de un hombre pueda resistirse al encanto de unos labios rojos y un cuerpo femenino. Así mismo, los hombres con su machismo de hombre robusto y fuerte, entregan a la mujer la seguridad para que se suelten de la flor madre y dejen que las manos de un hombre las proteja, las ame y las envuelva con pasión.

Si cada persona que tiene que ver de alguna manera con el zarpe de un barco, se pusiera a pensar lo que significa la partida de este hacia alta mar, entonces muchos comprenderían que su trabajo contribuye y perjudica muchas cosas, entre ellas las separaciones.

Cuando un barco como “La Porteña”, zarpe de Puerto Azul muchas vidas cambiaran en el pueblo y especialmente la historia de dos enamorados. Un hombre y una mujer que cruzaron sus caminos uniéndolos irremediablemente.

Puerto Azul, es un hermoso sector costero del norte de Chile, donde la Familia Cooper es dueña de la naviera mas poderosa del puerto. Esta familia que por años ha manejado los siete mares, esta liderada por Don Andrés Cooper, un cincuentón que ha vivido su vida rodeado de joyas, oro y riquezas. Un hombre que nunca ha tenido tiempo para tomar un helado sentado en la arena y que olvidó por completo sus años de niñez cuando caminaba por la playa mirando el horizonte y valorando cada cosa, hasta el vuelo de una gaviota. Junto a él sus dos hermanas, Teresa de 45 años, que es separada, coqueta, bella y administradora de la empresa en puerto, que con su talle camina por los pasillos de la naviera sin envidiar a nadie y que logra hacer que los hombres volteen a mirarla; y Marina, una mujer de treinta y nueve años, que enviudó al mes de haberse casado aún siendo muy joven, desde entonces perdió su brillo y se convirtió en una sombra en una verdadera sombra de mar, vestida siempre de negro, jamás volvió a salir de La Mansión Cooper a puerto y entregó su parte de la empresa para que la administrara su hermano Andrés. Marina, cedió ante el dolor y dedicó su vida a llorar al hombre que la hizo sentir mujer, jurando que desde la muerte de su esposo no volvería a “ENAMORARSE NUNCA; ENTREGARSE JAMAS”, sin pensar que la función debía continuar. Hoy cuando esta a muy poco de cumplir cuarenta años, ya nada le importa. Sin embargo, el zarpe de la Porteña, la cruzará con una historia que cambiara su vida nuevamente. ¿Acaso una mujer de cuarenta años, no tiene derecho a ser feliz?.

Marina y Teresa, siempre han apoyado a su hermano Andrés y esta noche no es la excepción, ya que él ha tomado la decisión que considera correcta para su hija Francisca y apoyado en sus costumbres de alta sociedad, pretende separar a su pequeña del pescador que le robo el corazón. Solo falta el zarpe del barco llamado “La Porteña..............................................................”


En el muelle del puerto las maletas de Francisca parecían un punto en la inmensidad del mar. Su padre, don Andrés Cooper, estaba listo para abordar el barco y solo arreglaba unos mínimos tramites para partir dejando la empresa en buenas manos.

Por los pómulos de Francisca una y otra lágrima rodaba disimuladamente que bajo un hermoso sombrero rosado le daba aspecto de mujer mayor a pesar de sus veintitrés años.

En su interior Francisca no quería aceptarlo, pero esperaba que Jesús se atreviera a llegar al muelle y pudiera impedir que su padre la llevará lejos del puerto, donde ya no se podrían ver. Contaba los minutos que faltaban para que zarpara “La Porteña”, el barco que la sacaría para siempre de la vida de Jesús, el gran amor de su vida.

Una suave brisa envolvió a Francisca y sus cabellos se mecieron frente a sus ojos. Parecía que el mar la consolaba.

Jesús, por su parte dormía plácidamente en la cama de su habitación, en una casa del puerto. Sobre el velador se veía una botella de ron a medio consumir y su ropa desparramada por cualquier lado. Una hermosa luna asomaba sobre el mar del puerto aquella noche, invitando a los enamorados a compartir hermosos momentos.

