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Mil Quinientas Veces

Cecilia acomodaba su cabello despreocupada de la mirada de su esposo. Ernesto, que simulaba la lectura de una revista, vigilaba de reojo a su mujer para no dejar escapar algún movimiento, un gesto o alguna pose particular que alimentara su atracción hacia ella.

El día terminaba para ambos, como tantos otros días. El cansancio por la rutina del trabajo generaba la necesidad de buscar nuevas motivaciones, algo en que entretenerse y que le diera significado a sus esfuerzos. Una especie de recompensa lúdica que les permitiera renovar sus energías.

Allí estaba Cecilia con su delicada ropa de dormir que dibujaba su hermosa figura. Allí permanecía frente al espejo indagando algún cambio físico que delatara los años que se sumaban en su frágil cuerpo. Con delicadeza esparcía crema en sus brazos desnudos, como invitándolos a renovarse para una nueva jornada. Sin duda, un ritual muchas veces realizado y muchas veces observado.

Doce años eran testigos del amor de esta pareja. Cecilia trabajaba como diseñadora en una empresa del rubro. Ernesto enseñaba matemáticas en un Instituto Profesional. El crecimiento intelectual y personal se sumaba al aumento de bienes, un salario que les permitía presentarse ante sus compañeros de secundaria con un grado de orgullo y satisfacción, un "éxito" visible que comunicar. Sin embargo, en este tiempo, Ernesto y Cecilia habían pasado por los mas variados procesos. Desde el periodo del idealismo, donde la pasión y la ternura se apoderaba de cada rincón de la relación hasta llegar a sentir la típica frustración de quienes no ven sus ideales cumplidos en el otro.

El periodo actual, era de transición. Intentaban encontrar elementos que dieran nuevo impulso a su matrimonio. Ernesto había imaginado en más de una oportunidad como sería la vida con otra mujer, pero sus pensamientos eran tranquilizados cuando recordaba aquellos encuentros de adolescente con Cecilia y que despertaron en él la capacidad de soñar y creer en el amor. Ella, que había sido criada en una familia conservadora, tenía en su mente la visión del matrimonio que dura toda la vida, más allá de los momentos alegres o tristes que experimentaba; aunque en su interior se preguntaba si la relación que tenía con Ernesto era todo lo que se podía esperar de un matrimonio. ¿Qué podía hacer para dar nuevas fuerzas a la relación?.

Tal vez era eso lo que Ernesto buscaba en la belleza de su esposa, mientras la miraba con paciencia y admiración. Tan frecuente era este rito, que la mayoría de las veces su mirada pasaba desapercibida para su mujer.

- "¿ Cómo te fue hoy ?", preguntó Ernesto, un poco para demostrar interés y otro poco para romper el silencio que hacía más tediosa la tarde. Además, un poco de diálogo con aquella mujer que hermosamente vestía su desnudez le generaba un efecto placentero

- "Bien mi amor " respondió escueta, pero cariñosamente Cecilia.

El diálogo no avanzó mucho, hasta que Ernesto lanzó otra pregunta, mucho más curiosa :

- "¿ Cuántas veces hemos hecho el amor ? ".

No entendiendo su objetivo, Cecilia respondió con otra pregunta que ampliaría el nivel del diálogo :

- "¿Hacer el amor o tener relaciones ? ". Ernesto no se distrajo con la respuesta y prosiguió con su interés matemático:

- "No importa como lo llamemos. Me pregunto cuántas veces hemos estado juntos en estos doce años. Si pensamos que en nuestros cuatro primeros años lo hicimos en promedio tres veces por semana”.

- “Y no respetábamos el lugar donde estábamos”, interrumpió Cecilia.

- Ernesto esbozó una sonrisa cómplice y siguió con interés haciendo sus cálculos; “...lo que multiplicado por 52 semanas nos da un total de 156 y esto, multiplicado por 4 nos da 624. Los ocho años restantes lo hicimos en promedio 2 veces por semana, descontando el tiempo de tu operación de apendicitis.

- “Aunque no respetaste todo el periodo del post operatorio Ernesto”

- “Yo diría que no lo respetamos, Cecilia. Que no te falle la memoria”. “Dos por 52 son 104, multiplicado por 8 son 832, los que sumados a 624 nos da un total de 1456. Es decir, hemos hecho el amor unas 1500 veces concluyó con satisfacción.

Cecilia no hizo más que reírse y sonrojarse al tiempo que comentaba : "Las tonteras que dices Ernesto".

Sin embargo, los cálculos de su esposo quedaron en su mente. Especialmente para ella que en otro tiempo no imaginaba como sería conocer sexualmente a un hombre. Además algunas compañeras solteras y de buena crianza aun no conocían esta experiencia con libertad... 1500 veces... 1500... se repetía en su mente. Y, sin embargo, en su interior se sentía todavía una niña sin experiencia.

