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Ayer vi a mi amigo el Gabo, de hecho hoy vi también a mi amigo el Bicho, me llamó Carmen, hoy le llamé a la comandanta Eutimia, así que realmente estas últimas semanas las lecciones de la maestra vida han estado gruexas...y bellas. Digamos que el inicio ha estado pues difícil, pero, ¿qué no?, el nacimiento es un paso doloroso de lo calientito del útero hacia el exterior, y el sentimiento de globalidad nos acompaña siempre.
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"All you need is love". La experiencia mía, d' Carol Smith de descubrir al otro...

Sucedió aquella noche. Nos vimos en el "Pejebús" ahí en Parque Hundido y nos fuimos a recorrer los cafés con peluche y huellitas que en otro tiempo nos habían visto reír a carcajadas criticando a los parroquianos. Pero esta vez fue diferente.

Teníamos en los ojos, en las manos, en el corazón, clavados muchos sentimientos encontrados. ¿Cómo empezar?, en realidad no queríamos ver las ataduras viejas, los caparazones gastados como esos fierros que se han oxidado tras varios aguaceros y que se quedan tirados en terrenos baldíos.

No los queríamos ver y ahí estaban, sobre nuestras espaldas, sobre nuestros huesos, sobre el corazón y las arterias, no los habíamos querido ver aun cuando los brazos nos gritaban "ya por favor, quítame esta pesadumbre". Pero esa noche sucedió, nos dimos cuenta, se cayó la venda, develamos el misterio.

"Y aquí estamos". Me dijo, y sus ojos grandes reflejaban todo el sentimiento contenido. "Sí". Y se abrió la caja de Pandora, de la cual salían infinidad de anécdotas, secretos, lo más profundo. Y lo vi. Y nos vimos. Nunca había sentido tanta emoción, tanta empatía con alguien. Se cayeron las etiquetas, los prejuicios, la chingadera de miles de años de señalamientos absurdos.

Nos abrazamos. Nos besamos. Yo no besaba a un adjetivo, a una palabra, a la afrenta al mundo, un hombre. Besé a un ser humano que me enseñó a ver más allá de las convenciones. Rompí el caparazón, solté los fierros viejos, se me cayó la armadura y mis brazos al fin dijeron "vaya, has entendido".

Mi corazón latió como siempre y como nunca lo había escuchado. Su corazón igual, y estábamos ahí, frente a frente, dos seres humanos. Yo tampoco soy un adjetivo, ni una palabra, soy humana. Nos descubrimos así, como si en este momento hubiésemos nacido, vulnerables, con un llanto nuevo, y yo viendo por primera vez, comprendiendo que tenía los ojos cerrados como un cachorro de gato. Y me di cuenta que él siempre había estado, y no sólo él, todos y todas las que me han precedido, todos y todas mis amigas y amigos que han transitado conmigo un trecho del viaje, un rato en el mismo vagón del tren, todos y todas mis ancestros, mi familia, lo más querido y amado. Todo está contenido, de todo he aprendido, soy una y mil, y le di las gracias con toda mi humildad a este otro ser humano que me ha mostrado todo esto.

Después de toda la emoción, el lavar con llanto las calles empedradas y luego aspirar el frescor de los pinos, como cuando llueve en San Bartolo, comprendí y le dije, "¿cómo hemos estado tan ciegos?, ¿cómo es posible que dejamos de lado lo evidente y nos hemos ido por las cuestiones tan frívolas?, devorando sentimientos atormentantes de gente que en vez de hacernos un bien, nos tira su mierda porque no pueden con ella?, y lo peor, que la hemos recibido intentando cambiar a gente que no quiere cambiar, que hemos desperdiciado amor, tiempo, como si aventáramos flores a los cerdos, que hay cosas que no valen la más mínima pena de limpiar como los orines de los adictos en los baños donde hay prostitutas blancas, que hemos tratado de ser lo que los demás quieren, que hemos erroneámente cambiado nuestra esencia para esperar lo imposible, ¿cómo nos hemos dejado hacer esto? Ciertamente hoy descubro lo que siempre ha estado presente, hoy descubro lo que es estar frente a otro ser humano".

Me miró y me dijo algo que también es cierto: "Carol, pero no debemos negar que también por más negro que haya sido el pozo, por más hondo que haya sido el infierno, nadie nos obligó, quisimos estar, y eso, Carol, también es una enseñanza, también encuentras en la oscuridad entes que pueden ser tus maestros porque finalmente, como me dices, desde tu demonio ves el del otro, y así es. Polaridades y matices, no más, y tienes razón que no valía la pena, pero para que hayas descubierto la miseria donde antes no la veías, tuviste que estar en ella. También es parte de la vida, y lo mejor es que ésta sigue, no nos podemos detener, ahora te das cuenta".

Nos abrazamos y estuvimos así toda la noche, contemplamos uno a uno los detalles, las texturas, la serenidad de una hoja, el vapor que sale de los labios cuando hace frío...parte y todo. Todo y parte. Estamos fluyendo en el río del cosmos. He aprendido.

Con esto, agradezco infinitamente darme cuenta de cuánto he aprendido con los maestros que he encontrado en mi viaje, valorando a los que están y que siempre han estado, la vida sigue, y mi viaje, igual.

Texto agregado el 03-07-2006, y leído por 115 visitantes. (0 votos)


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