- ¡¡Jesús!! – Gritó la voz de Martín, una amigo del muchacho que desde la calle intentaba despertarlo - ¡Jesús despierta! - volvió a gritar Martín.

Los ojos de Jesús se abrieron dormilones y finalmente se incorporó. Al levantarse de la cama un cuaderno donde tenía una carta que le estaba escribiendo a Francisca antes de dormirse, cayó al suelo. Finalmente salió al balcón dejando que el aire marino lo envolviera.

- ¿Qué pasa Martín?, es mas de media noche ; ¿Quieres que mis papás te reten?
- Jesús por la cresta tengo que hablar contigo,- Respondió el amigo a nuestro protagonista
- ¡¡Por si no sabías, existen los teléfonos!! – Reclamó Jesús a Martín, que lo miró molesto- Ya disculpa amigo es que estaba durmiendo y sabes que me molesta que me despierten... ¿Qué pasa?

Martín mentalmente se armó de valor y pensando en que estaba haciendo lo correcto, dijo:
- ¡¡Se trata de Francisca!! – El silencio de Jesús lo hizo seguir hablando – Francisca, se va .... Zarpa esta noche en La Porteña amigo mío
- ¿Qué?,¿Tay bromeando? – Y un sudor frío estremeció la espalda de Jesús que tenía el torso descubierto. La sola idea de no volver a ver a Francisca acabó con el sueño que tenía- ¿Qué tay diciendo poh Martín por la cresta?
- ¡Eso poh!, que el viejo de Don Andrés, se lleva a Francisca lejos, los vi llegando al muelle con una serie de maletas hace un rato – El impacto de Jesús fue inmediato y el tiempo pareció detenerse a su alrededor – No sé amigo, pero yo creo que si tu quieres hacer algo es mejor que salgamos ahora mismo al puerto, mira que si La Porteña se va, no vas a ver nunca mas a Francisca

Jesús entró corriendo a su pieza y sacó la hoja del cuaderno donde estaba escribiendo la carta para Francisca. Tomó una polera y unos zapatos y saltó desde el balcón sin pensar en las consecuencias. Martín al verlo tan alterado le pidió que se calmará, pero el corazón de Jesús estaba acelerado por la adrenalina y a penas si le agradeció a su amigo por avisarle. Luego de pasar junto a Martín, Jesús salió corriendo a toda velocidad por la calle principal del puerto rumbo al muelle, su amigo Martín salió tras él, pero le era imposible seguirle el paso, ya que Jesús estaba embravecido.

En el muelle entre tanto una gaviota perdida en medio de la noche atravesó volando las tablas que daban la bienvenida a los viajeros de barcos. Un sendero de soledad y penas por el cual transitaba Francisca la envolvía en una desesperación que jamás podría entender. Estaba dejando su puerto querido, su hombre y su destino y ni siquiera estaba convencida de que aquello era lo correcto. Sus pasos eran dudosos a través de la noche, rumbo a “La Porteña”.

- Vamos hija – Dijo Don Andrés a Francisca que tratando de convencerse de que aquello era lo mejor, emprendió el camino por las tablas del muelle tomando una de las maletas. Un trabajador pesquero acarreó el resto de equipaje mientras la muchacha y su padre caminaban decididos.

A unas cuadras de ahí, Jesús corría con todas sus fuerzas intentando alcanzar aquel barco que tanto dolor le podía causar con su zarpe.

Mientras corría, sus ojos se fijaron en la plaza de los enamorados, un parque del puerto donde un sendero de doce pares de árboles, estaban frente a frente y formaban un pasillo con una especie de arco por el cual las personas caminaban. Se decía, que si un hombre conocía el amor en el puerto, debía ser en ese lugar. El sendero de los enamorados. Era precisamente ahí donde había conocido Jesús a Francisca. Mientras corría recordó:

- No les tomes fotos de tan cerca - Había dicho Jesús a Francisca que aquel día se encontraba tomando fotos de las gaviotas del puerto paradas sobre aquellos árboles. Ella lucía un hermoso vestido rosa y sobre su cuello colgaba una cámara fotográfica con la cual estaba retratando las mejores postales de la ciudad.
- ¿Perdón? – Había respondido Francisca a la interrupción de Jesús
- Es que te vi tratando de fotografiar a las gaviotas, pero estay demasiado cerca, por eso se asustan y se van
- Gracias pero nadie te ha pedido ayuda en esto - Dijo arisca y educada Francisca Cooper
- Ah bueno, quien me manda también poh – Respondió seco Jesús y agregó sarcástico : Eso me pasa por ser buena honda nomás
- ¿Haber y se puede saber como sabes tanto de gaviotas tú? – Preguntó Francisca
- ¿Será porque soy pescador? – Respondió de inmediato Jesús
- Estúpido – Lo desafió Francisca faltándole el respeto
- Estúpida soy tú, que estoy ofreciendo llevarte a un lugar donde hay muchas gaviotas y no quieres ir – Argumentó Jesús y dio media vuelta, semi sonriendo.
- Si, pero yo no salgo con cualquier desconocido – Respondió la señorita
- Jesús Guerrero Cortés, ahora ya somos conocidos y si quieres venir me sigues...
Entonces Jesús había comenzado a caminar y Francisca lo había seguido llevada por su corazón sin pensar en que desde aquel día ese joven pescador robaría sus sentimientos para siempre.

Hoy, varios meses después aquel amor nacido en el sendero de los enamorados parecía llegar a su fin con el zarpe de La Porteña, un barco que la llevaba lejos de Puerto Azul, lejos de Jesús y lejos de todo lo que los unía.

- ¿En que piensas hija? – Preguntó Don Andrés a Francisca a punto de subir a la escalera que la conducía al barco, frente al mar en el muelle
- Estaba recordando cuando lo conocí...- Respondió melancólica Francisca
- ¡¡Por la cresta hija!! – Se enojó Don Andrés – Tu misma me dijiste que no querías verlo mas, estoy dejando la empresa en manos de tu tía Teresa...y eso es un tremendo sacrificio, pero tu no lo valoras...
- Si lo valoro papá es que yo lo amo, no puedo dejar de pensar en Je...
- ¡No lo nombres! – Interrumpió Don Andrés a su hija antes que nombrará a Jesús – Ese pescador aparte de no tener plata, es un mujeriego, estuvo preso, fue drogadicto y no le trabaja un peso a nadie, no merece ni un solo pensamiento tuyo...

Francisca trató de decir algo, pero precisamente el capitán del barco interrumpió el diálogo diciendo...

- Disculpe don Andrés pero debemos zarpar... ¿Van a subir ahora o no?
- Si claro, solo espere un momento...- Respondió don Andrés y miró a los ojos de Francisca. Le dijo- hija por favor, subamos a la Porteña y olvida el pasado...

Francisca volteó una vez mas para ver aquel puerto que la vio nacer y que le entregó el gran amor de un pescador llamado Jesús.

Al pasar su vista por la Iglesia recordó una tarde cuando él le pidió pololeo. Fue el primer beso que se dieron, la hija del poderoso Andrés Cooper y Jesús, un muchacho pescador hijo de una modesta familia. Desde entonces habían compartido incontables momentos. Noches enteras sentados en las playas de puerto Azul. Tardes de la mano caminando sin rumbo. Amaneceres desnudos entregados el uno al otro. Helados en los ocasos marinos y caminatas por los rompeolas donde la brisa marina loa había bañado mas de una vez.

Como podrían dos almas que se aman, olvidar todo aquello que tuvieron y ¿Qué los llevo a separarse?. ¿Se puede unir a dos polos opuestos como Francisca y Jesús?. ¿Puede el amor vencer las barreras de una sociedad basada en el aspecto económico?.

- ¿Qué pasó contigo?, ¿Porqué cambiaste tanto Jesús? – Se preguntó en silencio Francisca parada en el muelle a punto de subir al barco. Volteó y miró la luna preguntándose ¿Porqué si hay personas que se aman deben estar separadas?.