Ernesto volvió a su revista después de su juego matemático que, a diferencia de Cecilia, lo ponía muy orgulloso. Podía ser llamado "un hombre con experiencia". Cuantas personas de su edad podían contar solo algunas aventuras, pero 1500 veces no era una cifra pequeña para un joven de 30 años. Esa noche ambos durmieron pensando en este ocioso cálculo matemático.


- " ¿ Donde están los bocetos de la temporada primaveral ? ", preguntó Gustavo a Cecilia. Ellos se conocían desde hacia dos años y compartían una oficina en la empresa de diseño. El era un joven conservador, de muy buena apariencia y guardaba una respetuosa admiración por Cecilia. Ella tenía un genuino cariño por su compañero. Estaba conciente de su atractivo y se sentía halagada por aquella admiración respetuosa, ya que le recordaba su capacidad de atraer a una persona del sexo complementario.

- " Están sobre el estante de mi izquierda contestó Cecilia ".

Gustavo pasó su brazo sobre el hombro de ella provocando un roce involuntario, dejando tras de sí un rastro del perfume que tan bien conocía su compañera. Estas situaciones se repetían a menudo en el pequeño espacio de la oficina y generaban instancias incómodas que si bien se superaban por la buena disposición de ambos, dejaban en el ambiente una sensación de intimidad.

La hora del café llegó como todos los días. Este acostumbrado descanso propiciaba la oportunidad para intercambiar comentarios generales sobre la vida social o las últimas novedades noticiosas. La intensidad del diálogo era definida por el tiempo en que se demoraba en terminar el café y luego se retomaban las actividades diarias. Aquel día era difícil en particular. Los bocetos para la temporada de primavera fueron solicitados con anticipación y el cuerpo tenso de Cecilia delataba su cansancio y la ansiedad que genera ser creativo con el tiempo limitado. Se recostó sobre su silla extendiendo sus pies sobre un pequeño banquillo que guardaba algunos dibujos añejos, en una actitud relajada que permitía a los observadores disfrutar de su figura femenina, pero con el suficiente cuidado para ser respetada. Tomaba en sus manos el delicado tazón azul que su esposo le había regalado hacía algunos días y que le permitía entibiar sus delgadas manos mientras disfrutaba del aroma tostado del café recién preparado. Su mirada estaba fija en el techo de la sala intentando seguir las figuras que formaba el vapor de su bebida, buscando algo de inspiración artística mientras su cabello se deslizaba suavemente por el respaldo de su silla.

- " ¿ Estás cansada ? ". Preguntó Gustavo.
- " Tensa. Con nudos en mi espalda ", contestó Cecilia.

Gustavo se levantó de su escritorio y le ofreció un masaje en su cuello. Cecilia evitaba el contacto físico, pero esa mañana se sentía cansada y confiada por lo que aceptó el ofrecimiento. Gustavo extendió sus manos grandes, separó el cabello de los hombros de Cecilia y comenzó a masajear su cuello suavemente. La sensación fue muy agradable, y en un momento impreciso la situación se instaló con íntima incomodidad. Cecilia reconocía en su mente lo atractivo de su colega. Sabía de su admiración respetuosa por ella y en sus pensamientos tejía una irresponsable, pero seductora fantasía. ¿Qué sucedería si él hacía aproximaciones más íntimas?, ¿Cómo debía reaccionar?. Y si ella planteaba que la situación le incomodaba ¿ Cómo se sentiría Gustavo ?, ¿Y si efectivamente el no estaba sintiendo nada más que el placer de dar renuevo al cuerpo cansado de su compañera?. Por otro lado, las manos de Gustavo se sentían elegantes, delicadas en su recorrido por su cuello. Con el peso justo de sus dedos en aquellas zonas más tensas.

La comparación con Ernesto era inevitable. Este no se caracterizaba por su suavidad. Desde su pololeo fue apresurado y tosco en sus caricias, intentado encontrar un rápido autoplacer en lugar de querer despertarlo en ella. Además después de doce años o de mil quinientas veces como había calculado la noche anterior, el ritual era siempre el mismo, las zonas exploradas eran siempre las mismas y en el mismo orden. La magia del placer había dado lugar a la reacción lógica del cuerpo al estímulo aprendido. Muy semejante a una lógica matemática, un razonamiento predecible: "Ahora va a hacer esto y tengo que sentir tal cosa, luego vendrá esto y después terminará de esta forma ", todo claramente anticipado.

