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Nunca he tenido peores vacaciones, y por eso he considerado que deben ser contadas, alguna vez escuché que las tragedias cuando cierto tiempo ha transcurrido pueden llegar a considerarse jocosas para el protagonista, desgraciadamente, este no es mi caso.
Me encontraba a punto de terminar la preparatoria, con muchas dificultades tengo que reconocer, jamas me he destacado por ser un alumno brillante. Eran solo un par de semanas, no había estudiado opciones para continuar estudiando, incluso no sabía si lo quería, sin embargo contaba los días para no volver a levantarme temprano, lo único que me llegó a inquietar un poco fue mi novia, solía verla dentro de la escuela y esporádicamente llegaba a ir a su casa, con frecuencia aparecía la pregunta en mi cabeza si ahora tendría que asistir con más frecuencia o si tal vez tendría que matricularme donde ella, para mantener la relación, con la que por cierto me sentía muy a gusto.
Y llegó el día final, traté de no demostrar demasiado mi felicidad, presentí que si los maestros o prefectos llegaban a percatarse de ella, harían lo imposible para que no me graduara, así que me comporté lo más sereno y atento, incluso llegaron a preguntarme si me sentía bien. Fue en la última clase, en el último minuto, donde la cloaca se destapó, habían terminado las clases ya y todos íbamos de salida, olvidé mi cuaderno, no hubiera regresado por él, sino hubiera sido por no querer dar cualquier pretexto para que me hicieran regresar en otro momento para recogerlo.
En el salón se encontraba mi novia, tenía cierta mirada extraña, sin la acostumbrada luz de sus ojos, después de mucho rodeo en el que me intentó explicar su malestar, entendí que su malestar era provocado por mí y mi falta de ambición, cuando al fin lo entendí, abrió la boca para decirme que todo había terminado entre nosotros, por obvias razones me había quedado mudo y así quedé todavía una semana más.
Al octavo día comprendí que mis vacaciones transcurrían y decidí aprovecharlas al máximo. Con la mano en la perilla, a punto de salir a dar un paseo, me percaté que mi perro no se movía, no corrió ni saltó como acostumbraba hacerlo cuando alguien abría la puerta, el que corrió fui yo, con él en los brazos, pero el veterinario comprobó mis sospechas, había muerto durante la noche.
La única buena noticia fue que no sufrió, en fin, nunca he tenido peores vacaciones, mi novia me dejó y mi perro falleció, ojalá hubiera sido al revés.

Texto agregado el 09-01-2004, y leído por 224 visitantes. (2 votos)


Lectores Opinan
09-01-2004 le dí dos estrellas por la mala narración (ah, en otras manos... pule la narrativa: ESTILO y argumento, y serán 5 las estrellas) ciao! (y no te enfades: te dejo que rajes de los míos, por escrito si eres hombre ;D doratar
09-01-2004 jaja es divertido tu relato sobre todo el final, eres muy creativo mi estimado sige asi ... hugovich
 
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