Luego de eso un comenzó a subir los diez escalones que la llevarían a bordo del barco.

Escalón uno.- Francisca tomó las puntas de su vestido rosado y comenzó su ascenso. Jesús pasó corriendo por la iglesia del puerto muy cerca del muelle.

Escalón dos.- Don Andrés sonrió viendo que estaba logrando su objetivo. Se preguntó si el dejar la empresa en manos de su hermana Teresa, sería una buena idea.
Quinto escalón.- Una brisa marina despojó a Francisca de su sombrero que guiado por el aire, fue a caer en la orilla del muelle en tierra firme. Don Andrés señas a los marinos y trabajadores para que zarparan en cuanto él y su hija estuvieran a bordo.

En los mismos instantes en que Francisca subía el sexto escalón, Jesús doblaba corriendo por la calle principal del puerto y se encontraba a una cuadra del lugar donde su amada se iría para siempre. Iba cansado y parecía exhausto. Sin embargo, cuando vio el barco “La Porteña”, se llenó de energías y aceleró el paso.

Octavo escalón.- Si Francisca hubiera volteado, seguramente se habría dado cuenta que Jesús se acercaba corriendo a la distancia, sin embargo aunque lo pensó, la presión de su padre por que se apurará en subir, la hizo seguir adelante sin dudar un solo instante más.

Décimo escalón.- Con el décimo escalón los pasos de Francisca dejaban a tras un pasado lleno de sorpresas y de dolor. Jesús no siempre había sido un ángel con ella. Recordó una vez en que fue a ver a su amado que jugaba en la cancha del puerto a la pelota y Jesús se había emborrachado hasta decir basta junto a sus amigos de fútbol, olvidándose por completo de ella. Esa fue la primera desilusión que tuvo de Jesús.

Francisca subió a bordo y soltó su maleta en el piso al mismo instante que los pasos de Jesús comenzaron a recorrer las tablas del muelle rumbo al barco.

EL muchacho trató de gritar pero la agotación por su loca carrera le impidió sacar la voz. Francisca se apoyó en la baranda y volteó para mirar el muelle. La escalera fue levantada y las amarras soltadas precisamente cuando la mirada de Francisca se topó con su amado Jesús que corría a toda prisa por el muelle.

- ¡Jesús! – Gritó la señorita de la familia mas poderosa del pueblo e intentó decir que bajaran la escala nuevamente, pero La Porteña comenzó a mecerse anunciando que acaba de zarpar.
- ¡Francisca te amo! – Gritó parado en la orilla del muelle Jesús. Que separado por un par de metros de agua veía como la Porteña se alejaba centímetro a centímetro.
- ¡Jesús!, ¡mi amor! – Respondió Francisca olvidando la promesa hecha a su padre quien pareció palidecer por el comportamiento de su hija que comenzó a correr para llegar a la parte trasera del barco donde intentaría hablarle a Jesús...

Los pasos desesperados de la muchacha de alta sociedad resonaron en cada rincón del barco mientras corría a toda prisa para ver a su amado. Jesús por su parte tomó la carta que llevaba en sus manos y la arrugó formando una bola de papel que se alistó para lanzarle a Francisca antes de que el barco estuviera mas lejos y ya no pudiera alcanzarlo.

El joven pescador retrocedió y tomó vuelo, luego corrió y aquel trozo de papel voló blanco sobre las negras aguas del mar profundo. Todo pareció congelarse y el mar se rindió ante semejante amor. Francisca corrió y sus manos encontraron aquella carta que sería el último recuerdo de su amado Jesús. Luego cayó de rodillas junto a los helados fierros y apoyando sus manos en estos, se hecho a llorar desesperada. Jesús al mismo tiempo cayó de rodillas en las tablas del puerto y mirándola alejarse, también lloró. La porteña que amaba se iba en un barco lejos de él. Todo estaba perdido. Francisca y Jesús se habían separado para siempre.

Unos minutos después Jesús solo veía una mancha perdida en la inmensidad del mar. La porteña se iba con Francisca a bordo.

