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Todas las noches te visito
y tu no te das cuenta.


Cuatro- dijo ella, la Malpapeada.
Yo hablé silencio.
“Buenas tardes señorita, ¿puedo entrar en su vida?, yo soy don Carlos.”
Si- dijo ella, pero también podría salir, -me advirtió.
La Malpapeada entonces comenzaría su juego de muerte.
-
Alguna vez le dije que era la mujer más hermosa que había conocido, alguna vez le dije que era la mujer que más he querido en mi vida, alguna vez le dije que la amaba.
-
Hoy es 25 de septiembre, y por alguna razón que nadie entiende y menos yo, me he maravillado con la mujer menos indicada, pero es tan hermosa que es difícil no...
Hoy es 9 de octubre y de hoy en adelante, mis dias tendrían sabor a ella.
-
En aquella mortuoria habitación, estaba él, don Carlos, en el lecho de su muerte voluntaria. Ya nada le importaba, pensaba en aquella que le causaba la enfermedad que padecía, esa enfermedad que todos sufren y solo algunos disfrutan.
Don Carlos jamás pensó que después de todas esas fiestas se daría cuenta de tales errores cometidos, e intentaría cambiarlos.
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Siete días después, pensó, no existía nada, solo su cuerpo asqueroso y vomitado en lagrimas de alma, no pudo ver nada, solo aquella puerta hacia la única salida que había para él. No quería volver jamas, sentir ese dolor incesante que iba creciendo y no sabia como parar, siete días después, decidió descubrir quien era ese maldito del que tanto le habían hablado desde niño. Siete días después, a ella solo le quedó el recuerdo de ese ultimo café que le invitó, y le quedaron las líneas que cada día le escribió, líneas en las cuales descubría en cada palabra todo lo que era amada por él. Siete días después ella lo despidió para nunca volver a saludarlo.
-
“Buenas tardes señorita, puedo entrar en su vida, soy don Carlos.”
Si- dijo ella, pero también puede salir, me advirtió.
Su mirada lo cautiva, don Carlos jamas había sentido “eso” que no me pudo explicar.
Carlos, le dije, existen mil salidas, pero también hay mil entradas, cada vez que sales puedes volver a entrar.
Es un laberinto atrayente según me dijo, la joya del centro puede ser tuya pero también de mil otros, le explique. Y ella, esa joya, escoge cada día un moribundo afortunado distinto y tu solo serás uno entre mil, quizás el primero, quizás el ultimo pero solo quizás.
Nada es seguro, solo que perderás en algún segundo (y eso es ley), así como don Carlos perdió, y el perder mata (segundo a segundo, que es peor) y morirás en esos tortuosos pasillos, apenas saboreando el gusto de la amarga sombra de su piel distante.
Ahora yo estoy afuera... sé la ley de la muerte... quiero entrar, aun así quiero entrar. Para vivir... un día, al menos uno.
Y para finalizar le dijo: no quiero que sea el ultimo, desde entonces espera solo uno más. Su cuerpo y su alma ya no juegan. Cada minuto es un eterno recuerdo. Ahora la observa depresivamente desde un rincón, a través de una grieta en su alma.
La recuerda cada mañana, la ama cada atardecer, la visita en cada sueño, la odia... ¡No! jamas la odia.
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Una vez salí de esta casa y no quise mas nunca volver, pero aquí estoy, vuelvo a observar pasar estos dias eternos, solo a comtemplarla.
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Y para finalizar la miré a los ojos por ultima vez y nunca más.
Al mirarla a los ojos se sintió extraño, sintió que no era él, que había cambiado, no podía creer todo lo que le provocaba el solo estar a su lado. Ella se veía feliz, cualquiera diría que su vida era perfecta. Pero algo sucedió, al otro día todo era distinto, todo era igual pero distinto, quizás este era el comienzo de una historia eterna, o al menos una historia que no terminaría sin heridos o lesionados, jamas pense que vería algo, que seria algo así.
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Es imposible escribirlo todo, escribir todo lo que un hombre es capaz de hacer por una mujer tan hermosa como ella, tan especial como ella. Tal vez algunos han deseado no haberla conocido jamas, yo, yo valientemente o estúpidamente, aun no lo sé, me atreví a creer que el estar con ella aunque fuera solo unos días seria suficiente para mí, pero no, cada vez desee mas estar con ella, compartir su vida, sentir que ella, esa mujer tan distinta a las demás, me quería a mi, pero cada minuto que pasaba era peor, cada minuto la amaba mas y no me daba cuenta de lo peligroso que era, de cómo mi vida cambiaba para siempre. Somos pocos, creo, los que sentimos en algún minuto de nuestras vidas, vivir o morir solo dependiendo de las palabras que nazcan de esos hermosos labios.
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“Buenas tardes señorita, puedo entrar en su vida, soy don Carlos.”
hoy ya no es tiempo, hoy es solo hoy, ya no existen ni mañanas ni ayeres y su vida continua... sin mi... sin aquel... pero con alguien, de seguro con alguien, ahora ya han sido mas de cuatro, y carlos solo fue el primero, ella lo advirtio, seras solo el primero me dijo... ¡claro! ...es la malpapeada.

Texto agregado el 29-04-2006, y leído por 230 visitantes. (0 votos)


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