¿Cómo sería Gustavo?, ¿Cómo trataría a las mujeres en la intimidad?... ¿Una aventura?, ¿Por qué no?. Además, nadie asegura que Ernesto sea completamente fiel, sobre todo con aquellas alumnas con cuerpos de modelo que se atreven a llamarlo con excusas académicas, o cuando mira con placer a alguna diva de la televisión o peor aun, aquellas miradas disimuladas que analizan apresuradamente a otras mujeres cuando está conmigo.

Las manos de Gustavo seguían en el cuello de su compañera, quien divagaba por estos pensamientos contradictorios. "¿Mil quinientas veces? ". ¿Qué quiso decir ?, ¿Está aburrido de mi?, ¿me tiene para cumplir un record y afirmar su masculinidad?. De pronto, como si algo la despertara de un sueño, tomó las manos de Gustavo y dijo en tono nervioso :

- "Gracias Gustavo. Ha sido el masaje más reparador que he recibido". Tomó las manos de su compañero, las golpeó tres veces con delicadeza, respiró profundo y luego se levantó gentilmente de su asiento, como si un deber superior la llamara.

El aroma y la tibieza del cuerpo de Cecilia quedaron grabados en las manos de Gustavo mientras eran guardadas en sus bolsillos. El la miró con ternura como si comprendiera los pensamientos que había tejido en su mente femenina y confirmó en su interior el profundo respeto que sentía por ella.

Cecilia ordenó algunos papeles, terminó su café, comentó algunas noticias del día y terminada su jornada de trabajo se fue a casa.

En el trayecto repasó en su mente los hechos del día, prefirió caminar las doce cuadras que la separaban de la estación de ferrocarril a su hogar mientras pensaba en la conversación de la noche anterior con su esposo, las manos de Gustavo sobre sus hombros, los pensamientos que surgieron en ella, las dudas que tenía sobre su esposo.

Cerca de su casa pasó a comprar algunas cosas para la cena. Las calles de adoquines eran testigos de sus delicados pasos que se contradecían. Si bien, la conducían a su hogar, la lentitud de los mismos sugería que intentaba aplazar el momento de llegar. Ya en la puerta de entrada suspiró, sacó las llaves de su cartera e ingresó. Al hacerlo, encontró la mesa elegantemente servida. Una Canción de José Luis Perales que hablaba de lo hermoso de envejecer juntos sonaba en la sala. Una atmósfera romántica era lo que menos hubiese esperado aquel día. De pronto, Ernesto cruzó la puerta, afeitado y perfumado. Las mangas de su camisa recogidas manifestaban que él había dedicado tiempo para preparar y servir todo. Cecilia recorrió rápidamente en su mente si había alguna fecha que se olvidaba, "¿aniversario de matrimonio?, ¿cumpleaños? ". Antes que terminara de pensar, Ernesto la abrazó. "¿Qué celebramos?", preguntó tímidamente Cecilia. " El estar juntos " respondió amorosamente su esposo.

- " Hoy pensé en mi comentario de ayer. 1500 veces juntos. 1500 veces y aún no me canso de ti y no tengo intención de hacerlo. Pensé en la magia de tu cuerpo que me invita a recorrerlo a pesar de conocerlo tan detalladamente en estas 1500 veces. Pensé en lo torpe que soy al tocarte, dejando en evidencia mi desesperación adolescente, a pesar de estar 1500 veces contigo. Pensé ¡ Qué son mil quinientas veces si hemos vivido más de cinco mil días de relación, y tenemos toda nuestras vidas por delante !

Cecilia lo abrazó con fuerza. Esta vez los brazos de su esposo parecían rodearla como columnas que trasmitían la seguridad que ella necesitaba. Era su Ernesto. Ella era su Cecilia. Lo había sido por 1500 veces y quería serlo por el resto de su vida.

Texto agregado el 16-07-2006, y leído por 212 visitantes. (18 votos)


Lectores Opinan
29-09-2010 Yo no sé nada sobre escritura, pero me parece que eres un experto o algo así. Fue tan bonito ... me hizo llorar; ojala fuera tan fácil, pero las cosas no pasan así en la vida real. arjona
24-08-2006 COMENTARIO EN RPIVADO... angelo_di_cossio
01-08-2006 La descripción de las fases por las que pasa una pareja se siente muy real. Parece que llega un momento en que la voluntad de seguir juntos es lo que saca a flote una relación. La narración es muy buena. Me gustó. gamalielvega
28-07-2006 Y es que hay detalles que hacen volar nuestra mente, disfrutarlos no importando el tiempo. Tu cuento tiene sabor a una realidad que trastoca la mera fantasía. Felicidades Juan Pastor, mis estrellas ***** fragilpar
27-07-2006 SIMPLEMENTE, ¡¡¡GENIAL¡¡¡¡ VAN MIS 5* CAREN
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