En la cubierta de “La Porteña”, Francisca se puso de pie y tomó la carta que Jesús le había lanzado. Prefirió leerla después cuando tuviera un momento en soledad y pudiera concentrarse en lo que decía.

El ir y venir del barco, hizo que Francisca se mareara unos momentos y con dificultad caminará a través del pasillo. Al asomar la vista por una ventana de cubierta, comprobó que algunas personas jugaban cartas en medio del casino del barco.

- ¿Hija? – Dijo suave don Andrés acercándose a Francisca, que al verlo ocultó el papel que Jesús le tiró antes de separarse.- Empezaremos una nueva vida hija, tu debes entender que es lo mejor para ti
- Me dijo que me amaba papá – Objetó Francisca
- Pero hija – Intervino Andrés destilando su veneno – Es obvio que te dijo que te ama, porque te vas, en realidad no lo siente...
- Es que... – Intentó contradecir Francisca
- Hija, tu misma dijiste que no querías volver a verlo jamás... ¿entonces?
- Hay no sé papá, estoy tan confundida, yo...
- Cálmate, ven... te tengo una sorpresa

Si bien Francisca era ya toda una mujer, a sus veintitrés años aún confiaba ciegamente en su padre, el cincuentón Andrés Cooper, dueño de la naviera mas grande en los puertos de Chile.

Los cálidos brazos de su padre hicieron que por un instante Francisca no tuviera miedo de nada. Caminó junto a él por la orilla del barco dejando que el suave mar la meciera.

La porteña, era el barco mas grande y antiguo de los puertos chilenos. Había sido remodelado varias veces y había recorrido el mundo completo varias mas.

- Cierra los ojos hija – Dijo don Andrés que puso sus palmas en las pupilas de Francisca, quien no lograba ver a donde se dirigía.

En la oscuridad de la noche y con los ojos cerrados, la voz de su padre la guió hasta una baranda de metal que estaba helada y humedecida por la brisa marina. De pronto la voz de un hombre la hizo sobresaltar. Se trataba de Daniel, su ex novio a quien había abandonado un tiempo antes por enamorarse de un pescador.

- Esta fría la noche Francisca – Dijo Daniel tomando las suaves manos de la muchacha
- ¿Daniel?- Respondió confundida Francisca quien no se convencía de la presencia del joven en el barco.
- Bueno, ustedes deben tener mucho de que hablar, - Intervino el papá de Francisca y guiñándole el ojo a Daniel, se alejo dejándolos solos.

Una vez que Francisca y Daniel quedaron solos en medio de la nada, bajo la noche marina y sobre la Porteña que se mecía una y otra vez con las olas, Daniel dijo:

- Se que debes estar sorprendida, pero cuando tu papá me dijo que te irías lejos yo no pude soportarlo, por eso me conseguí la manera de subir a este barco y viajar a tu lado para intentar reconquistarte – Francisca permaneció en silencio, estupefacta por la seguridad que demostraba Daniel al hablarle- Yo sé que tu estas confundida, pero debes creerme cuando te digo que ningún hombre te va a amar tanto como yo te amo
- Puede que tengas razón Daniel – Respondió suave y dulce Francisca – pero yo no te amo y esa es la realidad de las cosas. Discúlpame.

Luego de aquellas palabras, el estupefacto fue Daniel quien quedó parado solo en medio del barco cuando Francisca salió corriendo a su habitación.

Mientras eso pasaba en el barco, por las calles de Puerto Azul, caminaban rumbo a su casa en medio de la noche y bajo la luna llena, Jesús y Martín. Iban en silencio sin pronunciar una sola palabra. Finalmente Martín le dijo a su amigo Jesús...

- Yo creo que si tu y Francisca están destinados a estar juntos, tarde o temprano volverán a juntarse.
- Estoy seguro que mas pronto de lo que todos creen Francisca y yo volveremos a estar juntos... / Aseguró Jesús
- ¿Tu sabías que Francisca se iba? – preguntó dudoso Martín al ver tan calmado a Jesús
- No, pero te cuento un secreto...- Martín aceptó gustoso escuchar la confesión de su amigo- Con Francisca dijimos que si alguna vez nos separaban dentro de 24 horas nos reuniríamos en un lugar que solo ella y yo sabemos

Martín quedó intrigado por conocer los planes de su amigo y pensó en preguntarle abiertamente lo que pensaba hacer, pero el ver pasar a doña Rosita corriendo junto a ellos a esas horas de la madrugada, hizo que ambos la detuvieran preocupados.

- ¿Qué le pasa señora Rosita? – Preguntaron Martín y Jesús a la anciana mujer

La señora Rosita solo los miró y ambos se dieron cuenta de que iba llorando. Luego la abuela se acomodó el chal y siguió corriendo como alma que se la lleva el diablo.

- ¿A donde irá? – Preguntó Martín curioso – Iba llorando y es bien tarde para que ande sola por las calles
- Si es raro, pero no tenemos porque meternos – Corrigió Jesús
- Pobrecita o jala que no le pase nada...
Después de eso Jesús y Martín se separaron y cada uno se fue a su casa.

Los muchachos jamás imaginarían que ese cruce iba unido a otra historia y que la señora Rosita iba corriendo los mas rápido que podía a la mansión de Los Cooper.

Doña Rosita un rato después, entró corriendo a los patios de la Mansión de la familia Cooper. La pobre vieja de aspecto humilde no sabía de la existencia de dos perros que protegían la casa de la poderosa familia. Al verlos gritó pidiendo ayuda y por el alboroto y ladridos de los perros, algunos de los habitantes se levantaron. Entre las personas que despertaron, estaba Teresa Cooper, una mujer de cuarenta y cinco años, coqueta y separada. Junto al jardinero y otros sirvientes salió al patio para ver que pasaba.

- ¿Quién es usted? – Preguntó la señora Teresa al ver a la anciana parada en el patio llorando ¿ Qué quiere?,
- Nece...- Susurró la mujer mayor llorando y completó – Neces.. necesito hablar con la señora Marina Cooper
- ¿Con mi hermana?; ¿Para qué?- Preguntó altanera como siempre la señora Teresa
- Disculpe, pero necesito hablar urgente con la señora Marina...- Dijo desesperada la mujer pobre
- Si no me dices quien eres linda, llamaré a la policía, además mira la hora que es...
- Es urgente por favor – Suplicó doña Rosita, mientras los sirvientes presentes en el patio y la dueña de casa la miraban incrédulos por su insistencia
- ¡¡Basta!! – Dijo altanera la Teresa Cooper y agregó : Si no me dices porque quieres ver a mi hermana no te puedo ayudar,... primero es muy tarde y segundo mi hermana no sale de la casa, está enferma

En el tercer piso de la casa de Los Cooper, Marina, la hermana a la cual se refería Teresa en el patio, despertó con tanto alboroto. Encendió la luz de su lámpara y se asomó a la ventana. Corrió la cortina y miró hacía abajo. Desde ahí pudo ver que en patio principal de la mansión, su hermana y los sirvientes de la casa empujaban a una anciana de aspecto humilde fuera de la casa. Marina se extrañó por semejante actitud, pero como estaba cansada y con sueño, prefirió volver a dormir y al día siguiente saber que era lo que estaba pasando. Se recostó sobre la cama y sacó el espejo de mano de su velador. Se miró y notó que tenía mas arrugas que antes. Pronto cumpliría los cuarenta años y sentía que no había hecho nada con su vida desde la muerte de su esposo, cuando ella apenas tenía veinticuatro años. Habían pasado quince años desde aquel hecho y parecía que su vida se había detenido en aquel entonces. Mi porteña, le decía su marido cuando estuvo vivo y desde su muerte, Marina había jurado “Enamorarse Nunca – Volver a Entregarse a un hombre jamás”. Juramento que había cumplido.

Francisca sentada en su cama al interior de su habitación en la Porteña, sacó el papel que Jesús le había lanzado cuando el barco iba zarpando, la carta decía:

“Hola amor... que mamón suena eso, pero tu sabes que eres mi amor, por eso lo digo...
Ya se que la embarré y que no merezco perdón, pero tení que aceptar que tu la embarraste primero. Bueno... no es momento de pelear.
Lo que pasa es que cuando mi papá me entregó la carta que me dejaste no pensé que me ibas a salir con el tremendo pastel poh... y claro me piqué, pero sabí en el fondo no quise que peleáramos. Además tienes que saber algo importante de tu papá, sabes que tu viejo....”

Lamentablemente la carta quedaba inconclusa y se notaba que Jesús la había escrito a la rápida. Sin embargo, el hecho de que el pescador admitiera que se había equivocado consiguió que el corazón de Francisca volviera a creer que podían estar juntos.

En el puerto, Jesús Guerrero entró por la ventana en su pieza. Sobre el velador la botella de Ron a medio consumir seguía intacta. La tomó y le dio un sorbo. Encendió la radio bajita y el locutor precisamente anunció que tocarían la canción favorita que tenían junto a Francisca.

Por su parte Francisca en el camarote de su habitación se envolvió en un chal y salió a la cubierta de La Porteña. Necesitaba pensar y tomar decisiones. Un par de marinos tocaban en una guitarra la misma canción que Jesús escuchaba en la radio de aquella madrugada. La canción decía:
“Te amaré, en silencio”... Francisca apoyó sus manos en la baranda helada y miró al cielo
“Porque poco puedo hablar”Jesús se levantó de la cama y guiado por una fuerza superior salió al balcón, mirando las estrellas también.
“Te amaré en silencio” Francisca cerró sus ojos y sintió que los brazos de Jesús la alcanzaban
“Por temor a la verdad” Jesús susurró el nombre de Francisca parado en el balcón y los oídos de ella parada sobre el barco parecieron escuchar sus palabras
“Te amaré como tu quieras”
- Te amaré como tu quieras... / Dijo en voz baja Francisca hablándole a la noche sobre el barco
“Te amaré hasta no dar mas”
- Te amaré hasta no dar mas... / Cantó suavemente Jesús en el balcón de su casa
“Te amaré si estas presente, te amaré si tu no estas.....”
Terminaron cantando en silencio juntos, pensando el uno en el otro.

Una sacudida fuerte del barco interrumpió los pensamientos de Francisca. Un viento comenzaba a soplar y algunas gotas de aguas empezaban a mojar la cubierta.

En su interior la refinada muchacha, acababa de tomar una decisión. Al llegar a la próxima parada, regresaría a Puerto Azul, para aclarar las cosas con Jesús y entender porque hizo lo que hizo. Entender porque le falló y porque, eso provocó que se separarán.

- Si hay amor, todo se puede arreglar pensó.
- ¡Parece que viene tormenta! – Gritó un marino que pasó corriendo asustado con un cordel en las manos.

Don Andrés y Daniel aparecieron y le pidieron a Francisca que entraran a los camarotes. La muchacha obedeció, pero notó que el barco comenzaba a mecerse mas que antes.

- Es mejor que duermas hija – Dijo don Andrés al entrar en la habitación con Francisca.
- Si, descansa mi amor – Se sumó a las palabras Daniel
- Tengo que hablar con mi papá Daniel por favor, podrías dejarnos solos / Impuso Francisca que se sentó sobre la cama.
- Si claro, - Respondió disimulando su incomodidad Daniel que intentó besar en los labios a Francisca, pero solo consiguió una respuesta en la mejilla – Me voy a dormir, nos veremos mañana al llegar al primer puerto
- Buenas noches – Agregó don Andrés que hizo un ademán a Daniel para que saliera.

En el puerto Jesús había vuelto a su cama y pensando en Francisca se había dormido.

“La Porteña”, era un barco simple, pero cómodo. Las olas de mar abierto comenzaron a mecerla cada vez mas. Grandes gotas de agua empezaron a empapar la cubierta. Al interior de la habitación de Don Andrés Cooper y Francisca, se fue la electricidad por lo que debieron encender velas para poder alumbrar.

- Hablé con el capitán – Dijo don Andrés y agregó – Dice que es una tormenta imprevista la que estamos enfrentando por eso que la Porteña se mueve tanto
- No te preocupes papá, soy una mujer de mar... / Respondió sarcástica Francisca
- Tú querías decirme algo hija, ¿Qué era? / Preguntó don Andrés
- Si yo... / Respondió temblorosa Francisca que uniendo sus manos se puso de pie y caminó alrededor de la cama. – Tenías razón papá, es necesario que empiece una nueva vida
- Vaya menos mal que entendiste, Daniel es un buen hombre y...
- No, no hablo de Daniel papá / Impuso firme Francisca / Usted me va a perdonar, pero yo no he dejado de amar a Jesús Guerrero,... / El impacto de don Andrés fue grande / ese pescador como usted lo llama, es el hombre de mi vida
- ¡¡Por favor hija, ese muerto de hambre no tiene nada que ofrecerte!!, ¡¡Ya salimos de Puerto Azul, olvídalo!! / Gritó don Andrés cuando el barco se sacudió fuertemente y una sirena sonó en cubierta
- Ese muerto de hambre, como tu lo llamas papá, es el hombre que yo amo y te digo de una vez, que en cuanto paremos en el próximo puerto regresaré a Puerto Azul, para decirle cuanto lo amo y a perdonarlo por todo
- ¡No lo harás, no tienes porque! – Enfurecido gruñó don Andrés que trató de equilibrarse por las sacudidas del barco
- Si tengo, y no es solo porque lo amo... / Respondió gritando también furiosa Francisca que sintió como la adrenalina le subía y agregó / no solo porque lo amo...ese hombre y yo.. ¡¡Te vamos a dar un nieto papá!!, ¡¡Estoy embarazada!!

La mano de don Andrés voló por el aire y la cachetada en la mejilla de Francisca le dejó marcados los dedos de su padre. Francisca cayó al suelo y con ella la vela que los mantenía con luz también. La cera se derramó en el piso y las tablas comenzaron a arder.
- ¡¡Mujerzuela!! , eso es lo que eres...¡¡Mujerzuela!! / Dijo acalorado don Andrés que pareció ignorar que la habitación se estaba envolviendo en llamas.

Francisca no tuvo miedo y por primera vez se le enfrentó a su padre. Este furioso le respondió que la prefería muerta antes que emparentada con el pescador aquel.

“La porteña”, se meció una vez mas. Los marinos en cubierta y los pasajeros gritaban asustados. La habitación de Francisca se encendió en llamas y ella comenzó a perder el conocimiento.

Afuera, variados rayos y relámpagos acompañados de olas de mas de 10 metros de altura mecieron la embarcación a su antojo. “La Porteña comenzaba quebrarse...”

- ¡Francisca! / Despertó gritando Jesús y se sentó agitado en su cama del puerto.
Había amanecido. Lo primero que pensó fue en llenar un bolso con ropas para ir en busca de Francisca al lugar secreto donde habían acordado reunirse en caso de separarse. EL sol ya entraba por las ventanas y era un hermoso día. Pensaba en eso cuando la madre de Jesús entró corriendo. Al verla el muchacho supo que algo malo sucedía. ¿Qué pasa mamá, porque tienes esa cara?


- Sucedió algo terrible hijo / Respondió la madre de Jesús y continuó / “La porteña naufragó anoche... – La mujer cerró sus ojos para armarse de valor y darle la noticia a su hijo: Francisca está muerta”

Francisca está muerta, Francisca está muerta, Francisca está muerta. Retumbaron las palabras en la mente de Jesús.

Fin capítulo Uno

LA PORTEÑA
(Enamorarse nunca; Entregarse jamás)

Autor : Juan José Álvarez
Continúa en el capítulo 2, obtenlo escribiendo a
juanjo_se2003@hotmail.com

www.laportena2005.blogspot.com

Texto agregado el 04-04-2006, y leído por 116 visitantes. (0 votos)


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